Fallece la Hermana, Sor Puy, Salvatierra Etayo, Hija Adoptiva de Villaviciosa
Sor Puy, Religiosa Franciscana del Buen Consejo, era hija Adoptiva de Pravia y de Villaviciosa donde fue nombrada el 15 de enero de 1.973 - En los próximos días se celebrará una misa funeral en Villaviciosa
Os ponemos como la recuerda Juan Jurado, en el porfolio de la Semana Santa de Villaviciosa 2013, donde escribe sobre la vida de Sor Puy como responsable durante 35 años del Hospital Municipal de Villaviciosa”. Y las palabras del Alcalde, José Felgueres
“Sor Puy” Salvatierra Etayo, Falleció en Avilés, el día 15 de abril de 2013, alos 89 años de edad. Capilla Ardiente: Capilla de Nuestra Señora del Valle, Pravia. El cadáver se recibirá el MARTES, día 16, a las SEIS de la tarde, en la Colegiata de Pravia, donde se celebrará el funeral de cuerpo presente y, acto seguido, recibirá cristiana sepultura en el Cementerio Municipal de San Andrés, Pravia.
D.E.P.
En los próximos días se celebrará una misa funeral en Villaviciosa
El Alcalde José Felgueres señala sobre Sor Puy, “Me cuentan que ayudaba a todo el mundo en tiempos mucho muy difíciles y con muchas necesidades; con pocos medios pero con mucha dedicación y una gran capacidad de trabajo, haciendo una labor muy solidaria y con absoluta entrega para con todos los necesitados”
Juan Jurado, 2013
Sor Puy, enfermera de cuerpos y almas.
El pasado mes de enero se cumplían 65 años de la llegada a Villaviciosa de cinco monjas, Franciscanas del Buen Consejo, para hacerse cargo del entonces Hospital Municipal.
Efectivamente, el 15 de enero de 1948, tuteladas por la Madre Prudencia, Sor Carmela, Sor Emilia, Sor Sira y Sor Puy asumían el compromiso y la responsabilidad de atender, cuidar y consolar a cuantos ancianos y enfermos se encontraban acogidos en dicha institución.
Sor Puy, natural de Lodosa, en la ribera de Navarra, cuyo nombre oficial es Antonia Salvatierra Etayo, dedicó, desde aquella fecha, treinta y cuatro años largos de su vida, con dedicación exclusiva y entrega absoluta al Hospital, que era su compromiso, y también a cubrir, dentro de sus posibilidades, cuantas necesidades externas llegaban a su conocimiento, sofocando hambres, velando enfermos en las casas para que las familias descansaran, siendo consejera o paño de lagrimas de muchos..., lo que la llevó a ser una verdadera institución en Villaviciosa.
Mi relación con el Hospital y por tanto con Sor Puy comienza mediados los años sesenta del pasado siglo, cuando el grupo de amigos empezábamos a organizar actos culturales y artísticos con fines benéficos y el Hospital, que entonces funcionaba como asilo y como casa de socorro, era el destinatario de nuestras recaudaciones. Eran tiempos aun con necesidades básicas y recursos escasos.
Ensayábamos y confeccionábamos los decorados para las representaciones en los ruinosos claustros y locales del antiguo convento -hoy Casa de Cultura- que también utilizaban las monjas como almacenes de víveres -la famosa siberia, autentica cámara frigorífica natural- y como tendederos de ropa. Esto nos proporcionaba cierta convivencia y conocimiento de la vida dentro del Hospital.
Siempre de la mano de Sor Puy fuimos conociendo la abnegación, el sacrificio y el amor al prójimo, virtudes de la caridad cristiana, que aquellas mujeres, de hábitos adustos, habían elegido como forma de vida.
Sor Puy era también la enfermera de la Casa de Socorro, enfermera que estaba de guardia las veinticuatro horas del día durante los trescientos sesenta y cinco días del año. Las manos de Sor Puy -verdaderas manos de enfermera- curaban, pinchaban, suturaban... y lo que hiciera falta, con la suavidad, el mimo y la delicadeza que da la vocación unida a unas cualidades innatas para el oficio: Enfermera de cuerpos.
Pero en el mundo en el que ella decidió vivir abunda otra clase de pacientes, con otras heridas y otras enfermedades.
Creo que fue la Madre Teresa de Calcuta quien dijo que hace falta un corazón lleno de amor para curar a los enfermos de soledad. Sor Puy lo tenía y lo empleaba a fondo sanando o aliviando con el medicamento del cariño, de la amistad..., acompañando, escuchando, llenando vacíos... Enfermera de almas.
Las necesidades ajenas eran para ella más importantes que las propias, recibía a todos con los brazos abiertos y su eterna sonrisa en los labios. Poseía el don de llenar de vida todo cuanto la rodeaba y supo seguir la máxima de si puedes curar, cura; si no puedes curar, calma y si no puedes calmar, consuela.
Los años setenta trajeron cambios importantes en el edificio y en su funcionamiento, desapareciendo la casa de socorro y pasando a denominarse Residencia de ancianos Nuestra Señora del Portal.
El antiguo caserón con dos grandes salones como dormitorios, uno para hombres y otro para mujeres, se fue transformando en una moderna residencia.
El 15 de enero de 1973 se celebran las Bodas de Plata de la Comunidad Franciscana en Villaviciosa y con ello los veinticinco años de Sor Puy entre sus “preciosísimos” ancianos. Con motivo de esta efeméride, el Ayuntamiento la nombra “Hija adoptiva de Villaviciosa”. A los actos asistieron el Sr. Arzobispo de Oviedo y la Madre General de la Orden.
Mediada la década, Sor Puy es nombrada Madre Superiora y con ello la Residencia va a vivir sus mejores años.
Le toca apechar con la tercera fase de la rehabilitación del edificio con no pocas desazones y disgustos (de algunos he sido testigo), pero su fuerza interior y su capacidad de superación podían con todo.
Estos años fueron también los de mi mayor relación con la Residencia (era casi mi segunda casa), sobre todo de cara a la Navidad y Reyes, con la preparación de los festivales, los montajes de los Belenes o las visitas de SS.MM.
El día 10 de setiembre de 1982, en el Acto Público del Pregón y apertura de las Fiestas del Portal se entregaron unas Menciones Especiales a personas destacadas por su servicio a la comunidad y Sor Puy es una de las galardonadas.
Al año siguiente hay cambio de dirección en la Residencia con el nombramiento de nueva, aunque ya conocida, Madre Superiora. La llegada de esta rectora, de cuyo nombre no quiero acordarme (permítaseme plagiar con toda humildad la expresión cervantina), va a marcar un antes y un después en la marcha del centro.
La convivencia entre quien dirigía dando y entregándose al prójimo y quien venía solo a “mandar” fue haciéndose cada vez más difícil. Hay que saber respetar la categoría social de las personas y no puede recibir desprecios (hablo con conocimiento de causa), quien solo merece aprecios, reconocimiento y agradecimiento.
Esta situación desembocó en el nombramiento de Sor Puy como Madre Superiora de la Residencia de ancianos Nuestra Señora del Valle, de Pravia y, por tanto, su marcha definitiva de Villaviciosa, el 16 de agosto de 1984, tras habernos regalado treinta y seis años de su vida.
¡Que suerte tuvo Pravia a costa de Villaviciosa! Pero seguramente Sor Puy estaba predestinada a restaurar, salvar y darle nueva vida a otra institución que ya estaba pidiendo auxilio.
De su labor en Pravia dan buena cuenta la Residencia, quienes la disfrutan y los vecinos de otra Villa que el día 25 de abril de 2003 también la nombraba “Hija adoptiva”.
El despropósito en Villaviciosa culmina el 31 de diciembre de 1996 con la marcha definitiva de la Comunidad Franciscana tras casi medio siglo gestionando nuestra Residencia de ancianos.
No podría cerrar esta pequeña semblanza de nuestra querida, admirada e inolvidable Sor Puy sin un recuerdo para quien fue el mecenas y principal valedor de su obra y de su persona, D. José Cardín Fernández.
Y para su incondicional y también inolvidable Sor Josefina Escobar, a quien cobijó a su lado hasta que con ochenta y nueve años acudió a la llamada del Padre, el 26 de enero del año 2000. Recuerdo sus palabras: Sor Josefina se viene aquí conmigo a descansar.
Hace unos días, D. José María Cantera, párroco de Laviana de Gozón y natural de Pravia, afín y buen conocedor de esta Orden Franciscana, me apuntaba el paralelismo que él veía entre Sor Puy y Sor Josefina con San Francisco y el Hermano León.
Una de mis visitas a Sor Puy, en Pravia, coincidió con la reciente llegada de Sor Josefina, a sus ochenta y cinco años, afligida por el dolor de haber tenido que abandonar su querida Villaviciosa, tras dedicar la mayor parte de su vida, en labor callada y sin ruidos, a la vida de nuestros ancianos. Sentí pena, tristeza y rabia, y así se lo expresé, a lo que me contestó: A Jesucristo lo mataron por hacer el bien. Yo al menos sigo viva.
Creo que es un buen momento para recordar unos versos de Luís David:
Serás bueno y alabado
mientras precisen tu ayuda
pero no esperes que acuda
en tu ayuda el ayudado.
Recuerda pues, haz el bien
tan solo mirando al cielo
no esperes en este suelo
más que olvidos y desdén.
En 2004 traje al porfolio una semblanza de Luís David, hoy hago lo propio con quien fue una institución en esta vieja villa nuestra, dos personajes que nos dejaron huella indeleble, cada uno en su parcela y que los dos tienen algo en común, haber sido ninguneados en una selectiva publicación sobre la historia del siglo XX en Villaviciosa que vio la luz a finales de 2002, bendecida por la oficialidad.
A sus ochenta y ocho años, Sor Puy, ya en pleno otoño de la vida y muy limitada en sus facultades mentales, recibe de sus hermanas franciscanas los cuidados y el cariño que ella derrochó hacia tantas y tantas personas.
¡Gracias, Sor Puy, por existir y darnos ejemplo de vida, gracias!
P.D. Desde la marcha de Sor Puy, prácticamente no había vuelto por la Residencia hasta hace unos días cuando la estuve visitando guiado e informado por la actual directora. Quedé muy, pero que muy gratamente sorprendido.
Mi más sincera enhorabuena a la doctora Rosa Galeano y a todo su equipo. Creo que el legado de Sor Puy vuelve a estar vivo y, parece ser, que con buena salud.