Tere Sopeña de Rozaes nos regala su primer poema escrito: “El dolor del joven ciego”
Cuando le hicimos esta foto a Tere nos confesó que le gustaba escribir desde “ñeña”, pero hasta su jubilación en el Bar de Rozaes no tuvo tiempo para dedicarse a esta afición. Queremos que sea la protagonista de nuestro “Rincón del Poeta Maliayés”. Le va hacer mucha ilusión verlo publicado… y a nosotros… más. Tere gracias por este "regalo" para nuestros lectores y felicidades…
Tere Sopeña tiene 75 años. Vive en Rozaes y cuando se jubiló hace diez años comenzó a participar en los talleres del programa “Tiempo Propio”, que venían desde el Instituto Asturiano de la Mujer. Uno de esos talleres era “Escritura Creativa” y desde allí estimularon en ella la afición por escribir, concretamente poesía, que es donde se encuentra con más facilidad para desarrollar.
Nunca antes había escrito nada, eso sí, le leía mucho a su madre de todo lo que pillaba, su madre murió con 94 años hace poco y ella estuvo hasta el último momento leyéndole todo lo que caía en sus manos, pues su madre disfrutaba mucho con ello.
“El dolor del joven ciego”
Señor, que mis ojos has cegado,
Y en estos días que vivo,
De añoranzas soy esclavo
De recuerdos cautivo
Oh Dios de mi corazón,
Déjame saber siquiera,
Por qué me das el dolor
De esta espantosa ceguera.
¿Por qué me dejaste ciego?
¿Por qué me diste esta cruz?
¿Por qué me diste la luz
Para quitármela luego?
Señor, tú que eres grande y bueno,
¿Por qué me dejaste ciego?
Todo está oscuro, todo está negro
Y yo en la oscuridad me pierdo.
Dame, Señor, tu Mano Santa,
Que mi soledad me espanta,
Las horas se me hacen largas,
Oscuras, tristes y amargas.
Te pido, Señor, paciencia
Para llevar esta cruz,
Entre tiniebla y tristeza,
Sin esperanza de luz.
Los celos de Carmela
A Carmela, ¿qué le pasa,
Que está triste y pensativa
Ella que ha sido siempre
La reina de la alegría?
Cruzando la pasarela,
Carmela suspira y llora,
Viendo subirse al barco,
El galán que la enamora.
Muy triste se queda ella,
Viendo el barco marchar,
Navegando en alta mar,
Ocultándose como una estrella.
Es que la pobre chavala
Está tan enamorada
Que sigue con la mirada
En la mar fija y clavada.
Pensativa quedó Carmela
En el ancho malecón,
Le preocupa que su novio
Pueda encontrar otro amor.
Con un gesto de impaciencia,
La joven mirando el cielo,
Pide piedad y clemencia
Para el dolor de sus celos.
A Carmela le amargan los celos,
No lo puede remediar,
De un joven marinero,
No se debió enamorar.
Teresa se despide de esta manera con sus poemas:
“No sé si vos gustarán,
Pero a mis 75 años
Mi cabeza no da pa más”