Escribo sobre temas relacionados con mi aldea de acogida y sus alrededores, sobre literatura, música clásica, voz hablada y cantada, cine, mi perro, viajes, y todo aquello que llame mi atención. Wellvenid@s
Primero aclarar que no llegué si no que llegamos, ya que somos él, ella y el perro.
Un día de 2008, después de pasar un mes en una cabaña en Cantabria, más solos que la una, mi pareja y yo nos miramos a los ojos y nos confesamos mutuamente la conclusión a la que habíamos llegado cada uno por su lado: no le veíamos ningún sentido seguir viviendo en Madrid, teniendo la libertad de escoger sitio. No nos retenía nada allí, se había terminado definitivamente una fase de nuestras vidas.
Primera decisión: dejar de habitar en Madrid
Segunda decisión: no habitar en la periferia de Madrid, ni en su zona de influencia
Tercera decisión: eso sí, en algún sitio de España
Cuarta decisión: en el norte, además, cerca del mar
Quinta decisión: reducir el norte a Cantabria o Asturias
Sexta decisión: período de prueba de doce meses, dado que podíamos disponer de ese tiempo, sin romper lazos definitivos con Madrid (véase piso hipotecado en estos momentos invendible).
Así que en el tiempo libre nos dedicamos a recorrer la costa cantábrica, eso durante unos 3 meses, viendo zonas, casas en alquiler. En noviembre, en plena época de lluvias y nieve, pasamos por la aldea y nos enseñaron una casa. ¡Flechazo instantáneo!
En el monte, rodeada de naturaleza, con vistas al mar, sin vecinos por delante ni al lado, aunque a pocos km de un núcleo urbano mediano y cerca de una autopista que no se ve ni se escucha.
Si con el mal tiempo nos atraía tanto el sitio, sólo podía mejorar con la llegada de la primavera y del verano.
Llevamos desde febrero, y ESTOY ENCANTADA. No echo de menos nada de Madrid.
Ni mi pareja, ni el perro, por supuesto, ése el que menos.
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