“Hablemos de la vida” – Nieves del Campo Álvarez. Entrevista realizada por Tina Villar
- La memoria popular es un bien cultural que hay que preservar a toda costa. No solo conserva las huellas que dejaron en el camino quienes nos precedieron, también encontramos en ella las raíces de quienes somos y cómo hemos llegado hasta aquí.
Esta serie de “memorias”, que llevan por título genérico “Hablemos de la vida”, nacen con la pretensión de ser un homenaje y un reconocimiento a esos hombres y mujeres que con su buen hacer, su tesón y un enorme esfuerzo, mantenido a lo largo de los años, han contribuido a que esta Villa y sus parroquias sean hoy un referente dentro de Asturias.
El objeto de estas entrevistas es dar cuenta de cómo se vivía en Villaviciosa, desde la posguerra hasta nuestros días, de la mano de los recuerdos de personas que, por su edad, conservan información que es un verdadero tesoro.
Nieves Del Campo y Tina Villar en Santa María de Lugas
Entrevista a Nieves Del Campo realizada por Tina Villar
Nieves, preséntate a los lectores
Me llamo María Nieves Del Campo Álvarez. Nací el 30 de noviembre del 46 en Oviedo. Me casé. Tuve tres hijos. He sido maestra y ahora estoy jubilada y vivo en Villaviciosa.
¿Conociste a tus abuelos?
Conocí a mi abuela materna. Mi madre era fruto de su primer matrimonio. Dado que enviudó y contrajo segundas nupcias, aunque no había parentesco de consanguineidad, yo traté como abuelo a su segundo marido.
No era una mujer cálida. Su atención estaba puesta en la crianza de los dos hijos que tuvo con el segundo marido, en el cuidado de sus vacas y de sus tierras.
Le tenía cariño, sí, pero me molestaban sus bromas y si quería algo de ella tenía que ganármelo. Prueba de ello es que me tuvo lavando lecheras durante un mes a cambio del dinero que le pedí para comprar género con el cual mi madre me cosió un abrigo.
A pesar de que todas las casas y las fincas colindantes que había frente al cuartel de la Guardia Civil en el barrio de Pumarín, eran de mi abuela, que gozaba de una economía saneada, no puede decirse que fuese dadivosa. Lo único que nos regalaba era la leche.
A los abuelos paternos no los conocí. La madre de mi padre falleció de tuberculosis cuando él tenía dieciocho meses. Después del sepelio el padre se fue a Méjico. Cuando tenía en mente venir a España estalló la guerra civil y tuvo que aplazar el viaje. De nuevo avisó de que vendría con motivo de mi nacimiento, que soy la mayor, y entonces le mataron. Nunca supimos por qué.
Con mi padre en el año 49 y con mi madre en el año 50
Háblanos de tus padres
Mi padre, Bernardo Del Campo Albuerne, era natural de San Juan de Piñera en Cudillero. Era pixueto, como se les llama a las gentes de ese concejo.
De su crianza se ocuparon su abuela y una tía soltera. Con dieciocho años se fue a la guerra de donde volvió condecorado y con graduación de Sargento. Ingresó en la Guardia Civil y permaneció siempre en el cuartel de Pumarín, en Oviedo. Era el asistente del teniente y se ocupaba del cuidado de los caballos.
Por desgracia se fue muy pronto. Falleció a los 54 años, dejando a mi madre con un hijo de seis años y otro de siete.
Mi madre, María Josefa Álvarez Díaz, nació en Oviedo. Era una mujer inteligente, laboriosa y muy humana que quiso estudiar enfermería, pero la abuela no se lo permitió. Le dejó estudiar corte y confección, mecanografía y taquigrafía.
Su casa estaba frente al cuartel de la Guardia Civil, donde conoció a mi padre. Cuando ella tenía veinte años y él veinticinco se casaron.
De su unión nacieron seis hijos, de los cuales yo soy la mayor. Al único hermano varón le llevo dieciocho años y a la pequeña veinte. La cuarta, que falleció hace tres años habiendo cumplido los cincuenta y cuatro, sufría parálisis cerebral.
Este hecho nos mantuvo a todos muy unidos, siempre muy pendientes porque había que asistirla en absolutamente todo. Nos condicionó la vida de manera importante, especialmente en nuestra juventud. Incluso después de casadas siempre estuvimos ahí.
¿Cómo era la vida dentro de un cuartel?
Aunque éramos hijos de un Guardia Civil no vivíamos en el cuartel si no enfrente, en nuestra propia casa. Al cuartel íbamos para comprar en El Economato, o en mi caso, para jugar con las hijas de otros guardias que sí vivían dentro.
No teníamos conciencia de clase pero fuimos advertidos de que no éramos como los hijos del coronel o del capitán. Cuidado con los señoritos – decía mi madre.
Vivíamos bien pero sin ningún tipo de dispendio. Mi madre, que tenía una gran habilidad para la costura, reciclaba las gabardinas de mi padre en ropa para nosotros. Recuerdo que me cosió un abrigo de pana y a mi hermana un chaquetón. Un invierno llevábamos la una el abrigo y la otra el chaquetón y al siguiente a la inversa.
Otro dato que da cuenta de este hecho es que mis zapatos blancos del verano se teñían de negro para el invierno, cosa que daba al traste con la blancura de mis calcetines.
Era consciente de que iba correctamente vestida y mis ropas estaban limpias, pero no tenían nada que ver con lo que llevaban puesto otras niñas.
¿Qué recuerdas de tu época escolar?
Aprendí a leer y a escribir en una escuela unitaria particular, la escuela de Doña Juliana, a la que también asistían muchos otros niños del cuartel, de todas las edades.
A los diez años cambié a otra escuela más cercana a nuestra casa en General Elorza. Allí preparé el examen de ingreso a bachiller y empecé a estudiar, no muy en serio, por cierto, porque el primer año no di palo al agua. Pero la intervención de mi madre fue decisiva. Sin enfadarse siquiera me dijo: Nieves, tienes dos opciones, estudias o friegas portales. No lo dudé y a partir de ese momento fui más aplicada. Influyó, además, el hecho de saber que un primo había comentado que yo era tonta y nunca llegaría a nada. Eso me dolió en el alma.
Debo confesar que nunca me maté a estudiar porque era algo vaga, pero salí adelante.
Cuando termine el bachiller elemental, dado que aún faltaba un año para poder presentarme al ingreso a Magisterio, aproveche para aprender algunas actividades que no hubiera podido realizar en ningún otro momento.
Recuerdo con cariño que siempre estuvo conmigo una amiga entrañable. Era de esas amigas de la infancia que te escucha, te entiende y con la que nunca discutes. Ya no está entre nosotros y aún la extraño porque jamás volví a tener una amiga como ella.
Nieves Del Campo con 15 años
¿Viviste el racionamiento en tu infancia?
No recuerdo que tuviéramos problemas para abastecernos de alimentos. Ahora creo que nos beneficiamos de una situación que nos permitió vivir en una especie de burbuja. La economía de la abuela no era precaria. Si a ello le sumamos el trabajo de mi padre, no tengo conciencia de que sufriéramos carencias importantes.
Si tengo una vaga idea de que en el pueblo de mi padre, que no tenía agua corriente, sus gentes sufrieron la falta de agua durante aquel año que hubo una pertinaz sequía porque se secaron los pozos de los que se surtían.
¿Qué ambiente se respiraba a nivel social?
Bueno, lo que se implantó después de la guerra fue una dictadura. Las ideas que nos inculcaron eran acordes con el régimen político. Había mucho miedo.
Aun así, recuerdo que muchas personas de ideología liberal iban a pedirle favores a mi padre. Él era un hombre bastante tolerante y justo que no comulgaba con los extremos ni distinguía a las personas por su ideología política. Nos decía por lo bajo, ni todos los de derechas son buenos ni todos los de izquierdas son malos. Hay buenas personas y malas personas en todas partes.
De su experiencia en la División Azul, trajo el firme convencimiento de que tampoco todos los alemanes eran como nos habían contado.
Deduje con los años que de forma velada intentaba decirnos que aprendiéramos a discernir y tuviéramos más criterio propio y menos en cuenta las apariencias.
Qué duda cabe que la mayor influencia en nuestra educación vino de parte de la Iglesia. En la capilla del cuartel se celebraba misa todos los domingos y durante mi adolescencia tuve dirección espiritual.
Todo estaba reglamentado y había mucha rigidez en las normas.
Recuerdo que un día confesé, con gran pesar, que había comulgado, no dos horas después de haber comido como mandaba la norma, sino sólo una. El padre Pérez del Molino, que era mi confesor en ese momento, dijo – hija mía, no te preocupes, dios es mucho menos meticuloso que los hombres.
Este hecho, aparentemente insignificante, abrió una ventana en mi mente y empecé a ser más crítica con aspectos de la religión que con los años acabé considerando pura parafernalia.
¿Lo de ser maestra era vocacional?
Yo quería hacer el bachiller superior para estudiar filosofía y letras, pero mi madre dijo, no, una carrera corta que vienen muchos detrás. Elige, Magisterio o Enfermería.
Elegí Magisterio. Cuando acabé la carrera preparé la oposición y con diecinueve años era maestra.
¿Cómo fueron tus primeros años en el mundo de la docencia?
Aunque había solicitado La Escuela Hogar de Navelgas, fui enviada a un pueblín del conceyu de Grao que se llama San Pelayo de Sienra. Allí estuve apenas unos meses.
El autobús me dejaba en Vega de Anzo. Desde allí subía caminando a través de un prao y un monte desde el cual se divisaba un paisaje espectacular. Ese otoño hizo muy buen tiempo y yo era feliz subiendo y bajando por allí, pero cuando llegó el invierno y el tiempo empeoró, los doscientos metros que mediaban entre la casa donde tenía una habitación alquilada y la escuela, que era muy viejina y destartalada, estaban completamente embarrados.
Por fortuna enseguida me llamaron de La Escuela Hogar de Navelgas y a pesar de que ya me había encariñado con aquellos doce chiquillos me marché y no he vuelto. Como era fin de semana no pude despedirme de ellos. Por alguna razón esto es algo que me pesó durante mucho tiempo.
¿Cómo fue tu experiencia en La Escuela Hogar?
En Navelgas estuve dos años haciendo de maestra y casi de mamá de un puñado de alumnos de edades comprendidas entre los seis y los catorce años.
La escuela Hogar era un caserón cuadrado de piedra de sillar gris que hasta el año anterior había sido un convento cisterciense. Por supuesto no tenía calefacción y como estaba mal visto que las mujeres usáramos pantalones, a pesar de las intensas heladas teníamos que llevar medias de lana. Ese primer año me calenté como pude con los jerséis y las medias que me enviaba mi madre.
Todos, alumnos y maestras estábamos internos. Y no era raro que a media noche te despertara alguno porque le dolía algo. Me sentía un poco presa. Solo salíamos en Navidad y durante las vacaciones de verano.
Fueron dos largos años. La disciplina, a la que no estaba acostumbrada, se me hizo algo cuesta arriba. La directora, que tendría unos treinta y dos años, no nos dejaba salir de noche aunque los críos estuvieran ya acostados.
Compartía habitación con otras dos maestras. Las tres nos ocupábamos de los niños más mayores, que estaban alojados en el primer piso de aquel caserón.
Me divierte recordar las tardes de lluvia en que teníamos que entretener a los críos como podíamos y aunque no disponíamos de ningún instrumento, normalmente echábamos mano del cante y el baile. De hecho, uno de los niños me enseñó a bailar la jota vaqueira.
Lo que suponía una odisea era la ducha. Aquello parecía un campamento militar. Colocábamos a los niños en fila y el procedimiento era que primero se enjabonaban y después se aclaraban. Tan solo disponíamos de dos duchas, abiertas, por supuesto, con lo cual, huelga intimidad. Nosotras nos duchábamos cuando los niños ya estaban dormidos. Aún recuerdo la impresión del agua fría en la espalda cuando se terminaba el gas.
La Escuela Hogar se había creado para escolarizar a los niños de Las Brañas y las aldeas de vaqueiros desde las cuales era imposible ir y venir en el día. Entonces no existía el trazado de carreteras que tenemos hoy.
Nos impresionaba ver a aquellos hombretones usando zamarrona y botas que llevaban el paraguas colgado detrás. Eran los padres de los niños que algún que otro domingo bajaban desde Las Brañas para ver a sus hijos.
En Navelgas había un solo bar, Casa Lula. Y un taxi. Si queríamos ir a Oviedo teníamos que ir en autocar hasta Tineo. Allí cogíamos el Alsa hasta Oviedo. Para volver había que darse prisa porque el bus salía a las seis de la tarde. El Alsa tardaba dos horas en llegar Tineo, pero entonces había que esperar al autocar que nos devolvía a Navelgas. Esa parte se hacía eterna. El autocar iba parando en todos los chigres y pueblinos. Al final llegábamos a las doce.
El segundo años nos organizamos mejor. Los domingos íbamos en taxi a bailar a Luarca. Nos turnábamos para salir. Unos domingos salíamos unas y el siguiente las otras.
Y sucedió que tres compañeras sacaron el carnet de conducir y esa Semana Santa se compró un Renault 4L. A partir de ese momento nos turnábamos para ir a Oviedo los fines de semana.
Esa primavera vino tan buena que tanto los niños como las maestras nos atrevimos a bañarnos en el río. Era un placer disfrutar de esa agua hermosa y cristalina que bajaba del monte. Yo solía aprovechar el descanso de dos horas que tenía después de la comida para escribir en un rinconín inspirador entre árboles que había en un recodo escondido.
El río Navelgas, que le da nombre a la localidad, es famoso a nivel internacional por los Bateos del Oro que aún se celebran cada verano el último domingo de Julio.
¿Cómo viniste a parar a Lugas?
Estaba cansada del “encierro” de la Escuela Hogar y aproveché un concurso de traslado en el cual te comprometías a permanecer al menos seis años en la escuela de turno. Era una forma de impedir el constante baile de maestros que se producía en los pueblos.
Y pedí traslado a Lugás. De Lugás sólo sabía que estaba a cinco kilómetros de La Villa, donde tampoco había estado nunca. Llamé al cuartel de la Guardia Civil y me informaron, entre otras cosas, de que estaban construyendo una escuela nueva.
Mis padres me acompañaron para fiscalizar un poco el lugar. Cogimos un taxi y cuando llegamos vimos un pueblín muy compacto en cuya zona más alta se alzaba una preciosa iglesia. La escuela que estaban construyendo contaba en la parte superior con una vivienda muy cuadrada con tres buenos dormitorios, un amplio salón y gran cocina.
Siempre me sentí muy cómoda en Lugás y eso que ya el primer día alguien nos refirió el refrán: En Lugas La Santina y nada más y si me apuras un poco, La Santina tampoco. Era una forma de decir, aquí no se admite a cualquiera.
Recuerdo que el primer año al salir de clase a las cinco corría a coger el Alsa para Oviedo. Así que decidí sacar el carnet de conducir.
Como anécdota, puedo decir que mi padre y yo nos matriculamos juntos en la autoescuela. En esa época él estaba retirado y trabajaba como guarda nocturno en la Caja de Ahorros de Gijón. Ese trabajo estaba mejor remunerado y mi padre era feliz. Compró un piso y un coche.
Nieves en la escuela de Lugas. Año 72
¿Cómo se sentía una chica de ciudad en el medio rural?
No me costó ningún trabajo adaptarme a la vida rural. En el pueblo me sentí muy relajada y muy bien. No solo fui bien recibida, sé que me quisieron. De hecho, aún conservo amigos tanto entre las personas que vivían allí en esa época como entre mis alumnos.
Nada me produce mayor satisfacción que el hecho de se acerquen a saludarme hombres y mujeres que fueron alumnos para decirme que fui el motor que les inspiró para alcanzar sus metas. Siento sus triunfos como algo mío.
Que te recuerden que les gritabas y les reñías, pero acto seguido les pasabas la mano por la espalda en un gesto que significaba: no tengo nada contra ti, sólo quiero que corrijas lo que has hecho mal porque mi deber es enseñarte, es gratificante.
Haciendo balance soy consciente de que con alguno también me equivoqué. A pesar de que trabajé mucho sin tener en cuenta la cantidad de horas que invertía a costa de las que no dediqué a mi familia, es un placer para mi recordar esos fines de curso en que me encerraba en el laboratorio donde los cristales de las estanterías servían de espejo para ensayar tablas de gimnasia o funciones de teatro.
Te casaste con un maliayo. Cuéntanos tu historia de amor.
Hice amistad con unas chicas que se alojaban en el Casino, que entonces estaba situado en lo que hoy es el Hotel Carlos I. Debieron verme tan despistada que me invitaron a quedarme con ellas. Un jueves fuimos a una sala de baile que se llamaba Escorpio. Y allí estaba Rogelio.
Empezamos a quedar los jueves, porque el domingo yo me iba a Oviedo donde tenía un medio ligue. Pero llegó la fiesta de los Huevos Pintos y fui a La Pola. Resultó que mi ligue de Oviedo no pudo ir, pero Rogelio sí estaba allí. Empezamos a salir más en serio y poco a poco nos fuimos enamorando.
Rogelio es de Tornón. Cuando lo conocí trabajaba en Banesto, pero cuando volvió de la mili se dedicó a la venta de alimentos. Era lo que hoy se conoce como agente comercial.
El noviazgo duró dos años. Nos casamos y vivimos durante treinta años en la casa sobre la escuela. Ahí he criado a mis hijos.
De hecho, todo el mundo me conocía como la maestra de Lugás.
Boda de Nieves y Rogelio el 12.08.72
Hemos tenido un hijo y dos hijas. El mayor, Alejandro, tiene ahora 50 años. La segunda, Nuria, tiene 48 y la pequeña, Tania, tiene 45
¿Por qué dejaste Lugás?
Con la entrada en vigor de la EGB y la concentración escolar, que cerró muchas escuelas rurales, no me quedó más opción que venir a La Villa.
El primer año impartí clases en las escuelas frente a la Oliva. Había tantos niños que tuvimos que hacer turnos. Los alumnos del rural asistían a clase por la mañana y los de los de La Villa por la tarde. Al año siguiente se inauguró el Maliayo.
Los primeros años di clase de lo que se terciara. Fui la maestra de música, de lenguaje, de sociales o de educación física. Esta última materia había que impartirla en el patio si el día era soleado o en los soportales si llovía, porque no había polideportivo. En caso de frío intenso se realizaba en el pasillo. Todos nos esforzamos mucho porque había que sacar El Maliayo adelante.
¿Cómo viviste la entrada en vigor de la EGB?
Para mí no resultó tan traumático. Sin duda tenía desventajas, pero procuré verle las ventajas porque no había vuelta atrás.
La incorporación de la figura del maestro especializado en una materia, que era algo nuevo y contrario a la escuela unitaria, tenía, a mi juicio, la ventaja de que te permitía preparar la clase de antemano e impartirla un grupo de niños con capacidades similares, al menos potencialmente, porque todos tenían la misma edad.
Si bien es cierto que la escuela unitaria era más cercana, el plan de concentración también trajo mejoras. Por ejemplo, empezó a diluirse bastante la diferencia entre los escolares de La Villa y los del rural. Estos últimos se quedaban a comer, hacían amigos, en definitiva, se fueron puliendo y equiparando los unos con los otros.
Lo sentí por los más pequeños, que tenían que levantarse demasiado temprano para coger el autobús que les traía al colegio.
Unas palabras en favor de la memorización
Sin duda el razonamiento lógico y el arte de pensar son esenciales, pero no por ello podemos dejar de lado el ama que constituye la memoria.
Hubo un tiempo en que estuvo denostada y me parece un error. La memoria es un arma impresionante, ya sea que la use alguien con mayor o menor inteligencia, alguien que posea una buena memoria tiene posibilidades que no tendría si le faltara.
Si tenemos en cuenta que las habilidades se desarrollan en la medida en que se usan porque se refuerzan en el cerebro las conexiones neuronales del área en que se asientan, dejar de usar la memoria es un error garrafal.
El uso de los dispositivos, calculadora, agenda electrónica u otros, va en perjuicio de habilidades que en su día se tenían y que se han ido perdiendo.
¿Cómo testigo de los cambios que se han ido produciendo a lo largo de los años, cuales fueron a tu juicio los más significativos?
Cambios a nivel social
Diría que el más significativo se ha dado en el panorama político. Hace tiempo que dejamos atrás ese punto medio que marca el equilibrio y el crecimiento a nivel social. Pasamos de temer a un sistema dictatorial a tenerle miedo a la falta de inteligencia y de previsión en el uso que hacen del poder políticos partidistas que se desgastan en guerras internas que en muchos casos no piensan en el ciudadano
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Tampoco fue buena idea eliminar por completo la censura porque se perdió el sentido de la moral. Tan obtuso es considerar pecado darse un beso en público, como sucedía en su día, como permisivo hasta rebasar el límite lo que sucede hoy, que podemos ver a las parejas manosearse en plena calle.
Hay que educar a los individuos para que sepan hacer un uso correcto de la libertad. De no ser así, en el ejercicio de la suya atropellarán, sin saberlo siquiera, la de los demás, como podemos ver a diario, porque ahora todo vale.
Sin duda los medios de comunicación, amparados por políticas irresponsables, han sido un ejemplo nefasto en ese sentido.
La televisión, por ejemplo, sería perfecta si fuera educativa en lugar de un mero entretenimiento. Por desgracia es una ventana abierta a la banalidad y a la degradación. A través del contenido de los programas podemos observar como se ha ido produciendo de manera gradual una progresiva infantilización de la sociedad.
Esto puede apreciarse también en las letras de las canciones o en el boom de las redes sociales, que lejos de servir para interconectar a las personas, son un escaparate de vidas ficticias.
Hoy los jóvenes están sometidos a multitud de estímulos que les animan al consumo sin control de artículos que no necesitan mediante una publicidad cargada de erotismo gratuito.
E Internet, que es una fuente inagotable de información si se usa correctamente, es también una cueva donde habitan muchos lobos vestidos de cordero.
Como educadora, algo que me enerva y me parece imperdonable es la proliferación de la pederastia. Sin ser una mujer violenta, restauraría la pena de muerte solo para este tipo de delitos. Entiendo que un hombre pueda ser promiscuo porque está en su naturaleza, tanto da que sea heterosexual u homosexual, pero el que atenta contra la inocencia de un niño, ese no tiene perdón. Un niño es intocable.
Cambios a nivel educativo
A nivel educativo hemos pasado de la rigidez y la agresividad en las aulas por parte de los educadores a la excesiva permisividad.
Tratar al profesor como un igual es de las mayores idioteces que he visto. A un chaval de catorce años, por ejemplo, con las hormonas revolucionadas, con una fuerza física importante pero una mente completamente inmadura y un malestar creciente, porque ni es adulto ni es niño, si no contamos con estrategias para tenerlo bajo control le estamos perjudicando a él y a nosotros mismos como sociedad.
En mi clase, para que no se confundieran, ya el primer día les informaba de que en ese espacio mandaba yo. Que de mi parte tendrían todo mi respeto, pero exigía también el suyo. Usé la estrategia de llamarles de usted a fin de poner en el trato una distancia que implicaba respeto. No soy vuestra amiga – les decía – soy vuestra maestra. Y aun así siempre encuentras alguno que intenta subirse a tus barbas.
Cambios en la política
Con los años he ido perdiendo la ideología. Estoy francamente desencantada. Si comparamos a los políticos de ahora con aquellos que pusieron en marcha la democracia, creo que hemos perdido mucho.
Aquellos políticos de carrera que querían hacer un cambio porque habían sufrido los rigores de la falta de libertad, eran hombres honestos y trabajaron duro para que la transición fuese lo menos lesiva posible para los ciudadanos.
Con las sucesivas legislaturas, quienes se incorporaron a las filas de las distintas formaciones políticas fueron más y más decepcionantes, al punto de que hoy El Congreso de los Diputados es un circo donde se insultan como si fueran verduleras.
En lugar de intentar consensuar y dedicar el tiempo y los medios de que disponen, que son amplios, a buscar soluciones a los problemas que plantea la sociedad actual, se dedican a pelearse. Mientras, los ciudadanos asistimos impotentes al teatrillo de una panda de pícaros que solo buscan su propio afán.
No se trata siguiera de qué ideología gobierna, se trata de que los individuos que hoy nos representan la mayoría no tienen madurez, conocimiento, ni experiencia. ¿Qué sabe de la falta de recursos y como combatirla quien nunca la ha sufrido?
¿Cuál crees que es la razón de que la juventud actual esté desorientada al punto de atentar contra sí misma?
A mi juicio hay varias razones:
La familia se ha desmoronado. Era en su seno donde recibíamos los valores éticos. Con la modernidad y el igualitarismo mal entendidos se ha perdido el sentido de la responsabilidad y del respeto.
Hoy los jóvenes no conocen el valor del esfuerzo. Eso les lleva a creerse con derecho a todo sin que sientan ni un ápice de gratitud hacia nada ni a nadie.
Se les atiborra de distracciones y se fomenta la individualidad y la competitividad con la consiguiente pérdida de empatía o sentido de hermandad.
La recesión económica ha eliminado las opciones que tuvieron los jóvenes de otras épocas de incorporarse al mercado laboral. Sin perspectiva de futuro tampoco hay posibilidad de independencia. Sencillamente se sienten atrapados.
Otro factor a tener en cuenta es que cada vez somos más laicos. El sentido de trascendencia, inherente al ser humano, ha ido desapareciendo. Esto les deja huérfanos de esperanza a nivel espiritual.
Y para colmo está Internet que les da acceso a todo un mundo de información sin filtro de ninguna clase. El coctel es lamentable.
Nieves del Campo con 52 años
¿Qué opinas del feminismo?
Decir que debe haber respeto de un género hacia el otro, que ninguno de los dos debe servir al otro, que deben tener los mismos derechos ante la ley, luchar contra la lacra de la violencia y el abuso sexual, todo ello es de lógica y de justicia, pero no somos iguales.
Ni física ni psicológicamente somos iguales. La inteligencia es inherente al ser humano por igual, pero hay muchas características que son de cada género de manera excepcional y que hay que respetar porque las impone la misma naturaleza.
La palabra igualdad debiera desaparecer porque utilizada fuera de contexto lo que hace es perjudicar al movimiento.
El feminismo actual es en realidad un arma arrojadiza usada por los políticos para desacreditar y echar por tierra lo que se ha ganado en muchos años de lucha porque hacer justicia con las mujeres les importa un bledo.
Otra cosa que me parece exagerada es la exaltación que se está haciendo hoy en día de los distintos comportamientos y alternativa sexuales. Me parece ridículo. No hace falta ir por la vida contando con quien te vas a dormir, ya sea del sexo contrario o del mismo. Hay aspectos de la vida que debieran ser privados.
¿Cuándo te jubilaste?
Me jubilé en 2007 con 61 años, después de ejercer como maestra durante cuarenta
Me animaron en casa. Me decían aquello de, para qué quieres continuar levantándote tan temprano. Y me convencieron. Eso sí, el último año participe en absolutamente todas las actividades propuestas. Me apunte a todas las excursiones, hice teatro. Hice cuanto pude.
¿Y qué has hecho después?
Toda esa energía la fui canalizando a través de distintas actividades. Iba a pintura, a baile, a costura, a la coral a cantar. De hecho, llego un momento en que me agobié porque estaba aún más ocupada que cuando trabajaba.
¿Alguna anécdota simpática en el trabajo?
Una de las cosas que más me ha divertido a lo largo de los años ha sido las respuestas de los chavales en los exámenes cuando no tienen ni idea.
Recuerdo uno de ciencias en que la pregunta era diferenciar entre un planeta y una estrella. Un alumno respondió: el planeta es redondo y la estrella tiene picos. Y se quedó tan ancho.
Me consta que eres una artista polifacética. Háblanos de tus aficiones.
Amo la pintura. Ha estado presente durante toda mi vida como una forma de expresión y de evasión. Cuando tomo los pinceles y empiezo a colorear un lienzo al tiempo que escucho música relajante desaparece el sentido del tiempo, es como si viviera en una realidad paralela.
Me emociona contemplar las obras de Velázquez, Ribera, Murillo, Tiziano o Botticelli. El Bosco, por ejemplo, merece mención aparte porque su obra El Jardín de las Delicias es atemporal. De haberla pintado ahora no desentonaría nada. También me gusta el realismo de Goya y me fascinan los impresionistas franceses. Sin embargo, no me gusta mucho el arte abstracto.
La escritura es algo que también me ha acompañado desde muy joven. Era una forma de plasmar emociones. Es el arte de reconectarse con una misma, aunque debo reconocer que ha habido épocas de sequía creativa.
Como maestra tengo deformación profesional. El mero hecho de plasmar letras en un papel; esos pequeños dibujos con significado que sirven para crear palabras con las que construir oraciones, me parece pura magia.
Escribir es también una terapia que sirve para tomar distancia del propio personaje. En la escritura nos volcamos a nosotros mismos. No siempre, pero si con frecuencia, ponemos en ella alguna faceta de nuestra personalidad. Y digo no siempre porque esto también puede ser algo engañoso a los ojos del neófito. A veces creamos el personaje que nos gustaría ser adornado con características opuestas a las que habitan nuestra personalidad. Por último está el hecho de que ayuda a vaciar el ruido de la cabeza y esto es sanador.
Por supuesto me gusta la lectura, donde tengo mis filias y mis fobias. Disfruto leyendo a Noah Gordon, Ken Follet, las hermanas Bronte, o Leon Uris, por citar algunos y me desagradan autores consagrados como Jesús Marías, Cela o Umbral.
Me encanta restaurar cosas, dándoles una segunda vida o devolverlas a su antiguo esplendor. Soy amante del teatro. Las representaciones que hicieron los chavales tanto en la escuela como en el instituto estuvieron a mi cargo. Y por último, debo decir que amo la música, especialmente el canto. Siento orgullo de pertenecer a la coral Capilla de la Torre. Es un honor y un constante disfrute.
Nieves Del Campo y Tina Villar en el Pórtico de Santa María de Lugas
Cuadros pintados por Nieves Del Campo
VIDEO de Nieves del Campo Álvarez cantando - Haz clic en el enlace inferior
https://www.youtube.com/watch?v=C94aJL49oxE