El Rincón del Poeta Maliayés
Colaboración especial de María Cristina Rodríguez Cortina: Un Nuevo Nacimiento
Mantenía el equilibrio como podía para calzarse aquellos zapatos de tacón que aún no había podido desprenderse de ellos. Habían sido parte de una cena inolvidable con la persona que más había amado, al igual que aquel vestido con aire folclórico que era, por otra parte, el único que entraba en su amorfo cuerpo.
El ritual para la cena comenzó a ser preparado cuando el vacío de su soledad, los síntomas agudizados de las muchas enfermedades que arrastraba se extremaron, cuando sintió que era el último día especial que ocuparía un lugar en este espacio-tiempo que tanto le había costado vivir.
Se miró al espejo, oteando su aspecto después de haber puesto todo su esfuerzo para maquillarse. Ese esfuerzo la había dejado sin aliento y aún así haría de los alimentos que la trabajadora familiar le había preparado, una sincera reverencia y una gran cena.
Sopa de pescado sin sal, merluza con alguna almeja aderezando un poco aquella salsa ligh y los turrones blandos apropiados para su ausente dentadura. Su mente divagaba entre la realidad y la subconsciencia, preguntándose el porqué la vida la había dejado llegar hasta ese extremo. ¡Qué tipo de locura le quedaba!, y esperando una respuesta más, preguntaba al vacía de su casa si le gustaba como había montado la mesa.
Calentó la sopa y salvando como pudo los obstáculos de su reducida vivienda la llevó a la mesa. Pensó que lo mejor era transportar toda su cena, porque quería sentarse al fin, disfrutar de aquella cena y no tener que moverse más. Su humilde y vieja casa, la calentaba con un calefactor barato, el cual se había hecho objeto inseparable durante muchos inviernos.
- Humm!!, ¡Qué buena está!, casi como la que preparó mamá cuando celebramos que mi hermano fue absuelto debido a sus ideas republicanas y comunistas cuando la guerra, ¿cómo la prepararía con aquella escasez?. Bueno vivíamos cerca de la mar...
Cucharada a cucharada recordó los silencios de su hermano ante las preguntas de todos; recordó la valentía de su madre, para narrar vivencias agradables, exprimidas de su quemado corazón, no entendía el porqué de su larga ausencia, e incluso se preguntaba, si él realmente era su hermano.
- Humm!, también el sabor me recuerda cuando salí de casa a trabajar de sirvienta y Doña Petra nos dejó cenar lo mismo que los Sres. para su cumpleaños; eso sí, en la cocina, acinados los sirvientes, con nuestros ausentes familiares de trasfondo. ¡Qué risas, cuando ella tomó dos copas de vino y comenzó a cantar imitando a ...! ¿Cómo se llamaba aquella cupletista que había visto una vez en Barcelona?.
- No me acuerdo... ¡No importa!
Sorbo a sorbo y recuerdo a recuerdo terminó la sopa.
Apartó el plato a un lado, lo más lejos que pudo y comenzó con el 2º plato, la merluza. Ahí comenzaron a surgir recuerdos y olores del pescado que llegaba a la lonja de su pueblo y que ella llevaría caminando por toda la comarca para venderlo por las casas. Salía al amanecer, la luz del día iba alumbrando poco a poco el trayecto, caminando con el peso en la cabeza e impregnada de gotas de mar, ofreciendo a ciertas familias su mercancía por algún real que otro.
Recordó que en su trayecto algún mozo la había cortejado e intentado engatusar... ¿Sería porque le regalara algún pescado? o ¿realmente porque mi parte erguida, mis ojos verdes y el pelo rubio ondulado le dejara traspasar la barrera de los permitido?. ¡Dios mío!, dónde ha quedado mi aspecto, ¿en qué momento desapareció? y ¿mi pelo?, creo que el color de mis ojos es el mismo; ¡bueno!, ya no veo casi, pero antes en el espejo fue lo único que reconocí de mí.
- Ya no siento la caricia de tu mano cuando reía, por cualquier comentario absurdo que decías, solo para ese propósito. ¿Cielo te gusta como me salió el pescado? Sí amor, pero tú me gustas más...
Los niños están felices... ¡Claro cariño, diría que somos felices!. ¡Y ahora, dónde están todos!. Tengo frío, ese calefactor está tan viejo como yo, ya no me da el mismo calor... o ¿es que yo necesito más?
- Esta almeja la dejaré para lo último. ¡Qué bien tener estas personas que nos atienden, yo no hubiera podido sin su ayuda hacer nada y las siento a mi lado.
- ¡Pero si tengo vino!.
- ¿Cuánta compañía me has hecho? Tú si que sabes de mis más intensas emociones, de mis soledades, de mis alegrías, de mis amigos, de mis...
¡¡¡Oh las pastillas!!!
¡Mierda! Se me han olvidado...
¡Es igual por un día!
Eso sí que es alimento, el alimento de mis enfermedades, no me las elimina, las alimenta.
Humm, mejor el vino.
- ¿Qué te contaba amor mío? ¡Ha sí!. ¿Te acuerdas cuando me conociste?. Te confesaré una cosa: el motivo para poder vivir tanto tiempo en este lugar, fue encontrarte a ti. Solo entendí mi vida a tu lado, todo se puso en orden y mira que me has hecho padecer con tus injustificadas ausencias... pero entendí el motivo de mi existencia.
- ¡¡¡ Te amo tanto!!! ¿Me esperas?, Aún me quedan los turrones. Dulce...! Mira que pasé ganas de dulce y ahora que tengo, se mete entre la dentadura de mentira y sin personalidad y mis mermadas encías.
- ¿Probó alguna vez mamá el turrón?. No, seguro que no; mamá prescindió de la dulzura desde que nació!..., pero la quise igual. A mis niños sí les gustaba, les encantaban.
¿Dónde estáis?
(Suena el teléfono)
¡Sí, suena el teléfono! – Feliz Navidad, mamá
¿Cómo estás cariño?
- Bien mami, acordándonos de ti...
- ¡Pero si no están vieja chocha, ellos también se han ido...!
Este vino si que está conmigo. Pediré un deseo: ¡Quiero la mejor Nochebuena que haya vivido!
- Mi amor, sigues estando ahí?. ¡Qué guapo estás!, ¿Qué no vienes solo?, ¿Qué están papá, mamá y los niños?. ¡Gracias Vida!.
Miró la ventana, vio como nevaba, sintió la quietud de la noche, de aquella que hasta el sonido de la respiración molestaba al silencio y por su mente fueron pasando todas las personas importantes que había conocido, hijos, compañeros, vecinos, familiares, amantes...
Todos la saludaban, le ofrecían sus brazos abiertos y adelantándose a ellos, el amor de su vida le extendía su mano, ayudándola a levantarse para bailar de nuevo con él, aquella pieza musical que tanto le gustaba susurrándole al oído:Feliz Navidad amor, y con su sonrisa como respuesta, celebró la Nochebuena más importante y bonita de su vida, aquella que cualquier ser humano desea, aquella que su corazón, en su último latido deseó...
Diciembre 2012
María Cristina Rodríguez Cortina.