Los misterios y supersticiones de la "Fuente les Xanes" de Villaviciosa – VIDEO
Videoreportaje de esta fuente en Foncaleyu - Cazanes, donde cuentan las leyendas que de ella cuidaban cuatro xanas y otros extraños seres. Os lo contamos aquí. Ver {…}
A este misterioso manantial en Foncaleyu – Cazanes, ya se referían según el estudioso de la historia local, Senén Rivero, con leyendas y supersticiones los escritores maliayeses, Joaquín García Caveda, Álvaro Ciaño Canto y Jesús Pando y Valle, en publicaciones del año 1877,
Escribieron sobre la fuente del les Xanes, como un manantial de agua abundante, cristalina y de excelente calidad, en un lugar de leyenda donde vivían cuatro xanas blancas y otros misteriosos y extraños seres, en un encantado lugar con áurea mágica donde también se encuentra la ermita de Foncaleyu.
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Sigue leyendo para conocer las leyendas de esta misteriosa fuente...
Cuentos y Leyendas de Foncaleyu
Senén Rivero Cueto
En la parroquia de Cazanes, en un pequeño valle bajo la carretera del Pedrosu a la altura de Vistalegre, desciende por un empinado camino, una senda que nos lleva a uno de los
lugares más recónditos y con más leyendas de nuestro concejo, Foncaleyu. Existe en él una capilla y una fuente que excitaron la imaginación de nuestros escritores del siglo XIX. La ermita no contiene inscripción fundacional, ni aparece catalogada en ningún índice. El primero que nos habla de ella es Francisco de Paula Caveda y Solares, padre de Caveda y Nava, que hacia 1800, en su descripción del concejo de Villaviciosa, el apartado de la parroquia de Cazanes, menciona la capilla y la fuente de Foncaleyu: “Es un santuario de Nuestra señora, tenido en mucha veneración en todos estos contornos, dicen que es una capilla muy antigua, pero no consta de documento alguno, ni su fábrica denota antigüedad.
Está a un lado de una pradería espaciosa, en arrimada al monte de la Cobertoria y poniente de la iglesia.
El día de la Asunción de Nuestra Señoras se celebra aquí una romería, antes era muy concurrida, en el día de hoy no lo es tanto. La renta de siete fanegas de pan que tenía ésta capilla, se reunió a la fábrica de la parroquial, juntamente con la mitad de los diezmos de la Juguería del cabildo de Oviedo, por diligencias que hizo, no ha muchos años, uno de los párrocos de esta parroquia. La fuente de Foncaleyo nace cerca de la capilla, en arrimada a una altura de piedra caliza, es agua muy fría de mucho manantial, pero cruda.”
El diccionario de Madoz en 1845 menciona la ermita, pero no da ningún dato sobre ella. Lo mismo hace el Libro “Villaviciosa y su progreso” de 1928, al citarla como una de las tres capillas de Cazanes junto con San Cipriano de Abayu y Sorribes.
Miguel González Pereda relataba en “Cubera” en 1985, leyendes sobre la fuente de les Xanes. ” En el antiguo camino de Villaviciosa a Gijón, el que subía por la Vega, pasa por delante de la fuente de le Xanes. En el lugar de Foncaleyu. A su lado se levanta la capilla de Ntra. Sra. De Foncaleyu, y todavía se pueden ver restos de una antigua edificación de piedra, donde habitaba el monje que cuidaba el lugar y que el día de la fiesta, el 15 de agosto, desde el balcón “pedricaba” a los romeros. ¿La capilla levantada sobre un antiguo lugar de culto precristiano, y el monje heredero de los conocimientos de un antiguo druida? Todo parece indicarlo así. La fuente de les Xanes es un manantial abundante, de agua de excelente calidad, que riega los ricos pastos de la zona y baja retozón por la carbayera de Sorribes a fundirse en el Huetes.
La fuente de Foncaleyu, llamada de les xanes, hoy muy afeada por una chabola para captación de agua.
Antiguamente la cuidaban cuatro xanes, pero actualmente sólo queda una, llena de tristeza y melancolía. Sale poco. La noche de San Juan y poco más, cuando estaban allí sus compañeras era distinto”
Para Agustín Hevia sin embargo, aunque no existen datos sobre su fundación de la iglesia en el archivo diocesano, tiene trazas de ser una capilla románica, tanto por sus canecillos perimetrales como por su estructura y la data de finales del siglo XIII.
De ese lugar nos hablaron tres escritores locales de la segunda mitad del XIX en muy distintas circunstancias: Jesús Pando y Valle, Joaquín García Caveda y Álvaro Ciaño Canto.
No es éste el momento ni el lugar de hacer la historia completa de sus autores y su historia pero si tiene interés, tratar de destapar artículos prácticamente desconocidos en nuestra villa por haber sido realizadas en periódicos y libros de muy poca difusión, que nos quedan muy lejanos. Por fortuna, ahora se están realizando digitalizaciones en todo el mundo de fondos antiguos, lo que nos da acceso a publicaciones que de otra manera sería imposible de encontrar. En éste caso se encuentran los artículos que vamos a reproducir a continuación.
El primero llamado “Tradiciones Asturianas. La fuente de las xanas” es obra de Jesús Pando y Valle, se publicó el 20 de julio de 1877 en el periódico Artes, Letras y Ciencias “Cadiz”, editado en la misma ciudad. No se encuentra reproducido en ninguno de sus libros y si hoy podemos disfrutarlo es por el potente motor de búsqueda de la Biblioteca Nacional donde se encuentra digitalizado, ya que de otro modo sería una remota casualidad el poder dar con él. Desconocemos las razones de Jesús para publicar el artículo en periódico tan lejano, tal vez se debió a contactos establecidos en Madrid, donde el autor se trasladó a vivir ese año.
Jesús ya había publicado el año anterior en 1876 un pequeño libro en Oviedo ”Pequeños poemas” en el cual aparece Foncaleyu, en un largo poema en tres cantos “La fuente misteriosa ”dedicado a su amigo D. Fermín Canella y Secades. En él nos cuenta la historia de Simón, un francés que viene a Asturias de soldado con los ejércitos napoleónicos y gravemente herido queda abandonado en Foncaleyu. Tras ser recogido y curado por un lugareño, pasó varios años allí antes de su regreso a Francia, para encontrarse que su prometida, la mujer con la que soñaba, ya estaba casada. Tras el desengaño volvió a Foncaleyu y edificó durante años la capilla viviendo en una pequeña casa al lado, dedicándose a la oración hasta su muerte.
En el prólogo de éste libro “Pequeños Poemas” Joaquín García Caveda nos da otra visión de la leyenda que tiene visos de ser tradicional:
“Cuéntase que a principios del siglo, cuando el guerrero corso cruzaba la Europa, al frente de aquellos aguerridos ejércitos que fatigaron la victoria, dejose ver en las inmediaciones de la misteriosa fuente de Foncaleyu, que la crédula imaginación de nuestros mayores ha poblado de fantásticas Xanes, un hombre envejecido y abrumado por el cansancio del sufrimiento, más que por el peso de los años. Con una pequeña caja bajo el brazo y en la mano el cayado que le ayudara a salvar los encumbrados riscos pirenaicos y profundos valles que de ellos nos separan, recorría los alrededores de la misteriosa fuente, taciturno y melancólico como si le abrumase el peso de una desgracia, o el recuerdo de un crimen.
¿Quién era este hombre y que encerraba aquella caja misteriosa que a todas partes llevaba consigo? La pública curiosidad justamente excitada quiso encontrar en ella la solución del misterioso enigma así que una apacible muerte puso término a la vida penitente y santa de aquel desconocido.
Abierta la caja halláronse cuidadosamente encerrados en ella varios huesos que constituían el esqueleto de una mujer…
¿Éste esqueleto revelaba la historia de una pasión desgraciada? ¿Era el anuncio de algún crimen hasta entonces oculto?
Tu poema resuelve afirmativamente la primera pregunta, y así le prestaste animadas escenas y rasgos de vivo color poético imprimiéndole un más exacto sello de certeza de que es garantía segura la proverbial volubilidad de las mujeres…. transpirenaicas.
El acertado desempeño del poema me anima a unir mi voz a la opinión autorizada del ilustrado autor del prólogo, insistiendo en la conveniencia de dar a luz exornadas con los atavíos de la poesía, las múltiples tradiciones de nuestra provincia.
Entre las ruinas de viejos torreones, al borde de la cristalina fuente que en apartados recodos mana, bajo las sombrías bóvedas de los desiertos claustros , al pie mismo de las ermitas con que la piedad cristiana ha poblado las encrucijadas de nuestros caminos y en el seno de esas profundas grutas habitadas por hermosos seres, víctimas de malignos encantamientos, hallará tu imaginación campo holgado a su febril actividad, y elementos múltiples en que ensayar sus vigorosas fuerzas, arrancando del injusto olvido en que yacen, hechos, historias y leyendas nacidas en remotas edades.
TRADICIONES ASTURIANAS. LA FUENTE DE LAS XANAS.
Ningún pueblo, por ilustrado que sea, deja de tener infinitas supersticiones, que son por tanto mayores, cuanto más es la sencillez de sus habitantes y menos sus conocimientos científicos y filosóficos.
Los aldeanos de la península escandinava, los noruegos, los holandeses, los alemanes, y rusos próximos a las regiones del helado mar Glacial, son los más dados a los cuentos fantásticos y a la creación de seres imaginarios, que según ellos pueblan el espacio e influyen poderosamente en los destinos del hombre; seres que han inspirado las más sentidas y delicadas canciones populares.
No obstante también los moradores de la fértil y pintoresca España, de la industrial y activa Francia, de la monumental Italia, y de la clásica Grecia en las comarcas rurales, muy especialmente hacia el Norte, tienen aquellas preocupaciones que parecen originarias de la mitología.
De esto hay una palpable prueba en el antiguo Principado de Asturias, baluarte inexpugnable para la invasión agarena, que ocasionaron los desgraciados e impúdicos deseos amorosos del tristemente célebre Rey godo D. Rodrigo.as Xanas, moradoras de las fuentes tranquilas y deliciosas, que brotan del áspero peñasco en la frondosa enramada, o del arroyuelo, que besando las silvestres flores y resbalando por entre las guijas y menudas arenas, va a morir entre las ondas del cantábrico mar, tienen todos los caracteres de las náyades y las ninfas de las religiosas leyendas de los griegos, y son los seres que brotaron de la imaginación de los muy nobles satures
Como testimonio de esto, vamos a poner en conocimiento de nuestros lectores, lo que no hace mucho hemos oído de boca de un anciano, en ocasión en que visitábamos la fuente llamada de Foncaleyu.
Al lado de frondosa arboleda, situada sobre una alta colina, de la cual como raudal de plata se despeña linda cascada, cuyas aguas serpenteando por entre hinojo, violetas, lirios y otra multitud de flores y arbustos aromáticos, van a confundirse con las de la ría de Villaviciosa, en la provincia de Oviedo, está situada la airosa y solitaria ermita de Foncaleyu, de no muy remota antigüedad, pero en cuyo sitio, según la tradición, existió en tiempos pasados otra que amparó del rigor de las temperaturas y de ferocidad de los lobos, al monje Simón, del que nos hemos ocupado en uno de nuestros libros.
Junto a la capilla se encuentra una pequeña y derruida casa que albergó hace más de setenta años a un pobre emigrado francés, que cuando la memorable revolución de 1789, cruzando los riscos y escarpados senderos de los Pirineos, vino a rendir culto a Dios en aquella apartada soledad: y no muy lejos de uno y otro edificio se halla la misteriosa y encantada fuente de las Xanas, de la que el vulgo cuenta misterios tales, que nosotros, movidos de la curiosidad, hemos querido verla y averiguar la verdad de lo que de boca en boca corre desde luengos años.
Para satisfacer la curiosidad hemos ido a Foncaleyu, y con el correspondiente permiso de persona autorizada, entramos en las ruinas, que no otra cosa pueden llamarse de la que fue casa, miramos, examinamos, revolvimos y nada de particular encontramos, a no ser alguno que otro murciélago, que aturdido de vernos en sus oscuras guaridas, revoloteaba sobre nuestras cabezas.
Fuimos después a la fuente en la cual, aparte de su pintoresca situación, nada de extraño encontramos.
Descansamos un rato, y habiéndonos distraído contemplando el hermoso cuadro que ante la vista se presentaba, nos sacó del éxtasis un viejo aldeano que conducía un rebaño de vacas y carneros a la fuente; demostraba en su aspecto franqueza e inteligencia, y así era: entablamos con él conversación, le gustó la nuestra, y así que bebieron sus ganados nos invitó a tomar una taza de leche en su compañía.
Agradecimos en el alma la oferta, pues sentíamos ya desfallecimiento, y contestándole afirmativamente emprendimos con él la marcha.
Durante ésta, salió como era de esperar lo de las Xanas, y nosotros que anhelábamos encontrar quien nos pusiera al corriente de algo que hubiera visto u oído de esos misteriosos seres, le preguntamos con afán, si había advertido alguna vez en la fuente la presencia de ellos.
El viejo, aunque inteligente, era hablador y supersticioso, y a poco rato de entablar conversación, con un lenguaje extraño a su clase y condiciones, narró lo que vamos a contar a nuestros lectores.
Siempre, dijo, como hacia las doce de la noche, se ve rodeada la fuente de luces de todos colores, formando una fantástica iluminación; si entonces se acerca alguna persona, aunque sea a cien varas de distancia, se desmaya por el fuerte olor que percibe. Durante media hora brillan las luces, y grandes pájaros de inmensas alas salen del centro de la fuente; luego en confuso tropel, y corriendo unos tras otros, se presentan multitud de animaluchos, de formas diversas y extrañas que provistos de toda clase de instrumentos, lanzan al aire melodiosos acordes.
Por fin, una refulgente aureola de color de rosa, forma un círculo en derredor de la fuente, como a veinte varas, y en el centro de él aparecen vestidas de tenues y blancas túnicas salpicadas de flores verdes las Xanas, cuyo aspecto decía el viejo ser encantador. Blancas, tan blancas como los ampos de la nieve, sus azules ojos como el cielo en una tarde serena, contrastan admirablemente con sus finísimos labios, pequeñas flores de granado que en su interior guardan las codiciadas perlas, y todo su aspecto parece ser de serafines bajados del empíreo.
Apenas las Xanas asoman, tiernos ruiseñores y alegres alondras gorjean admirablemente y se aspira delicado aroma, así como de magnolia y azar que hace experimentar sensaciones extrañas. Ellas se sonríen entre sí, pero de su boca jamás se escuchan palabras inteligibles, a no ser cuando dirigen severas reconversiones a los que pretenden desentrañar el misterio de su vida.
Si en alguna ocasión, atrevido galán o incauta doncella, en medio de su curiosidad, después de repetir y escuchar las frases más amorosas, antes de retirarse al lecho para descansar, salen a observar los misteriosos seres, un sello se pone a sus labios porque enmudecen y una venda a sus ojos porque ciegan; por eso ningún soltero se acerca después de las doce de la noche a la fuente de Foncaleyu.
De día en muy pocas ocasiones se presentan las Xanas; sólo cuando una furiosa tempestad se desencadena, las ve mecerse sobre las nubes aquel cuya muerte está cercana. También suele notar su presencia la aldeana que desobedeciendo a su marido y abandonando sus hijos, se entrega a placeres impropios de su estado; entonces y sólo entonces pronuncian palabras que se entienden, pues aunque no se las vea se las oye cantar:
Labradora, labradora,
Deja la pradera
Que tu hijo llora
Y tu esposo te espera.
Si en el acto no son obedecidas sus órdenes, las contraventoras sufren horribles convulsiones, pierden el conocimiento y caen exámines, causa por la cual ninguna hasta ahora supo dar noticia cierta acerca de lo que pasa.
Cuando llegaba aquí el relato del anciano, que estaba tan entusiasmado contando, como nosotros escuchándole, nos sacó de tan grata tarea la campana de la aldea cercana, que indicaba que eran las doce, y por consiguiente la hora de comer.
Apercibidos de esto, suspendimos, no sin el propósito de reanudar la interrumpida conversación cuando Dios quiera.
Jesús Pando y Valle.1877
El Segundo artículo, llamado “Foncaleyu”, se encuentra en el libro “De Asturias” publicado en La Habana en 1900 por Carlos Ciaño Canto y del que se editaron muy pocos ejemplares.
Tan pocos que en España no existía en ninguna biblioteca pública y en Cuba no se encuentra en la Biblioteca Nacional. En este caso fue la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos la que digitalizó el libro y a través de ella volver a difundirlo a todo el mundo. En el libro Carlos Ciaño recoge artículos de costumbres de él y de su hermano Álvaro, que murió en la Habana de fiebre amarilla en1885 alos 26 años. Álvaro, nacido en Villaviciosa en 1859, era hijo del médico Tomas García Ciaño, tras estudiar el bachillerato en Valdediós, ingresó en la academia de infantería de Toledo, llevado por su vocación por la carrera de las armas. Pero por problemas de salud lo tuvo que dejar a los dos años. En noviembre de 1884 emigró a Cuba a reunirse con su hermano Carlos que residía allí desde dos años antes. Se dedicó a la literatura, trabajando en el periódico “El Eco de Covadonga” que dirigía su hermano Carlos entre enero y mayo de 1885, pero al poco tiempo contrajo la enfermedad y falleció.
FONCALEYU
Dijo un sabio, que, toda historia tiene algo de novela y toda novela algo de historia, cosa que ni un momento pongo en duda: mas como siempre se ha dicho que no hay regla sin excepción, yo la voy a mostrar en la presente narración, histórica en todos sus puntos, comenzando por hacer una pequeña descripción geográfica del lugar donde se desenvuelven los acontecimientos. La vertiente septentrional de la sierra de Arbazal, la oriental de los montes de Peón y Cobertoria, y la occidental de Cubera forman la cuenca del Linares, río que después de fertilizar el pintoresco valle de Villaviciosa, sigue la caudalosa ría llamada del Puntal. Nada más delicioso que el curso del Linares; al pie del monasterio de Valde-Dios, se desliza bullicioso por las verdes praderas de Puelles y Grases, mueve las modestas máquinas de la fábrica de Maojo, se dirige a San Juan de Amandi donde recibe la afluencia del Profundo, baña después la vega de Villaviciosa y se pierde en el Cantábrico entre el Puntal y la Piedra de Rodiles.
En la margen izquierda del Linares subiendo a la Peña Castiellu y siguiendo por un sendero interceptado por muchas saltaderas, con lo que dicho se está que ni siquiera es camino de herradura, se encuentra a espaldas del bosque de Sorribas un pequeño valle, tan pequeño como frondoso y bello, el cual recibe el nombre de Foncaleyu.
Un verde prado tapizado con aromáticas flores que embalsaman la atmósfera: un espeso bosque formado de añejos robles cuyas espesas copas interceptan los rayos solares; rosales silvestres, matas de madre-selvas, flores de San Juan y árboles frutales regados por un manso arroyo que mana de la vecina fuente, circundan la pradera, y por último, al pie del próximo cerro que limita el valle se alzan una ermita y una casa, próximas a la citada fuente.
Ni la ermita ni la casa ofrecen exterior ni interiormente nada de notable: en la ermita se venera una pequeña imagen de María cuya fiesta se celebra el 15 de Agosto, pero que hoy está en decadencia y la romería de Foncaleyu no es ni un recuerdo de lo que fue, a causa de celebrarse otras romerías en aquel mismo día en varios santuarios de la comarca. La casa está deshabitada hace mucho tiempo y no hay miedo de que la ocupe ningún ser viviente ni aún tampoco que ande por sus contornos a hora desusada: tal es el pavor que infunde la historia que de ella se cuenta. La última inquilina fue una pobre viuda sin hijos ni parientes que por haberla atribuido pactos con el demonio y conferencias en aquella casa, ha tenido que abandonarla y hoy vive a algunas leguas de distancia.
El pequeño arroyo que riega el valle es para los habitantes de la comarca un nido de xanes y encantadoras, que seducen con sus cántico e historias a los que a la fuente van a beber y a las zagalas que lavan la ropa en sus márgenes; por eso el valle de Foncaleyu está siempre solo con su lozana vegetación; su frondoso bosque, su cristalina fuente, su ermita y su misteriosa casa
Nada se sabe de cierto respecto a la fundación de la ermita de Foncaleyu; ni un carácter arquitectónico, ni una inscripción, ni el más ligero vestigio lo hace adivinar; no sucede lo mismo con la misteriosa casa: he aquí la verídica narración de cómo, por quién, y cuando fue edificada.
Corría el año de 1794: en una tarde, cuando los últimos fulgores del crepúsculo alumbraban la tierra, un hombre de mediana edad, de apacible semblante, en el que se pintaba una mezcla de profundos sufrimientos y religiosa resignación, cubierto de polvo y jadeante por la fatiga de un largo y penoso viaje, caía medio desfallecido a la puerta de la ermita pronunciando frases intangibles que lo mismo podían ser plegarias que imprecaciones. Examinando detenidamente al misterioso peregrino, tanto por la elegancia de su traje como por su noble aspecto, adivinábase a un hombre de elevado origen que tal vez impelido por la incontrarrestable fuerza de la desgracia caminaba por países para él extraños y hacía aquella noche etapa en Foncaleyu , sin llevar más equipaje que un saco repleto que frecuentemente abrazaba con muestras de profundo dolor y cariño, regándole con abundantes lágrimas, cual si encerrase aquel objeto un pedazo de su alma. Cuando el encargado de cuidar la ermita fue a tocar la oración de la tarde se aterrorizó al oir los gemidos del peregrino que exclamaba.
¡Helás! ma cher femme! ma cher femme! Y creyendo el sacristán que era un pobre que se quejaba de fame, se repuso un tanto de estupor y a fuer de caritativo fue a brindarle su cena, a lo que contestó el invitado, con pronunciado acento extranjero, rehusando después de darle las más sinceras gracias. Insistió el bueno de sacristán en llevarlo a su casa, más el peregrino, siempre con galantes excusas se negó y pasó aquella noche en el atrio de la ermita. A la mañana siguiente vieron todos los labradores como el misterioso personaje, después de contemplar el delicioso valle, no daba muestras de abandonarle, y como escogiendo terreno, se disponía a construir una cabaña. Pasaron días y meses, y el peregrino ya trabajando en un pequeño huerto, ya ayudando a los labradores, dándoles sabios consejos agrónomos y enseñándoles a aprovechar el agua del arroyo, fue captándose las simpatías de
ellos y pronto le tuvieron por un santo. La cabaña se convirtió mas tarde en casa, merced a la cooperación de los campesinos, y cuando corrieron años y ya viejo el peregrino, no podía dedicarse a las faenas de labranza, pasaba la vida rezando y llorando; hasta que le sorprendió la muerte abrazado al saco con que llegó a Foncaleyu. Después de las exequias, cuando los aldeanos llenos de curiosidad fueron a abrir el saco, hallaron un cráneo y todos los demás huesos de un cuerpo humano; llenos de espanto dieron parte a la justicia, la que sólo pudo averiguar que el peregrino era un emigrado francés que huyera de los terrores del 93, y que quizás aquellos restos fueran los de una persona querida decapitada según las señales que presentaba el esqueleto, mas el vulgo siempre aficionado a lo misterioso no dio crédito a este aserto y atribuyeron al pobre emigrado toda clase de crímenes y atrocidades; por eso infundió tanto terror en la casa, y sólo fue habitada por una bruxa, la cual vive ahora muy lejos de la casa, como quedó dicho.
Cuando la bruxa habitaba la casa del difunto extranjero, apareció una mañana muerto de una puñalada en el corazón, tendido detrás de un matorral cercano al lugar, un mozo cortejador y pendenciero, llamado Gregorio Pendueles, a quien no se le conocía, sin embargo, rivales ni enemigos.
Acudió la justicia, levantó el muerto, instruyó las primeras diligencias, puso en movimiento la Guardia civil en persecución del criminal, y al mes de la desgracia, ni por el más pequeño indicio se pudo descubrir el misterio de aquella muerte. Varias personas fueron, por sospechosas, encarceladas y puestas en libertad después de tomarlas declaración, porque nada resultaba contra ellas; y he aquí que, necesitando la gente del lugar un culpable, se fijó en la infeliz mujer que habitaba la casa del extranjero, y a quién tenían en concepto de bruja. Con tanta insistencia se acentuaron los rumores, tales acentos de verdad tenían las acusaciones que contra ella se lanzaban en voz baja, no faltando quien asegurase que la había visto salir la noche del crimen, de su vivienda, en dirección al sitio en que se encontró el cadáver, ocultando un enorme cuchillo, que el Juez de instrucción, más bien por desvanecerse las murmuraciones que por darles crédito, hizo practicar un registro en casa de la pobre mujer, bien ajena por cierto a semejante acusación. Lo particular del caso es que, practicado el registro, la Guardia civil tuvo por conveniente detener a la mujer, llevándola custodiada hasta dejarla en la cárcel de la próxima villa. El cacareo entonces subió de punto, y hasta los más incrédulos dieron por seguro que la bruja era la verdadera matadora de Gregorio Pendueles. ¿Qué había encontrado la Guardia civil en el registro practicado para no vacilar en llevársela presa? Un cuchillo de punta aguda lleno de manchas de sangre, y un papel de estraza oculto en el vasar con estas palabras escritas en letras desiguales y torcidas: “Día siete de Agosto maté al G. P.”. La cosa era bien clara: el cuchillo encontrado había herido de muerte al G. P., es decir, al Gregorio Pendueles. La detenida, que como he dicho, ignoraba la tremenda acusación de que era víctima, al ser interrogada al día siguiente por el Juez de instrucción y al informarse de cuánto se decía contra ella, sin acertar a defenderse, rompió en amargos sollozos. Algo más tranquila después de aquel desahogo de su alma le preguntó al Juez:
-Señor, ¿en qué se funda la gente para acusarme?
El Juez, después de asegurarla que no había creído nunca semejantes habladurías, respondió que se había visto obligado a ordenar un registro en su casa… que dio por resultado el hallazgo del cuchillo lleno de sangre y el papel escrito y oculto en el vasar, que ella podía ver y examinar. La mujer al oír esto se persignó repetidas veces, y cogiendo el cuchillo y el papel que le presentaban, dijo así:
-Efectivamente, señor, el día 7 de Agosto por la mañana mate al G. P. con ese cuchillo; pero el G. P. no era Gregorio Pendueles, sino el gallu pintu, cuyas plumas pudo ver la Guardia civil. Y así fue, y así pudo probarlo con toda claridad, disponiendo entonces el Juez su excarcelación, con penas severas para aquellos de sus vecinos que volvieran a molestarla. La buena mujer juzgó prudente irse a vivir lejos de la maldita casa, que aún se la mira con profundo terror por creerla habitada por una bruja. Son, como han visto, cuentos y leyendas con la pátina de lo antiguo, de un lugar con un aura mágica. Las tradiciones caen poco a poco en el olvido y hoy día muchos de los vecinos de
Cazanes no saben que la fuente de Foncaleyu se llamaba de “les xanes”. Afortunadamente, en los últimos años, se ha constituido la asociación de vecinos “Foncaleyu”, presidida por el entusiasta Fernando Valdés, con página propia en Facebook, que está realizando una gran labor de recuperación en su parroquia. Se encarga de la organización de la fiesta el 15 de agosto, de la puya del ramu, de realizar un amagüestu anual en el prau de ermita y de la organización del día del socio, en la que se nombran socios de honor a vecinos comprometidos en la defensa del pueblo. !!! Que así sea!!!
Publicado en el libro de la Semana Santa 2014 de Villaviciosa
Villaviciosa, 2014. Senén Rivero Cueto.