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Corría el curso 82/83, yo tenía 12 años (de los de entonces) y comenzaba 7º curso de EGB, lo que hoy es segundo de la ESO, en secundaria. Llegó al colegio público Maliayo, el que iba a ser mi tutor en este curso, mío y de 41 compañeros más, si, 42 habéis calculado bien, es más el mío era 7º B pero también había otros tantos en 7º A y en 7º C, eran otros tiempos, en el centro había un alumnado de 1000 alumnos.
Tiempos en que no te pagaba el estado 3000 euros para que trajeras hijos al mundo, las cosas eran muy diferentes entonces, fíjate que tratábamos al profesor de «Usted» y al Sr cura, al médico y hasta a los mayores, ¡más raros éramos! Por supuesto que éramos revoltosos, fíjate si seríamos que ya nos echábamos novios, nos sentábamos con el chico en la valla del colegio y pasábamos así el recreo, los más atrevidos se cogían la mano.
Y claro, es la edad, en la que lo que menos te apetece era estudiar, pero mi educación, la que se empeñó mi madre en inculcarme, ( aun no existía la asignatura de educación para la ciudadanía) me comprometía a esforzarme, a que «sin sacrificio no hay beneficio», a que hay que «obedecer y callar», a que «el respeto por los demás empieza por el respeto a mi misma»........................ y demás cantinelas que mi madre me repetía sin cesar, algunas veces con cachete gratis en el lote. Vamos lo que hoy es «el rollo» que le hecho a mis hijos. (por cierto, gracias MAMÁ, no podía dejarlo pasar).
El caso es que ese curso me toco la lotería, pues Javier Ballina, tuvo a bien coger la tutoría de 7º B, y desde el primer día se empeñó en motivarnos positivamente, ya sabéis siempre hay un curso bueno y uno malo, en este caso, dos buenos y uno pésimo, los mas gamberros, los que más suspensos acumulábamos, más repetidores, los que siempre alborotábamos, en fin un caso fino para un profesor con ganas, y ahí entra el profesor que me hizo creer en las personas por encima de todo, nos convenció, a los 42, para que nos respetásemos a nosotros mismos, (sin ser nuestra madre), nos persuadió para que demostrásemos a los demás, pero sobre todo a nosotros mismos, que no existen los cursos peores, y que si te lo propones de veras, puedes cambiar las cosas, y todos y cada uno de los que fueron mis compañeros aquel curso podrán corroborar esta versión de los hechos. Todo esto a la par que nos enseñaba; matemáticas, lengua, sociales, naturales...
Estas enseñanzas me han acompañado a lo largo de toda mi vida, he tenido presente sus enseñanzas y he agradecido y valorado su esfuerzo, y lo que es mejor, lo he hecho mío. Y para colmo de suerte, va y les toca como tutor a mis dos hijos, primero al mayor y luego a la pequeña, cuando uno tiene la estrella de conocer a una persona como Javier Ballina y que comparta contigo sus creencias, se siente agradecido con su buenaventura, pero ya, si además, te toca dos y hasta tres veces y este profesor y deja su huella también en las personitas a las que más quieres y a las que tanto empeño pones en sacar adelante, ya no se puede sentir uno más afortunado.
Trasmitir valores como la tenacidad, el amor al trabajo bien hecho, el respeto, la sensatez, la palabra, la fe, son muy necesarios para que una sociedad funcione hacia un conspicuo futuro y que duda cabe que en esta sociedad en la que nos entra por ojos y oídos que lo que «mola» es consumir, pisotear, ser el primero, sin consideración ni mala conciencia, debe resultar harto difícil.
Por eso hoy, que Javier Ballina decide dejar la educación, por jubilación, seguro que no por cansancio, deseo trasmitirle mi agradecimiento, el de mis hijos, y me enarbolo en el nombre de todos aquellos que pasamos por su batuta, expresarle mi tristeza por lo que pierden los futuros alumnos, pues las virtudes demostradas, y la capacidad de trabajo que desarrolló durante su trayectoria es muy difícil de encontrar hoy.
Con todo mi cariño y con el deseo de que disfrute junto a los suyos de días muy felices le entrego mi mejor recuerdo, abusando del enchufe que tengo en este portal, y aprovechándolo para que la difusión sea máxima, y todo el mundo, desde la Villa a New York se entere.
Esther Alonso.
P.D. No puedo dejar pasar la oportunidad de agradecer y felicitar también a los otros tres profesores que también dejan la docencia este año; Elena Leonardo que llego al centro en el curso del 86, Manuel Bayón desde el 86 también y Roberto Iglesias que comenzó en el Maliayo en el 83, y como director del centro desde el 87, y toma el relevo de la dirección María del Carmen González Barrero, (Mayka) a todos ellos mi agradecimiento por su trabajo y los mejores deseos para la nueva etapa.