Homenaje familiar en Villaviciosa a Gonzalo Cerezo Barredo en su 90 cumpleaños
Periodista, escritor, político, entre otras muchas facetas, el acto reunirá a tres generaciones en torno al 90 cumpleaños de este polifacético maliayés, nacido el 7 de marzo de 1926. Está en posesión de distintas condecoraciones, entre ellas la Gran Cruz de la Orden de Cisneros al Mérito Político o la Medalla de Plata del Trabajo, entre otras.
Periodista, escritor, político, entre otras muchas facetas, el acto reunirá a tres generaciones en torno al 90 cumpleaños de este polifacético maliayés, nacido el 7 de marzo de 1926. Está en posesión de distintas condecoraciones, entre ellas la Gran Cruz de la Orden de Cisneros al Mérito Político o la Medalla de Plata del Trabajo, entre otras.
Un acto cargado de simbolismo y una celebración que reunirá en torno al homenajeado a medio centenar de familiares e invitados, entre los que se estarán hijos, nietos y bisnietos, llegados desde Madrid, Valencia, Asturias, Alemania, Argentina, Estados Unidos y Villaviciosa
Una celebración que comenzará a las 19 horas, con una misa oficiada por un hermano del homenajeado, en la iglesia de Seloriu, para acto seguido proceder a la cena homenaje
Cerezo aunque residió gran parte de su vida profesional en Gijón, Oviedo y sobre todo en Madrid, nunca perdió el vínculo con su tierra natal, como señala de forma simbólica, el que se quiera celebrar tan importante acontecimiento, rodeado de su extensa familia en su Villaviciosa natal, donde su figura fue reconocida en el año 1.987 con el honor de dar el pregón del Festival de la Manzana y el recibimiento de la Manzana de Plata de Villaviciosa
RESEÑA BIOGRAFICA DE GONZALO CEREZO BARREDO
Nació en Villaviciosa (Asturias) el 7 de marzo de 1926. Su padre provenía de Roa de Duero, de cuya cercana Nava de Roa era oriunda la familia paterna. Su llegada a Villaviciosa fue consecuencia del traslado del abuelo, Hilario Cerezo, perteneciente al Cuerpo de Prisiones, a la Villa, como director de la cárcel del Partido Judicial, instalada entonces en el que fuera convento franciscano, cuyo templo es actualmente la Iglesia Parroquial. Es así como sus padres, Santiago y María Luisa, se conocieron. Ella era de una familia arraigada en Villaviciosa. El abuelo, Maximino Barredo, con el sobrenombre de «Macheo», peluquero, fue muy popular en todo el concejo.
El joven matrimonio -se casaron con 20 y 21 años respectivamente- tuvo siete hijos, nacidos todos en la Villa. El segundo falleció a los pocos meses de nacer, por lo que vivieron seis, cinco chicos y una chica.
Gonzalo realizó los primeros estudios en los colegios villaviciosinos de las MM. Carmelitas y de San Francisco.
A los 9 años la familia se trasladó por razones de trabajo a Aranda de Duero (Burgos) donde les sorprendió el comienzo de la Guerra Civil, pasando a vivir más tarde a Valladolid. Permanecieron en esta ciudad hasta que se estabilizó el Frente Norte con la ocupación de Asturias. La oferta de jefe de contabilidad hecha al padre por la gijonesa Compañía Juliana devolvió a la familia a su tierra, radicándose en Gijón. En esta ciudad concluyó el Bachllerato, como alumno del colegio claretiano del Corazón de María y del Instituto Jovellanos.
La cercania de Villaviciosa, donde seguía residiendo su abuela y familia materna, le permitió reanudar los vínculos con su pueblo natal y los antiguos amigos y compañeros de colegio.
Prosiguió sus estudios en Madrid, en la Facultad de Filosofía y Letras, que abandonó para titularse como periodista en la Escuela Oficial de Periodismo, más tarde transformada en Facultad de Ciencias de la Información donde convalidó su título. De esta su primera estancia en Madrid destaca que desempeñó el cargo de Secretario del Seminario de Formación Política, de la Delegación Nacional de Juventudes y la estancia en la Residencia «Cor Jesus» que dirigía en Chamartín el ya entonces bien conocido jesuita Padre Llanos. En su actividad alternativa de pintor esporádico y dibujante e ilustrador, creó para la Residencia un cuadro de la imagen del Corazón de Jesús rompedora y nada convencional, muy estimada y que hoy conservan los PP. Jesuitas en alguna de sus casas.
Finalizados sus estudios en la Escuela de Periodismo, recibió su primera oferta de trabajo como secretario de prensa del recientemente nombrado Gobernador Civil de Asturias, Francisco Labadie Otermín, para desempeñar su Secretaría de Prensa. Labadie había ejercido ya este cargo en Zamora, Teruel y Tarragona y se sentía muy vinculado a la ciudad de Oviedo, donde conservaba muchos amigos, por haber realizado allí, antes de la guerra, sus estudios de Derecho. Fue así como Gonzalo llegó a Oviedo, donde
residió durante los años que Labadie ocupó el Gobierno Civil. Esta etapa de su vida fue muy fecunda. La frecuente visita a Asturias de sus paisanos esparcidos por el continente americano e incluso Filipinas sugirió a la incansable iniciativa de Labadie la conveniencia de crear algún sistema que atendiera sus problemas. Eran muchos los que después de largos años de ausencia, retornaban deseosos de ayudar al progreso de sus pueblos o aldeas natales. Tropezaban a veces con trabas administrativas que frustraban sus propósitos. Acudían entonces al Gobernador en busca de ayuda. Así nació la Oficina de Relaciones con los Asturianos Residentes en América.
Conocida muy pronto con el nombre más breve de Oficina de América, Cerezo fue encargado de poner en marcha el proyecto y su primer director. Fue notable la acogida que recibió esta Oficina por parte de los “americanos, sus centros e instituciones. La revista Asturamerica que la Oficina comenzó a publicar contribuyó sin duda a estrechar os lazos entre las distintas comunidades de asturianos, gozando de una amplia difusión en sus agrupaciones. Un resultado de esta actividad fue la elaboración del censo de centros, hospitales, sociedades asistenciales y recreativas, que los asturianos habían ido creando a lo largo del tiempo en sus países de acogida, incluso en algunas de sus diferentes regiones. Oficina y revista se convirtieron en referente y signo de identidad entre los propios emigrantes y pronto se popularizó el nombre de asturamericanos para designarlos. La celebración en Oviedo de un primer Congreso de la Emigración, muy concurrido, con personalidades de distintos países en representación de sus instituciones constituyó un destacado acontecimiento que tuvo como resultado la elaboración de importantes propuestas que recogían las aspiraciones de los asturianos del exterior para la mejora y progreso de sus pueblos natales, fortalecer los vínculos y relaciones con las representaciones oficiales de España y la propia Administración española y de las naciones de residencia.
Esta actividad llamó la atención del Instituto de Cultura Hispánica, lo que dio por resultado establecer una fructífera colaboración entre el ICH y la Oficina de América. Resultado de ello fue la integración de la Oficina en los circuitos que el ICH organizaba con ilustres invitados hispanos, exposiciones como la de arquitectura brasileña contemporánea -donde por cierto se exhibieron por primera vez edificios de Niemeyer- o conciertos -muy destacado, sin duda, el del coro mixto de la Universidad Católica de La Habana- y otras actividades. Un resultado directo de estas relaciones fue la creación con el Rector de la Universidad de Oviedo, Fernández Miranda, de la catedra “América”, con el propio Torcuato de Director y Gonzalo Cerezo de Secretario.
Tiene cierto interés destacar esto porque Cerezo nunca dejó de compatibilizar sus tareas profesionales con una cierta proyección de agitador cultural, organizando tertulias en el SEU -muy interesante la primera audición de música en microsurco de jazz, organizada en colaboración con la Embajada de EE. UU.- y la creación con otros inquietos jóvenes, ente ellos Juan Ramón Pérez las Clotas, subdirector de La Nueva España, José Antonio Cepeda y el malogrado Felipe Santullano, de la celebrada Tertulia Naranco, cuyo premio literario alcanzó cierta resonancia nacional. El conocido logotipo emblema de la tertulia, con sus estilizadas siluetas del Naranco y el caserío ovetense rodeando la esbelta torre de la catedral, fue diseñado por el propio Cerezo.
El abrupto cese del Gobernador Labadie, provocado por sus directas criticas al nuevo gobierno de tecnócratas durante un mitin minero en Mieres, acabó con esta feliz
etapa. Fue un cese muy lamentado por los asturianos, que aún conservan memoria de la brillante gestión que había realizado. Su salida de Asturias para regresar a Santander, originó una interminable caravana de gentes y vehículos que, en muestra de solidaridad, quisieron acompañarlo hasta el límite de las dos provincias. Este afecto fue recíproco y, prueba de ello, es el libro La hora de Asturias (Madrid, 1956) que Labadie y Cerezo escribieron y que fue galardonado con el Premio Nacional de Libros del año de su publicación.
Labadie tenía el propósito de instalarse en Madrid, abrir bufete y apartarse de la política activa. Le propuso a Cerezo acompañarle y éste acepto sin dudarlo ya que en siete años de intensa colaboración había nacido entre ambos una profunda amistad.
No fue fácil dejar atrás Oviedo. Durante esta dilatada etapa sobrevinieron importantes cambios en su vida. Se había casado con Angelina Mata, la muchacha soriana con la que mantenía prolongado noviazgo desde su época estudiantil en Madrid. El destino, o la Providencia, les llevó a conocerse de forma completamente imprevisible, a orillas del Duero, que había bañado mudos años antes las raíces familiares por tierras de Roa, Nava y Aranda. Estaba Angelina en un Albergue juvenil en el bonito pueblo pinariego de Salduero. Gonzalo, por su parte, en el primer campamento nacional de mandos del Frente de Juventudes que, aquel año, se montaba por primera vez en la imponente nava del pinar de Covaleda, a los pies del Urbión, a muy corta distancia de Salduero. Solo ocho kilómetros separaban ambos pueblos.
El año 1953 se casaron. En Oviedo nacieron los dos primeros hijos, cabeza de una extensa saga familiar que hoy se prolonga en diez hijos, veinte nietos y cinco bisnietos. En el año 2012, falleció su mujer y solo un año después su hijo Javier.
Durante su estancia en Oviedo falleció en Nueva el abuelo, único de la rama Cerezo que quedaba en Asturias. Estaba retirado de su último destino como director de la prisión de Llanes.
El cambio a Madrid suponía, en todos los conceptos, el comienzo de una nueva andadura, afrontar cambios y nuevas experiencias. En la dimensión profesional se incorporó al Instituto Nacional de Industria (INI) como responsable de sus servicios informativos. Allí tuvo la oportunidad de crear y dirigir la revista IN, desde la que se trató de aportar al mundo económico-industrial y de las nuevas técnicas una novedosa visión humanística. También se incorporó a Televisión Española, colaborando con Adolfo Suárez, director entonces de la Primera Cadena, como presidente de la Comisión Asesora de Influencia Social. Diversas comisiones asesoraban a TVE sobre el impacto educativo, en diversos aspectos, de este nuevo medio de comunicación. Como coordinador de todas ellas figuraba Torcuato Fernández Miranda. Tuvo así ocasión Cerezo de colaborar estrechamente con dos de las personas que habrían de jugar, con el tiempo, un papel de transcendental importancia en la Historia de España.
Con motivo del nombramiento de Licinio de la Fuente como ministro de Trabajo, fue llamado por éste para situarlo al frente del Servicio de Publicaciones del ministerio, que tenía singular importancia, dado el volumen de sus ediciones.
Era subsecretario de Trabajo en aquel momento José Utrera Molina. Al designarse a Carrero Blanco, persona de la máxima confianza de Franco, nuevo Presidente de Gobierno, se produjo una total remodelación del Gobierno pasando Utrera Molina a la cartera de Ministro de Vivienda. Utrera designó a Cerezo Director de su Gabinete.
El asesinato de Carrero Blanco supuso la mayor crisis soportada hasta entonces por el Régimen y una gran conmoción nacional e internacional. Para sustituir a Carrero designó Franco como nuevo presidente del Gobierno a Carlos Arias Navarro, produciéndose con tal motivo una nueva remodelación gubernamental. Utrera entró a formar parte del Gobierno Arias como Ministro Secretario General del Movimiento, llevando con él a Cerezo de nuevo como Director de su gabinete.
Desde la muerte de Carrero el tiempo político había experimentado una evidente aceleración. La previsible sucesión del Jefe del Estado, por las insoslayables razones de edad, hacía inaplazable abordar cuestiones que, si bien eran objeto de debate y preocupación nacional, no habían sido acometidas con el rigor que su naturaleza exigía. Como una de las más prioritarias, abrir cauces a la a mayor participación política de los gobernados. La regulación de Asociaciones Políticas y su representación institucional se convirtió inevitablemente en el gran tema del momento. Por su obligada implicación, tanto la presidencia del Gobierno como la Secretaría General del Movimiento asumieron especial protagonismo. Desde este punto de vista, Cerezo, tanto como Consejero Nacional y Procurador en Cortes de la X Legislatura, como director del Gabinete del Ministro Secretario General y miembro del más estrecho círculo de sus colaboradores, se veía inmerso en el desarrollo institucional del proyecto legislativo y tuvo directa participación en el complicado entramado del proceso, más dificultado aún por los diferentes criterios que enfrentaban a los respectivos equipos ministeriales. Fue un tiempo de intensa actividad política que a Cerezo le tocó vivir muy en cercanía con los intrincados corredores del poder. El final de esta pugna se resolvió con el cese de Utrera Molina y el regreso de Cerezo al INI, donde volvió a hacerse cargo de las tareas de comunicación y relaciones con los medios.
La reorganización del INI, que experimentó diversas modificaciones en esos años, acabó llevando a Cerezo al ministerio de Defensa. En él formó parte del equipo fundador de la Revista Española de Defensa, en la que como jefe de la sección de Internacional, y adjunto al director concluyó su vida profesional al jubilarse, lo que no le privó de seguir colaborando como escritor y periodista en diversos medios, entre ellos La Nueva España de Asturias.
Está en posesión de distintas condecoraciones, entre ellas la Gran Cruz de la Orden de Cisneros al Mérito Político, la Encomienda con placa de la Orden Imperial del Yugo y las Flechas y la Medalla de Plata del Trabajo