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José Manuel Álvarez Huerta, nacido en Mases, Cabranes el 23 de Mayo de 1920, socio fundador de Autocares Cabranes allá por el 50, trabajador incansable, de gesto feliz y excelente conversador, ve, no sin complacencia, como su primera “camioneta” de entonces, hoy se ha traducido en una flota de “Autocares de lujo”
Entrevista; Esther Alonso.
-¿A qué se dedicaban sus padres?
-Al campo, a mi padre yo lo conocí a los 10 años. Mi padre fue a Bilbao para embarcar hacia Cuba en 1919, él y otros de Cabranes, pero llegaron allí y se encontraron con que no había plazas y tuvieron que volver y esperar 15 días. Yo nací a los 8 meses y medio de estas fechas, mi madre siempre dijo que fui de la prórroga de Cuba.
-¿Cómo nace en usted el gusanillo de los transportes?
-Tengo dos hermanas mayores y mi madre estaba al cargo de dos tías suyas solteras. Había un tío mío que tenía un servicio de taxi y yo estaba todo el día con él, subido al coche. Recuerdo que a los 8 años me dejaba conducir el taxi desde la Casa del Río hasta Santolaya, por aquella cuesta, que los pies casi no me llagaban al acelerador, y que para rellenar el agua me tenía que subir a la defensa. Siempre entre ello, acabó metiéndoseme dentro.
-¿Cuándo comienza autocares Cabranes?
-Hasta después de la guerra, no empezamos con los autocares. A los 18 años fui a filas y el primer permiso que tuve fue dos años después. Estuvimos en El Ebro y terminó la Guerra en Teruel, ahí nos dieron un permiso, fue cuando conocí a Ana, mi mujer. Ana Alonso García, nacida en la Casa del Río pero que vivía en Niao, tenía 18 años, dos menos que yo y nos casamos el primero de Diciembre de 1945.
Empecé con una camioneta, con la parte de atrás descubierta y dos bancos a los lados, de pie entraban unas veinte personas y el viaje de Cabranes a la Villa costaba 3 pesetas ida y vuelta y 2 pesetas solo ida. Recuerdo que de Poreñu bajaba mucha gente en bicicleta y luego subían en la camioneta, inventé una especie de “vaca” para colocar las bicis. Hacía mercaos, ferias, romerías, bajaba la leche de los ganaderos de Cabranes a la Mantequera de Amandi y pasajeros a la vez. Fueron tiempos de mucho esfuerzo.
Con los autocares comencé en sociedad con Enrique Monestina, después ya seguí yo al frente, compré un solar cerca de la Nestlé, en el que hoy están levantando pisos. La Villa crece.
-¿Cómo ve este crecimiento?
-Veo a la Villa desconocida, pero para bien, si levantaran la cabeza muchos de mis antepasados, no se lo creerían.
-¿Cuántos hijos han tenido Ana y usted?
-Cuatro; José Antonio, que está en Santo Domingo, allí regenta, junto con otro villaviciosino, Servando el de la Fé, negocios de almacenes de alimentación. Manolo que es el propietario de Muebles Balbín, en Carancos, Infiesto y Fernando y Jesús que son los que hoy se encargan de la empresa de autocares.
-¿Cómo se lleva tener un hijo en las Américas?
-Aquello fue tremendo, nosotros no queríamos, pero el hijo de Pepe Busto que era vecino de enfrente de casa, le había hablado de irse juntos y el tenía un empeño ciego, día y noche atormentándonos con que le dejásemos ir, ya venía en los viajes conmigo, lo que era un apoyo para mi, era el mayor de los cuatro y había que bregar fuerte. Pero después de mucho insistir, llegamos a pensar, su madre y yo, que si por negarnos, luego se nos malograba en un autocar, en fin, que hay que dejar que cada uno elija su destino. Al principio fue duro, no había teléfono, las cartas tardaban meses en llegar, a los dos años Busto se casó y vino a Cabranes, le preguntamos que a quien había dejado al cargo de sus negocios, y nos dijo que a José Antonio, lo que nos llenó de satisfacción, aún no tenia los 18 años cumplidos, tuvieron que firmar unas autorizaciones bancarias especiales para que pudiera resolver los asuntos mientras éste estaba en España. Con el correr de los años nos ha hecho sentir muy orgulloso de esta decisión, al igual que de cada uno de nuestros cuatro hijos, pues siempre han demostrado su valía en todos los negocios que han enfrentado y especialmente sus valores humanos.
Ana y yo hemos ido a visitarlos en varias ocasiones; nacimientos de nuestros nietos, las bodas, son 8 horas de viaje, pero aprovechamos y estamos con ellos una temporada larga. Allí tenemos la que fue nuestra primera nieta, que fue toda una fiesta pues solo teníamos descendencia masculina, si no llegamos a ir nosotros no sale chica!!!!!
Ahora ya tenemos otra nieta, de Jesús y Paula, se llama Ana, como su abuela.
-Tantos años en la carretera…..¿habrá miles de anécdotas?
-¿Uf! Miles, me tocó llevar a los quintos de la Villa y de Cabranes al Ferral muchas veces. Una de tantas salimos de Gijón a las 12 de la noche y llegando a Pola de Lena no paraban de decir por la radio que el Pajares estaba cerrado, cuando llegamos a Pola les digo os dejo aquí para que cojáis el tren, recuerdo que iban Solares, Collada, hacia 25 entre de Cabranes, de la Villa y de Gijón, y ellos que ni hablar, que poníamos las cadenas y que como no íbamos a pasar, que si tenían que llegar al cuartel. Llegamos a Campomanes y veo la patrulla de la Guardia Civil, me esperancé, pues en cuanto ellos dijeran que estaba cerrado, dábamos la vuelta y arreglado, pero no, van y nos dicen que con cadenas podemos subir, ahí nos ves subiendo de noche, nevando sin parar. Manolo que me acompañaba, cada poco secaba el techo pues de la reacción del frío de fuera al calor humano de adentro había una condensación que pingaba como si lloviera. A las 3 de la mañana quedamos parados con la nieve llegando al parabrisas y allí esperamos el auxilio. Sobre las nueve de la mañana llegó la quitanieves, y me dijo –subo limpiando y vuelvo a bajar para remolcarte. Sobre las 10 de la mañana vuelve y nos engancha, tuvo que meterse Manolo debajo del autocar, quitando la nieve primero, para enganchar el cable. Y cuando llegamos al alto del puerto, otra patrulla de la Benemérita, un sargento que bien pensé que me comía, -¿pero como se le ocurre subir?, ¿no está oyendo que está cerrado?. –Pues sí, pero la patrulla de Campomanes nos dijo que se podía subir- -Ande tire y en Busdongo deje que los pasajeros sigan en tren. Llegamos a Busdongo y otra patrulla que nos dice que no hay trenes desde el día antes, y claro, “palante”. Paramos en un bar a comer, calentanos, secar un poco por dentro, y comprar más coñac para el frío, entre medias debió de pasar el sargento que nos había visto en el alto, y un poco más adelante, en Villa Manín, vuelve a pararnos, -Ya veo que usted no sabe obedecer, me dice, a lo que le tengo que volver a corregir, ¿no sabe usted que no hay trenes desde ayer? ¡TIRE, TIRE PALANTE!.
Otra vez subiendo el puerto también, me adelanta un autobús lleno de quintos, y veo que salen chispas de la parte trasera y que se incendia, les doy las luces de cruce repetidamente para que paren, me bajo con el extintor en la mano y el otro conductor se baja sin saber que ocurre. Cuando lo ve saca el suyo y nos ponemos los dos a apagar, lo cogimos a tiempo y no pasó nada, pero los chavales iban todos dormidos, podía haber sido una tragedia.
Otra vez viajando por la noche, al dar una curva, vi unas luces en lo que era el monte, aparqué y fui hacia donde provenían. Me encontré un taxi que en la curva anterior se debía de haber salido de frente y había ido a parar a un cortafuegos, menos mal que iba de regreso, el taxista estaba en la carretera tambaleándose y pidiendo auxilio. Les dije a mis viajeros que se metieran todos los que pudieran en la parte de atrás del coche y los otros hicieran peso en el maletero para poder sacarlo del cortafuegos, cuando lo pusimos de nuevo en la carretera el taxista quería conducirlo hasta su casa, y yo se lo prohibí, le digo; -tengo su número de licencia, si me entero que coge el coche antes de dormir la mona, le denuncio.
Recuerdo que estando en la mili, cuando nos dieron el primer permiso, después de 2 años en Valencia, vamos corriendo a la estación y que no hay billetes. Éramos tres uno de Colloto, otro de Llanera y yo, y pensamos; vamos a comprar tres billetes de andén y en cuanto podamos nos subimos a un tren, vamos a la taquilla, pero ya nos habían fichado, -que no. ¿Y quien esperaba para volver a casa después de 2 años? Ingeniamos subir por la pasarela que cruzaba por encima de los trenes y deslizanos por encima de los vagones, uno a uno y dándonos la mano, lo conseguimos. Una vez dentro, había que controlar al revisor, para subir detrás de el y bajar por atrás en cada parada, lo que vinimos haciendo hasta Madrid, donde ya pudimos comprar billetes. Pero ese no fue el peor viaje, el peor fue el de vuelta, cuando nos subimos con billete en Oviedo en el último vagón y no había manera de abrir la puerta de detrás. Lleno el vagón a rebosar tuvimos que viajar hasta Valencia, que se yo la cantidad de horas, todo el tiempo de pie en la terraza exterior, en la escalerilla, sujetando por la maleta que no había casi sitio y lo peor estaba por llegar, al entrar en los túneles empezamos a darnos cuenta que el humo venía hacia nosotros y que nos costaba respirar cada vez más. Viendo que nos íbamos a morir, con una de las maletas de madera, rompimos un cristal de una ventanilla y así poder meter las cabezas dentro. Tengo para estar contándote hasta mañana.
- Y yo le creo, José Manuel, y además he de decir que ha sido un placer escucharle.