Villaviciosa fue hoy sede de los actos oficiales del Día Internacional de las Mujeres el 8 de marzo
Intervención completa del Presidente del Principado, Javier Fernández hoy en el Teatro Riera, Villaviciosa
Asistencia del Presidente del Principado, Javier Fernández a Villaviciosa, que fue por primera vez sede de los actos oficiales del Día Internacional de las Mujeres que cada año organiza el Gobierno del Principado de Asturias.,
El Principado ha elegido en esta ocasión el lema "Gracias a todas. Creamos historia" Los actos, comenzaron a las 12.30 en el Teatro Riera de La Villa, teniendo un planteamiento comarcal, y así servió para poner de manifiesto la trayectoria de políticas de igualdad que viene desarrollando la Mancomunidad Comarca de la Sidra.
El Ayuntamiento de Villaviciosa a través de su Alcalde, Alejandro Vega Riego, agradeció la implicación en la celebración del Instituto de Enseñanza Secundaria de Villaviciosa, IES Victor García de la Concha, que desarrolló desde las 11:00, su proyecto “Por un planeta 50-50 en 2030. Demos el paso por la igualdad de género”.
Hubo lectura de reflexiones realizadas por el alumnado, despliegue de un letrero gigante desde las ventanas del edificio y baile de alumnas. Los alumnos completaron la jornada con varias actividades relacionadas con el día de la mujer que se desarrollaron a lo largo de la mañana en el centro.
El Acto Institucional del Principado de Asturias, del Día Internacional de la Mujer, se celebró hoy en el Teatro Riera de Villaviciosa.
Contó con la presencia de Javier Fernández, Presidente del Principado de Asturias, Guillermo Martínez, Consejero de Presidencia y Participación Ciudadana, Almudena Cueto, Directora del Instituto Asturiano de la Mujer, además de otras Consejeras, Directores Generales, Diputados, Alcaldes y Concejales de la Comarca de la Sidra y otros municipios asturianos.
Las conductoras del acto fueron dos alumnas del IES Víctor García de la Concha, Aida Villazón y Natalia Parajón.
Además del Alcalde de Villaviciosa, Alejandro Vega y el Presidente del Principado, intervinieron Manolita Rodríguez, del Catering La Cazuela y Teté Costales, de las Rederas de Lastres, en nombre de las premiadas en el Consejo Comarcal de Mujeres de la Comarca de la Sidra, con el premio 8 de marzo.
En el acto hubo música a cargo de las maliayesas Agueda Riera y Sidorina Naredo, Turu, Gaitero Maliayo y el Grupo Musical, Música de Sofá. - Además participamos en el evento del IES Victor García de la Concha, Por un Planeta 50-50 en 2030, Demos el Paso por la Igualdad de género
INTERVENCION Presidente del principado de Asturias, Javier Fernández
Acto institucional del Día Internacional de las Mujeres
Hay días, muchos días, demasiados días, que suman nombres a la crónica de un fracaso. Son nombres que se enlazan sin necesidad de conjunciones, de verbos, de adjetivos, de pormenores. Bastan los nombres:
Felicidad Rosa Plácido, Sonia Meléndez Mitre, María Isabel Márquez Uría, Ascensión Amores Porcel.
Felicidad, Sonia, María Isabel y Ascensión son las víctimas recientes de nuestro fracaso.
He citado a mujeres asesinadas en casos de violencia de género en Asturias. Cada vez que ocurre uno de estas muertes, cuando leo o escucho las informaciones que se regodean en los detalles macabros –con qué la golpeó, hasta dónde se encharcaba la sangre, quién dice que escuchó qué últimos gritos-, pienso en qué estamos fallando. Lo pienso también cuando guardamos un tan impotente como simbólico minuto de silencio en la escalinata de algún edificio oficial, una concentración callada que protesta unida contra nuestro propio naufragio.
Decidme, ¿no lo habéis pensado alguna vez? La ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género cumple once años. La del Principado para la Igualdad de Mujeres y Hombres y la Erradicación de la Violencia de Género hará un lustro el día once. Cinco años ya desde que se aprobó en la Junta General. Esas leyes –ambas, promovidas por gobiernos socialistas en España y en Asturias- nacieron para cortar esa lista porque hubo unas mayorías políticas progresistas, decididamente progresistas, que se decidieron a abordar legalmente una falla social.
Pero leo que hoy, en 2016, los adolescentes controlan a sus novias. Que les dicen qué ropa deben poner, que les exigen conocer dónde y con quién han estado. Que justifican la amenaza en los celos como expresión angustiada del auténtico amor. No. Es control, es acoso, es dominio. Compruebo a diario, que la publicidad perpetua los roles, se llena de estereotipos, divide al mundo en rosa y azul, es sexismo. Leo que la brecha salarial alcanza en Asturias un 28%. Es injusticia, es discriminación, es machismo.
Hace unos meses vi Sufragistas, una película que narra unos episodios de lucha por el derecho al voto femenino en el Reino Unido hace prácticamente un siglo. Os la recomiendo. Creo que a la mayoría os gustará. Os cuento esto porque al final, antes de los títulos de crédito, en la pantalla aparece una enumeración de países con los años en los que las mujeres obtuvieron el derecho al voto. En el Reino Unido, en 1928. En España, en 1933 (es bueno, por cierto, repasar de cuando en cuando los argumentos que utilizaron Clara Campoamor y Victoria Kent en las Cortes republicanas. Siguen siendo muy ilustrativos). Los datos más abrumadores llegan luego, cuando la pantalla nos recuerda que hoy, marzo de 2016, continúa habiendo Estados que conservan íntegro el viejo patrón organizativo de las sociedades patriarcales. Estados en los que a ellas, a las mujeres, el poder ni las respeta ni las protege, solo las agrede.
Estamos hablando de hoy mismo. Porque una de las revoluciones más trascendentales de la humanidad, la revolución inacabada de los derechos de las mujeres, está en marcha pero no está ganada. Hay golpes de realidad que nos abren los ojos con el espanto de los asesinatos, con la aberrante práctica de la mutilación genital, con la condena a la mutilación social, pero convivimos mansos y tolerantes con la desigualdad salarial, la marginación laboral y la invisibilidad social.
Pensemos, por ejemplo, en eso que se denomina el efecto Matilda, cuando ser mujer y científica conlleva el silencio, la condena a no ser reconocida, apresada por un opaco, negro burka de invisibilidad. También aquí bastan los nombres para anudar el relato.
Emma Noether, matemática. Difuminada.
Lisa Meitner, descubridora de la fisión nuclear. Otto Haton, su compañero, recibió el Nobel. Robada.
Rosalin Franklind, química, descubridora del ADN. Ninguneada.
Susan Kare, diseñadora gráfica, creadora de muchos elementos de la interfaz de Apple. Desconocida. Sí, conocimos a Steve Jobs, pero Susan Kae queda a la sombra, en el ángulo muerto para el gran público.
Esa invisibilidad, recordémoslo, no afecta sólo a alta la ciencia y la investigación de relumbre. También es cotidiana: la tenemos a nuestro lado, convive con nosotros en los despachos, en las direcciones de las empresas. Hay más mujeres con estudios, más mujeres que hombres con titulación superior, más mujeres que hombres con doctorados, pero menos mujeres que hombres trabajando, menos mujeres que hombres en eso que pomposamente se llaman puestos de responsabilidad, menos mujeres que hombres entre los profesores investigadores. Y, sobre todo, son más las mujeres que padecen el colapso de la meritocracia, el parón del ascensor social, la pérdida de prestigio cultural, la merma de liderazgo social.
Vuelvo a la pregunta. ¿En qué estamos fallando? Minusvaloramos el enemigo, lo individualizamos. El adversario es el maltratador, el fanático religioso, el empresario que discrimina a sabiendas, claro, pero todos ellos hunden sus raíces en siglos de patriarcado, que se expresa a través de la humillación, la discriminación, la exclusión, el desprecio, la invisibilidad y la imposición
Ante ese desafío, ¿en qué fallamos? Pues fallamos cada vez que aflojamos. Cada vez que dejamos de tener presente que esta transformación apenas empezó antes de ayer y aún no se ha logrado. No voy a la crítica fácil: en España y los demás países europeos, los gobiernos no son culpables de los asesinatos, de la discriminación salarial ni del sexismo publicitario, pero uno también asume responsabilidades por la omisión, por pensar que simplemente hay que dejar que las cosas sucedan y el tiempo haga su trabajo, por desentenderse y no hacer de la igualdad una bandera.
Pero ¿qué igualdad?
¿Es válida la idea de igualdad con la que en los dos últimos siglos permitimos la discriminación racial, la injusticia social o la discriminación de género?
¿Es válida la igualdad abstracta, sin la exigencia de compartir el protagonismo, de respetar la capacidad de cada sujeto para participar en los procesos sociales y políticos que determinan la condición en la que vive?
¿O se necesita una idea de igualdad, con protagonismo, con codecisión, con participación en el proceso político?
Hoy sabemos que la representación en términos de identidad indiferenciada no es real y por eso esconde no pocas hegemonias, discriminaciones y exclusiones.
A través del Instituto Asturiano de la Mujer, la Consejería de Presidencia del Gobierno de Asturias ha puesto en marcha un pacto contra la violencia de género para mejorar el sistema de protección a las víctimas. Queremos implicar a toda la ciudadanía en la erradicación del maltrato hacia las mujeres. En la propuesta, presentada en febrero, han participado más de una treintena de asociaciones y profesionales de la red de casas de acogida, junto con representantes del ámbito de la justicia, las fuerzas de seguridad y los ayuntamientos. Para adherirse a este pacto, será necesario que cada empresa, asociación, cualquier colectivo o persona a título individual que quiera suscribirlo explicite qué acciones concretas está dispuesto a realizar contra esta lacra.
Sin duda, no será suficiente.
La Consejería de Presidencia del Gobierno de Asturias ha puesto en marcha una batería de medidas para reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres. El Principado colaborará con la Inspección de Trabajo y los sindicatos para afrontar este problema. El Instituto Asturiano de la Mujer gestionará la Ventanilla contra la Brecha Salarial, en colaboración con las centrales sindicales, para atender a las mujeres discriminadas laboralmente. Hace dos semanas, el consejero Guillermo Martínez presentó en Avilés la primera convocatoria de la Marca Asturiana de Excelencia en Igualdad, un distintivo concebido para reconocer a las empresas que destaquen por la aplicación de políticas de igualdad de trato y de oportunidades en las condiciones de trabajo.
Sin duda, no será suficiente.
La Escuela de Emprendedoras y Empresarias de Asturias ha puesto en marcha el proyecto Mujeres en la Industria para acercar las mujeres a la industria y los sectores tecnológicas. Quiero aprovechar para agradeceros que este año hayáis concedido a la Escuela de Emprendedoras vuestro Premio 8 de marzo de la Comarca de la Sidra. Se lo merece. En sólo tres años, la escuela se ha consolidado como un servicio público de referencia para el emprendimiento de las mujeres y para la igualdad de oportunidades laborales.
Sin duda, no será suficiente.
Para combatir la invisibilidad de las mujeres, se ha mostrado el trabajo de las astrónomas en la unidad didáctica Un paseo por el universo; de las emigrantes en Asturianas en América: emigración y exilio; de las mujeres en la minería con Flores del carbón y otras iniciativas similares.
Y, reitero por cuarta vez, no será suficiente.
El Gobierno de Asturias es consciente de que todas estas medidas, que se suman a las desplegadas durante los últimos años, como la red de casas de acogida y centros asesores, no serán suficientes.
Lo sé, lo sabemos, pero ni aflojamos ni claudicamos porque queremos que esta revolución triunfe.
Hoy celebramos el Día Internacional de las Mujeres con la esperanza y el compromiso puestos en esa revolución violeta que cambia el mundo. Gracias a ellas. Creamos historia, es el lema elegido para esta jornada. Y ahí, en esa tarea de hacer historia, se incluyen las científicas ninguneadas, las feministas insultadas, las sufragistas desdeñadas, todos los nombres conocidos y también, hoy debo resaltarlo especialmente, los de las mujeres del mundo rural, que lo han amasado con sus propias manos: hablo de campesinas, rederas, queseras, todos los oficios imaginables trabajados a pulso con grietas en las palmas mientras también se ocupaban de sus familias.
Lo digo porque la tarea de la historia es llenarse de la tradición de los oprimidos.
Simone de Beauvoir escribió en El segundo sexo que “la peor maldición que pesa sobre las mujeres es haber sido excluidas de las expediciones guerreras”. “No es dando la vida (decía) sino arriesgándola como el hombre se eleva por encima del animal. Por eso en la humanidad, la superioridad ha sido acordada no al sexo que engendra sino al que mata”
Hoy las mujeres ya no están excluidas de las expediciones guerreras, pero no son ellas quienes las deciden.
Hoy sabemos que, para que haya igualdad, las mujeres deben participar en el poder. Porque existe la diferencia y existe el poder y solo quien tiene el poder decide el significado de la diferencia.
Muchas gracias.