Hugo Gaitto Pérez murió el 9 de marzo de 2014.
Lila Insúa - Patrimonio inmaterial
Hugo Gaitto era un ciudadano de Villaviciosa, ciudad que eligió para vivir hace más de 30 años y en la que deja un legado que conviene rescatar con palabras.
Vivimos unos tiempos en que los valores y patrones del éxito y el triunfo están desvirtuados, por eso es importante buscar cuidadosamente los caminos que queremos seguir, las huellas en las que reconocernos.
¿Dónde encontramos más misterio: en un bosque o en las olas del mar? La belleza de una morera, espléndida, que en estos primeros días de marzo comienza a brotar en el patio de juegos de las Escuelas Graduadas. Tomarse unos minutos para recibir el sol. Despacio. Cruzar la calle para entrar en un bar y compartir vida mientras tomaba un vino observando.
Una biblioteca, la José Ingenieros de Zárate, que fue vanguardia en los años 70 en Argentina, fue el pasaporte de entrada en España, país en el que continuó trabajando en la cultura: el teatro, la radio, el cine, la literatura. Los títeres de la carretera trajeron a las tierras asturianas los textos de Villafañe, su paso por la Villa quedó comprometido con el Ateneo Obrero, El Círculo de Valdedios... pero el patrimonio inmaterial que nos deja también está en sus carcajadas sonoras, su ironía para leer el mundo.
Hugo era un hombre apasionado y creo que ese era uno de los secretos que mejor lo definían. La música de amplio rango: de Bill Evans a Billie Holiday, pasando por Violeta Parra a Hilda Herrera. Escuchar los discos era una ceremonia cotidiana y familiar que compartía con los que le rodeamos y también en algunos artículos que escribió, descifrando los placeres de las melodías con entusiasmo. También comiendo un trozo de chocolate, exaltando la hermosura de las gardenias de casa, los tipos de letras, las amistades y personajes de Zárate y sus anécdotas, la palmera que veía desde la ventana de su cuarto, Hugo era un esteta. Los ecos de París, la ciudad deseada, por cuyos rincones deambulamos persiguiendo las letras de su cronopio favorito, Julio Cortázar, cuando decía: "Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha al mismo tiempo fue el no aceptar las cosas como dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra "madre" era la palabra "madre" y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mi un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba. En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferencia de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas".
Esta fue la desobediencia con la que Hugo abordó lo establecido y encontró lo extraordinario inmaterial que nos deja como patrimonio.
Lila Insúa Lintridis