CALLE DE NICOLÁS RIVERO
(1849-1919)
Es Carda el pueblo que ha tenido el honor de darnos este prócer. Nicolás Rivero Muñiz (Carda 23.9.1849-La Habana 3.6.1919) pasó a sus nueve años por las aulas del seminario de Valdediós, vivió en Oviedo los días de la Gloriosa (1868), fue deportado a Cuba, evadido se enzarzó en partidas carlistas guiado por su tío Tomás Rivero y participó en las batallas de Montejurra. Huido a Francia, amnistiado, regresa con 28 años y comienza estudios en la universidad ovetense. Ultramar fue una salida y nuevo campo de lucha. El periodismo su instrumento: en Cuba funda varios periódicos.
El Diario de la Marina, que sesteaba, sintió nuevo vigor bajo su pluma y dirección, convertido en el medio más popular de América, con una larga campaña en pro del entendimiento de cubanos y españoles. Con él se enrolaron los García-Ciaño, cuatro hermanos de su esposa Teresa, escritores –ella y ellos- y periodistas maliayeses.
No hay espacio para contar una vida legendaria que parece la del marqués de Bradomín, en este caso del Conde del Rivero, que lo fue por concesión de Alfonso XIII (1919); ya está relatada por Constantino Cabal, cronista de Asturias, publicada en 1950.
Una calle corta, adornada por farolas de cierto estilo, con magnolios y adoquinado que le dan la prestancia de rúa de la puebla antigua, que era salida de una de las puertas de la villa camino de Oviedo, por donde luce el indiano chalet que dio a la zona el nombre de El Encanto.
Los Tres Leones era un local misterioso y mugriento, que Delfa regía administrando vinos a cuatro clientes tan viejos como ella; pudo ser tomado en algún momento por jóvenes que buscaban exotismo para echar unas partidas de cartas. Chiquita y de expresivos pómulos colorados, Delfa servía también polivalentes ultramarinos. Los Tres Leones, mejor nombre que realidad, feneció poco después de su dueña, en esquina con la Caleyina Les Indies.
Se instalaron aquí las Carmelitas de la Caridad de Vedruna en 1909, después de seis años de fundado el colegio en Agua 9.
Desde entonces ¡cuánto ha sucedido en estas benditas aulas! Santa Joaquina y sus hijas, y sus hijos los parvulitos. Aquí el oratorio tan familiar, con su novena recitada por don Alfonso Rivero: Pues sois de nuestro consuelo/ el medio más poderoso,/ sed nuestro amparo amoroso,/ madre de Dios del Carmelo.
Los Primeros Viernes de mes y la clase de las que no pagaban y entraban por esta calle a un aula –del Carmen- un tanto masificada. Con el rosario, el ábaco, los cartones de deletrear y las lajas de piedra rayadas con punzón de piedra pues hasta la edad de piedra nos llevó la hermana Victoria para enseñarnos a escribir, muy lejos de la edad del ordenador. La argolla dorada de la temible campana. Tobías y su gran merluza del pinchu y aquel San Rafael de alerones fulgentes, que era el guía. ¡Entraron! gritábamos a riesgo de arrollar a la hermana Consolación que abría el portón. El madreñeru y el terror de la carbonera. O el alfiletero en que la hermana Benita amenazaba meter a las pequeñas díscolas, castigadas a no comer su porcioncita de una atomizada manzana. Entre ellas, la actual directora Marujina Pedrayes. ¿Y las mayoras? Las peoras, según la monja catalana del portón. Un jardín de plantas, árboles, frutas, que siempre asimilamos al paraíso, con ciruelas, nísperos, madreselvas entre las que en cualquier momento saldría la malvada serpiente que lo estropeó todo.
Dibujado en el suelo, un mapa de España, en que a cada uno correspondía una ciudad; a Luis Arce Obaya, tan querido amigo que acaba de dejarnos un gran vacío, le tocó ser Madrid, y a mí a su lado, Ávila. Víctor G. de la Concha –ya entonces descollaba el futuro director de la Real Academia- presidiendo la procesión en la fiesta patronal.
Tantos, tantos queridos amigos de una infancia común, que eso es la patria. ¡Entonemos un himno de gloria!
Cargada de historias quedará por siempre esta gran casona que primero fue propiedad del indiano Pío García, esposo de Agapita Caveda Zarracina, la hija de José Caveda y Nava. Enfrente, la histórica mansión de Hevia, una ruina imperial aguardando caer, la más antigua casa de cuyo huésped en 1517 tanto se alardea. Sin ton ni son.
ETELVINO GONZÁLEZ LÓPEZ. Diciembre de 2007.