
“LA SOLEDAD” – Relato corto colaboración de Lourdes Morte
La soledad que compete al ser humano podría ser una decisión tomada por él mismo. No creo, sin embargo, que estemos hechos para vivir aislados, sino más bien para vivir en manada como hacen algunos animales. Como vivían nuestros bisabuelos, que eran cuidados en casa por los que ellos habían cuidado también antes. Así es que las residencias geriátricas, ese invento de hoy en día que nos sacan a los familiares de muchos apuros, no me parece el lugar ideal para soltarlos allí en soledad, en ausencia de sus seres queridos, de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos.
La soledad nos brinda días indecorosos, carentes de amables compañías fruto de meses o años de amistad, de amor trabajado día a día con nuestras propias garras. La soledad es displicente y nos aboca a la tristeza y al mal humor.
No sueñes con compañía si no la has cultivado antes, aunque sería injusto pensar que nos hemos buscado la soledad cuando la vida, de un mazazo, zas, te la impone. ¿Quién no ha experimentado alguna vez que la vida es abusiva? Se lleva sin más a tus seres queridos o te traslada a un lugar donde a nadie conoces. Te azota, arruinando tu calma, y te impone un quejido que es al que llamamos soledad.
No tengo una varita mágica. Tan sólo seguir caminando, cuerpo a cuerpo, paso a paso. Nuestras distintas soledades se instauran en las entrañas. La cabeza queda a parte. Por nuestras mentes suben los pensamientos fijados en esas entrañas, porque las entrañas sienten y la mente razona ese sentir. Así es que solos o acompañados, el ser humano tenemos la característica de sentirnos absolutamente aislados, aunque estemos en compañía, es una dicotomía, lo sé, pero así somos, humanos. Estar sólo no es estar en soledad. La soledad incluye el alma, la barbarie, el cuerpo entero, una guerra particular, porque en soledad no nos sentimos plenos, sino abandonados, incomunicados, desamparados, desterrados. La soledad no buscada hiere. La soledad no buscada mata