El pregón de Evaristo Arce abrió las Fiestas del Portal de Villaviciosa 2013

El acto público de pregón y apertura de las fiestas tuvo lugar en un Teatro Riera lleno de asistentes. La presentación del acto corrió a cargo de Natalia Muñoz y Juan Jurado.

El Pregón corrió a cargo de Evaristo Arce, periodista y escritor villaviciosino

El Saludo del Alcalde, José Felgueres y la Presentación de las Reinas y Damas de las Fiestas del Portal y del XXIX Festival de la Manzana, pusieron el colofón al acto y comienzo festivo del Portal 2013

La Ronda de la Tuna Universitaria de Magisterio de Santander recibió a los asistentes al Teatro Riera y puso alegría y canciones recorriendo las calles y plazas de Villaviciosa

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EVARISTO ARCE

PREGÓN FIESTAS DE NUESTRA SEÑORA DEL PORTAL DE VILLAVICIOSA 2013

El pregón es un género literario y un rito social. Y dentro de esa clasificación, coexisten varias formas de uso e interpretación, muy a menudo repetitivas en los datos, las expresiones y el mensaje que se quiere transmitir. Algunos pregoneros optan por contar una vez más la historia ya sabida, con profusión de fechas y de citas; otros la reescriben a su modo, algunos se la inventan y hay quienes la personalizan. Y todos son recursos legítimos, desde la erudición académica hasta el costumbrismo, siempre que sus relatos entretengan y contengan alguna aportación digna del interés colectivo.

Conforme con esta simplificada preceptiva, mi pregón tiene un carácter biográfico; es decir, recordatorio, sentimental y, en cierto modo, testamentario, porque es el primero y probablemente sea también el último, por propia voluntad.. Y tiene, además, un carácter deliberadamente civil y civilizado, tan alejado de la predicación como de la arenga.

En él, como ustedes podrán comprobar, se suceden, sin orden lógico ni cronológico, sentimientos de nostalgia y recuerdos festivos, todos ellos trascendidos de una inevitable sensación agridulce de melancolía.

Hay en el texto más ausencias que presencias, como las hay en mi propia vida, empezando por la de mis padres y demás seres queridos de la familia, todos hoy aquí en una imaginaria fila cero: los más recientes entre ellos, Lydia, Paco y Diego.

Todo esto quiere decir que en esta evocación, los encuentros rivalizan con los desencuentros de vidas diversas, a menudo paralelas y a estas alturas para la mayoría casi cumplidas y para algunos desgraciadamente conclusas.

Recordamos inexorablemente lo que fuimos, recreamos lugares y nos imaginamos realidades que lo fueron a medias. Y todo ello en un inútil acto de recuperación y pervivencia, persiguiendo afanosamente una esperanza, que tal vez pueda liberar a nuestros demonios y redimirnos de nuestros pecados, grandes o pequeños.

Para quienes tenemos más pasado que futuro y no demasiada buena memoria, aunque sí buena conciencia y mejores intenciones, el pregón es un desahogo y una terapia: una especie de confesión no sacramental de la que todos ustedes son mis partícipes antes que mis testigos. Porque, sin público, el pregón no tiene sentido y en esa relación de reciproca dependencia radica su justificación, su gracia y su misterio.

Toda fiesta es, por definición, una convocatoria reglada, cualquiera que sea su alcance y trascendencia geográfica y administrativa, siempre a plazo fijo y con un libreto ya preestablecido. Es, dicho de otro modo, un alto en el camino, un punto de inflexión y de reflexión.

Y así es como cada año en estas fechas fronterizas entre el final del verano y el comienzo del otoño, recalamos en la villa, bajo la advocación protectora de La Portalina y en la compañía afectuosa -visible o invisible- de parientes, amistades y convecinos.

Con esas premisas y ese propósito, las fiestas nos reúnen y nos unen en torno a lo vivido del pasado, las realidades del presente y las expectativas del porvenir, interpelados por el pregonero de turno, cuya voz es la señal de salida -o de llegada- de una prueba jubilar de resistencia y empeño vitales.

Y en este relato, intencionadamente más personal y anecdótico que histórico o doctoral, se agolpan vivencias muy plurales y casi todas poco trascendentes, cuyo fondo ambiental es la Villaviciosa de la infancia y de la primera juventud.

Los largos paseos, los baños en la ría, los juegos inocentes, las revelaciones sentimentales, los sueños por cumplir, compartidos con los confidentes más próximos a nuestra intimidad: Luis Huerta, Angelin Escalada, Pedro Herrero, Cesar Luis, Juan Ramón, Miguel González Pereda...

Compartíamos la amistad como una bienaventuranza, sin fisuras ni egoísmos, pese a ser muy diferentes y vivir tiempos de escasez y precariedad. Y quizás por eso nos sentíamos razonablemente felices y espontáneamente solidarios y cualquier suceso era para nosotros un acontecimiento que de vez en cuando se manifestaba como una iluminación en medio de la grisura y la rutina del día a día.

Totalmente ajenos a esta ritualización de la fiesta- y de la vida-, imagínense a ese grupo de adolescentes matando una parte de su tiempo -tan fugaz y tan inestable- aquí mismo, al lado de este teatro, frente a la estación de los Alsas. En las vacaciones escolares veníamos a ver llegar y salir los autobuses sin que estuviésemos esperando a alguien ni nos importase tampoco la identidad de los viajeros que bajaban de los coches o subían a ellos. Era un entretenimiento inocente y barato que, en ocasiones, tenía su premio.

Una tarde, frente a nosotros, se detuvo un deslumbrante coche rojo descapotable. Enseguida nos dimos cuenta de que sus ocupantes estaban desorientados y en busca de información y nos acercamos hasta ellos para satisfacer esa necesidad, sin otra motivación. Y tal como nos había parecido en una primera impresión, en la distancia, allí estaban ante nosotros, como salidos de una película de la Metro-trascendida de la pantalla de esta misma sala-, nada menos que Xavier Cugat y Abe Lane, que deseaban visitar Rodiles, entonces sin parquímetros.

Sólo nosotros fuimos testigos de aquella aparición, que ni siquiera tiene registro en las hemerotecas. Sucedió sin más y sin más se esfumó en el tiempo.

Pues bien: así es como transcurrían los días, contemplando el ir y venir de los Alsas, paseando, charlando al atardecer en la pérgola del Parque o jugando en el Frente de Juventudes o en Acción Católica o en la Casa España, entonces habitada por la familia de Juan Ramón. Y en verano, bañándonos en La Espuncia, aun cuando cayesen cuatro gotas. Siempre había alguien que tranquilizaba al grupo diciendo:”no preocuparos, que esto ye puntu marea”, premonición nada científica, pero que habitualmente tenía su cumplimiento.

Y, cuando podíamos, veníamos al cine, a este mítico Teatro Riera y si nuestra economía no nos lo permitía, yo tenía a Falin, el fíu de la carnicera, que era un grandísimo contador de películas y suplía con creces el visionado como espectador; es más: lo mejoraba.

Pero en medio de ese cansino devenir y esa indolencia ambiental, todos teníamos ilusiones que cumplir, afanes y esperanzas que se traducían lo mismo en una revista que hacíamos a multicopista con más ambición que brillantez,- Escalada, Faustino Sanz, Gonzalo Gil, Mahamud, César Luis, Ismael, Echeverría, Villazón y Pedro Luis Cutre, entre otros,- que en funciones de teatro o incluso en una orquesta que llegó a actuar una Nochevieja en el Casino. En ella estábamos Renedo, al piano; Juan Ramón, a la guitarra; Ismael, de vocalista; Pedro Riestra, a la batería y un servidor que hacía las veces de presentador y de manager, porque no tenía aptitudes para otra cosa. Y no debía de hacer medianamente bien ninguna de las dos, porque aquella fue la primera y última actuación de tan efímero grupo musical.

Una experiencia inquietante es llegar a la villa y dejarte llevar por los impulsos del azar y la memoria, recorrer sus calles sin orden y con creciente desconcierto e ir reconociendo en ellas fragmentos de ti mismo, algunos rescatados del olvido. En cada rincón -el Huevu, el Ancho, les Caleyes, la Espuncia, el Salín…- encuentras rastros y rostros de tu vida y ausencias irremediables:

Ernestín Robledo, Bernardín Gonzalez, el panaderu, Angelín Escalada, Pedro Lozano, Yayo Valdés, José Ramón Miyar, Granja, Montoto, Pedro Herrero, Falín, Rafael Villaverde, Pepín el de Vitorolo, José Eugenio Alonso, Nené, Juaco el papeleru…

A menudo, cuando doblas una esquina, crees ver al fondo a alguno de ellos y no tardas en darte cuenta de que esa visión es una fantasmagoría. Es como andar entre la niebla, confuso y desorientado, deambulando por el más acá, en un territorio pantanoso lindante con el más allá.

Menos mal que casi siempre, cuando estás al borde del abatimiento, aparece Monchu y su compañía y su conversación, tan ricas y múltiples, te devuelven a la realidad y te proporcionan consuelo y serenidad con las justas dosis de buen humor.

Pero con todo y con eso, lo cierto es que callejeando por tu pueblo a estas alturas de la vida - que son más bien bajuras- te sientes en medio de extraños, cuyas caras, en algunos casos, te suenan, pero no sabes su nombre ni su genealogía y, si alguien te saluda, la conversación, en demasiadas ocasiones, no pasa de los convencionalismos de la mera formalidad, de una primaria cortesía urbana.

Hace ya muchos años, siendo yo un crío, escuché al padre de Víctor García de la Concha decirle esto al mío, en la calle de Balbín Busto, entre el Banco Herrero y la tienda de ultramarinos de mis tías:

-Evaristo, convéncete. Tú y yo en la villa ya somos forasteros.

Y semejante confidencia -tal vez con más exageración que realismo-, se hace al cabo del tiempo más cierta y pertinaz, cuando los papeles de aquella escena se han cambiado y el chiquillo que actuaba de testigo es hoy un Evaristo mayor de lo que era su progenitor entonces.

La misma reflexión, entre el asombro y la pesadumbre, y en un contexto necrológico y coloquial, la expresaba irónicamente y en términos más apocalípticos Mariana Robledo, una pionera del feminismo en la villa:

-.¡Ay fiu del alma!, Esti pueblu está llamau a desaparecer.

Pero, seamos forasteros sobrevenidos o supervivientes en la resistencia, lo cierto es que seguimos sintiendo a la villa como nuestra, irrenunciable y patrimonialmente casi exclusiva, si bien ese mundo tenga ya otra morfología y otra demografía y el espíritu que la caracteriza sea más difícil de identificar y de asumir.

Para los que vivimos fuera de su ámbito, desde hace ya más de medio siglo, todas esas vivencias se engrandecen y potencian con los años, haciéndote más sensible y vulnerable a todo lo que proviene del pasado más remoto.

En Villaviciosa viví hasta los dieciocho años y a partir de esa edad Villaviciosa vive en mí.

Aquí vinimos al mundo, aquí nos hicimos hombres, aquí pusimos los cimientos de nuestro futuro y, por lo que a mí respecta, gracias a una feliz providencia del destino, aquí conocí a María Luisa, la que hoy es mi mujer y sin la cual mi historia no se explica y estaría incompleta y malograda. Ella me hizo carbayón, pero yo la hice a ella maliaya o maliayesa, según se diga, como los dos hemos hecho a nuestros hijos Luis Mario, Javier y Cristina miembros adoptivos de esta comunidad y procuramos transmitir ese sentimiento de pertenencia ancestral a nuestros nietos Yasmina, Óscar, Luis y Alba, nacida hace tan solo tres días.

Se dice que la memoria es débil y a menudo traicionera y nos hace creer en lo que no vimos, ni vivimos. Y efectivamente así es y esta circunstancia has de sobrellevarla consciente de que no siempre lo pasado es lo mejor. Ni tampoco lo futuro.

Villaviciosa es ese edén terrenal que tiene en la manzana su fruto y su símbolo y no su maldición divina y tiene también, como producto del ingenio humano y de la tradición, el caldo de su rica naturaleza: la sidra. Porque como escribió Valentín de Andrés, cuyas obras completas tuve el privilegio de reunir para su publicación, “si por la manzana fuimos expulsados del paraíso, por la sidra volveremos a entrar en él”.

Y el paraíso es la infancia y a ella volvemos por muy largo y sinuoso que haya sido nuestro recorrido existencial. En esos años crepusculares todos sentimos y alimentamos la evocación de la niñez que forjó nuestra personalidad y nos marcó de forma indeleble y de una u otra forma tratamos de recuperarla.

Los emigrantes en Suiza, en Bélgica o en Alemania, ahora como antes, todos están deseando volver a casa, aunque sus impulsos sean contradictorios. Los jóvenes y bien preparados que la crisis actual ha forzado a irse, aspiran a un regreso rápido y no traumático que les permita reintegrarse en la sociedad española conforme a sus talentos y capacidades. Por el contrario sus antecesores, desprovistos de sus recursos sociales e intelectuales aguardan la jubilación para retornar a su punto de partida. Bien es cierto que, a menudo, ese es un propósito baldío, una vana querencia, pero ella es la que les mantiene espiritualmente vivos. Luego la realidad es otra: ellos o sus hijos formaron allí su familia y los que ya tienen nietos han roto ya las amarras y sus progenitores se ven obligados a quedarse con la casa de sus mayores vacía y rehabilitada o, en último término, con un piso comprado en Oviedo o Gijón en los años del desarrollismo y el boom urbanístico.

Pero ¿cuál es la razón profunda de ese afán de retorno que, en muchos casos, idealiza pueblos remotos, mínimos, empobrecidos y casi muertos o deshabitados? La razón es el enigma de la infancia, pues en ella está nuestra patria única y verdadera, la sustancia más genuina del ser humano.

No es este el caso de Villaviciosa, villa hermosa donde las haya, como así la proclama su canto popular, por encima del artificio de la rima, Su propia traza urbana, su patrimonio monumental, la noble arquitectura de sus casonas, la belleza y diversidad de sus paisaje, la mágica presencia del mar, ría adentro, la placidez e intimidad de su ambiente social, su estratégica situación central, favorecida recientemente por modernas comunicaciones, pese a la histórica marginación del ferrocarril, y, confluyendo con todo ello, el carácter de sus gentes, abiertas y cercanas en el trato, despiertas de inteligencia e imaginación, dotadas de ingenio y creatividad, con singulares aportaciones a la historia, la economía y la cultura.

La ejemplar Asociación Cubera -que preside el incombustible Etelvino- , la Fundación Cardín-he aquí otra vez el apellido casi sinónimo de Villaviciosa- y el recuperado Ateneo obrero, bajo el mandato del imaginativo Senén Rivero son tres singulares y eficientes agentes de esa dinámica creadora y crítica que agitan, cada uno desde sus ámbitos y competencias, la conciencia de la villa, contribuyen con sus aportaciones al enriquecimiento de su espíritu y abren, con sus iniciativas, nuevos horizontes. Como lo hace el Ayuntamiento actuando de promotor o colaborador de actividades muy diversas, a través de una Concejalía de cultura innovadora, moderna y participativa.

Y que conste que éste no es el retrato de un estereotipo idílico y adulador, aunque en él haya las justas dosis de complacencia y alabanza propias de este tipo de ceremoniales literarios.

Todo eso y mucho más es Villaviciosa, hermosa y verdadera, a cuya imagen se han sobrepuesto personajes y símbolos diversos;

- Carlos V -cuyo desembarco merece un más riguroso replanteamiento histórico y escenográfico, como así lo ha reconocido y asumido, por fin, el Ayuntamiento, renovando su puesta en escena y delegando acertadamente esta responsabilidad en el director teatral José Luis Campa y en un querido paisano y amigo, meritorio predecesor en esta tribuna, Miguel González Pereda.

-Otras imágenes recurrentes que nos identifican son los claveles verdes, azules y colorados que nunca existieron en esa profusión ni en esos colores; la manzana, cuya capitalidad nacional ostentamos y, cómo no, la sidra champán El gaitero.

-La manzana es ciertamente un símbolo que nos distingue y representa, aunque socialmente no presumamos de ello. Los ingleses venden “manzanas con gusanu”, como una exquisitez ecológica y aquí, sin embargo, comemos manzanas de importación con sabor a frigorífico.

Cuando Jorgito el inglés, en el siglo XVIII, pasó por la villa, registró y escribió que producíamos, sobre todo, avellanas, ablanes. Y al cabo del tiempo, nos convertimos en el concejo asturiano que localiza la mayor producción de manzana de sidra y de ahí viene el título de capital manzanera de España, registrado hace ya más de cincuenta años y acuñado por Sergio Álvarez Requejo, ingeniero agrónomo, que fue director de la Estación pomológica, alcalde de Villaviciosa y el creador del Festival de la manzana cuya primera edición se celebró en 1960.

Vivimos rodeados de pomaradas y nuestro vocabulario memoriza variedades con nombres tan evocadores y entrañables como Panquerina, Prieta, Coloradona, cultivadas en pueblos como Coro, Tornón, Breceña, Camoca, Fuentes, Candanal, Miravalles, Quintueles, Valdebárcena…

Por todo ello, resulta tan oportuna la idea municipal de recuperar ese eslogan para ponerlo en circulación a efectos turísticos.

Pero, mientras tanto, quienes vengan a la villa en busca de manzanas asturianas de mesa las encontrarán no sin dificultad, más en las plantaciones que en las fruterías y aún así ¿quién se puede permitir el lujo de degustar ahora una mingan?.

No tendrán la misma suerte quienes busquen claveles. Su presencia en jardines y balcones no se corresponde en frecuencia ni abundancia con lo que proclama la canción popular y, además, los claveles azules no existen en la naturaleza y solo son posibles mediante una sofisticada manipulación genética. Los geranios han ganado la partida.

La canción, que se convirtió en nuestro himno aparece citada por vez primera en 1887, en un Cancionero de Rufino G. Nuevo y Miranda, según el folclorista Fernando Lapuente, y se utilizó originariamente para acompañar el baile “a lo ligero”.

El caso es que sobreponiéndose a todos los avatares, la sidra El gaitero ha hecho por Villaviciosa más que muchas campañas de promoción juntas.

Hubo un tiempo en el que la sirena de La Espuncia marcaba las horas de entrada y salida de los trabajadores en la fábrica, que hacían a pié el recorrido desde y hasta la villa- y era también el sonido horario que orientaba el tiempo en toda la población.

Yo recuerdo a mi abuela materna caminando con sus compañeras, casi todas vestidas de gris -o así al menos guardo yo esa imagen- como en una escena del Novecento.

El gaitero, con una gestión eficiente y continuada, que ha sabido sobreponerse a cambios generacionales, tecnológicos, estratégicos y comerciales, es hoy más que nunca famosa en el mundo entero y gracias a ella lo es también Villaviciosa.

No debemos olvidar en este inventario simbólico e iconográfico un espacio físico que tenemos el compromiso de cuidar como un tesoro; me refiero a la Ría, con todo su entorno y sus diversas implicaciones medioambientales, sociales y culturales, como muy bien expresan y enaltecen sus muchos estudiosos-entre ellos, mi hijo Luis Mario- y, cómo no, sus pintores de cámara por excelencia; en primer lugar, el villaviciosino adoptivo Humberto Alonso, desde la delicada y precisa recreación del paisaje; Guillermo Simón, inmerso en las profundidades acuáticas, ya sean marinas o fluviales y Gonzalo Gil, observador atento y minucioso de la flora y la fauna que la habitan y embellecen; cada uno, en fin, pintándola desde su particular percepción, con sensibilidades diferentes y la estética y la temática que les son privativas y características, Ése, en suma, es nuestro más valioso patrimonio y debe ser una prioridad municipal y autonómica y todo lo que hagamos por preservarlo será poco y bien agradecido.

Porque esta es nuestra casa, nuestro pueblo, nuestra patria y nuestro legado: nuestro origen y nuestro destino Aquí están las raíces de lo que somos y, en buena medida, los mejores frutos de nuestras vidas. Y éste debe de ser nuestro orgullo y nuestro compromiso.

Por eso yo, cada vez que alguien me pregunta de dónde soy, respondo siempre lo mismo:

-Soy de Villaviciosa, gracias a Dios.

Evaristo Arce

PROGRAMA FIESTAS PORTAL 13

SABADO 14

MAÑANA

11:00

Ría de Villaviciosa

LXVIII Regata Ría de Villaviciosa. Gran Premio «El Gaitero»

Organiza Club Piraguas «El Gaitero»

11:00

Tazones-El Ancho

Salida del XXXI Cross Ruta Imperial: Tazones-Villaviciosa

Organiza «El Gaitero atletismo Villaviciosa»

Entrega de premios a las 13:00 en el Ancho

TARDE

16:30-19:00

Parque del Pelambre LA PUMARADA - JUEGOS INFANTILES

17:00-20:00

Polideportivo Municipal Manuel Busto

II Torneo Nª Sra. del Portal de Fútbol Sala

Masculino:

RODILES F.S. (Villaviciosa)·

MALIAYO F.S. (Villaviciosa)·

INFIESTO F.S. (3ª División Asturias)·

CONTRINA F.S. (2º División B, Campeón de Cantabria)·

Competición: Eliminatoria directa (Semifinales y Finales)

Partidos de 15 minutos cada parte

PROGRAMA

• 17:00; 1º SEMIFINAL

RODILES F.S. – MALIAYO F.S.

• 17:45; 2º SEMIFINAL

INFIESTO F.S. – CONTRINA F.S.

• 18:30; 3º Y 4º PUESTO

• 19:15; FINAL

A continuación entrega de premios en el polideportivo de Villaviciosa.

17:30 Plaza del Ayuntamiento CONCURSO MEJOR SIDRA CASERA DE ASTURIAS FESTIVAL DE LA MANZANA

17:30

Campo Municipal de Las Callejas

Fútbol 3ª División

C.D. Lealtad - Luarca·

(Podría cambiar al domingo en función del campeonato de liga)

20:00

Teatro Riera

Encuentro Coral Nª Sra. del Portal

Coral Polifónica Añoranza de Langreo·

Coral Polifónica Santiago López de Pravia·

Coral Capilla de La Torre de Villaviciosa·

NOCHE

23:30

Plaza del Ayuntamiento

Actuación

Orquesta CUARTA CALLE

DOMINGO 14

MAÑANA