Nada pedir... nada rechazar...; donde te planten esfuérzate por dar fruto”. Esta máxima clásica de la vida sacerdotal fue la que me trajo, o mejor, de la que la Providencia se quiso servir para que viniera a Villaviciosa como párroco hace veintidós meses cuando ni lo ambicionaba ni lo pretendía. Y es esta misma máxima la razón por la que voy a otro destino cuando ni lo ambicionaba ni lo pretendía.

Llegué a esta parroquia con la persuasión de que contaría con  unas posibilidades pastorales como pocas en la diócesis y con no pocos retos y demandas que podrían llegar a hacerse abrumadores.

En este breve tiempo la persuasión se ha ratificado pero con un importantísimo dato con el que no contaba cuando me destinaron a La Villa: un grupo magnífico de cristianos relativamente numeroso pero, sobre todo, de una óptima calidad humana y evangélica que desarrollaron conmigo las diversas acciones pastorales de esta parroquia y con los que he podido vivir (con imperfecciones y fracasos) el Evangelio de Jesucristo y tratar de animar a vivirlo, que es el núcleo de la misión sacerdotal.

Manifiesto mi agradecimiento sincero y cordial, como pastor y hermano, a todos los que habéis compartido vuestro tiempo, humor, esfuerzo y fe en la tarea evangelizadora, con este cura que deja de ser párroco de Villaviciosa, pero no deja de caminar con vosotros en la esperanza de la Iglesia.

Un abrazo y mi bendición

Juan Ignacio