Villaviciosa sale en Procesión, pero se suspende a mitad de recorrido por la lluvia
Pasión por la Semana Santa de Villaviciosa, te contamos su historia de siglos y la de su Cofradía igual 1 y os dejamos fotos en, Enlaces de Interés, de este Jueves Santo
Corría el año de gracia de 1668 cuando, Fray Luís de Llano y Fray Sebastián de Romero, de la Orden de Predicadores, fundan en la villa de Villaviciosa la “Cofradía del Santo Nombre de Jesús Nazareno”, siendo obispo de la diócesis D. Diego Sarmiento Valladares.
Así consta en el libro de la “Cofradía” que tiene su comienzo en el año de 1694.
Con la instauración de la “Cofradía del Santo Nombre de Jesús Nazareno” se pretendía, como así ocurrió, garantizar y perpetuar la celebración de la Semana Santa en Villaviciosa, dotándola de los medios necesarios, humanos y materiales, que hiciesen realidad un proyecto: conmemorar los misterios de la Pasión y Muerte de Cristo con la participación directa del pueblo. Con ello se hacía escuela, se cultivaba la devoción y se hacía un alto en la rutina diaria siendo todos protagonistas de una actividad social.
Los primeros frutos de esta iniciativa llevada a cabo colectivamente empiezan a verse a finales del siglo diecisiete, pues en 1696 ya hay constancia de desfiles procesionales con dos pasos: “Jesús atado a la columna” y “Jesús con la cruz a cuestas”, acompañados de la “Cruz Enarbolada”.
Durante el siglo dieciocho se va aumentando un patrimonio escultórico que iba dando más y más solemnidad a los cultos de nuestra Semana Santa: “San Juan”, “Lágrimas de San Pedro”, “Señora de la Soledad” y “Jesús Niño”. Posteriormente se añadieron los sayones al paso de la “Columna” conformando así un nuevo paso, el conocido popularmente como “Los Canterinos”. Luego viene el “Santo Sepulcro”, “La Coronación de espinas”, “El Prendimiento” y “Longinos” y varios “Estandartillos”.
Las dos Representaciones Sacras o Autos Sacramentales que marcan y dan carácter a nuestra Semana Santa son precisamente las de más solera: “El Encuentro” y “El Descendimiento o Desenclavo” seguido de la “Procesión del Santo Entierro”. Tres siglos los avalan.
En los albores del dieciocho ya se fueron conformando como hoy los conocemos. En los mismos lugares y en los mismos días.
El “Encuentro” el Miércoles Santo. Al principio se determinaba cada año el lugar para la predicación.
Pero donde nuestra Semana Santa alcanza su mayor esplendor y solemnidad es el Viernes Santo con el “Descendimiento” y el “Santo Entierro”.
Cultos que datan seguramente desde la fundación de la Cofradía, pues ya en 1693 hay constancia de un tablado, formado por pipas y tablas, sobre el que se desarrolla el Auto de la Pasión conocido como “Desenclavo”.
Este día era feria en la Villa. Se ubicaba en la Cuesta de Santa Clara y en el Campo de San Francisco. La almendra garapiñada, el turrón de tabique, las rosquillas de anís, los esponjados, las pelotas de serrín y un sinfín de artículos de fabricación artesana compartían mercado con madreñeros, pañeros, vendedores de quincalla, con la cerámica polesa y los plateros de Infiesto.
Pero lo que despertaba verdadero interés y congregaba más público era, y sigue siendo, el Sermón del Descendimiento, que terminaba con las órdenes oportunas para ir procediendo a descender el cuerpo de Cristo del madero, y tras presentárselo a la Dolorosa, era depositado en el Sepulcro a una orden del predicador.
Por entonces, ya era tradición, desde mediados del siglo dieciocho, colocar bancos para los cofrades, que para tener derecho a asiento debían vestir la túnica morada. Todos los curas del concejo se reunían en el Campo de San Francisco. Los que participaban en el desenclavo portaban a hombros el Santo Sepulcro e iban vestidos con sobrepelliz. Detrás del Sepulcro el alcalde con el Pendón Rastrón. La procesión iba precedida por tambores y trompetas propios de la Cofradía que interpretaban una marcha fúnebre, monótona e insoportable.
Recién estrenado el siglo veinte, en 1902, el patrimonio de la Cofradía se ve enriquecido con la “Joya de Plata y Cristal” que es el “Santo Sepulcro”, donado por Doña Aurora Felisa Martínez de Suardíaz, y que desde entonces viene siendo el impresionante refugio del Cristo Yaciente.
Los pasos de “los Xudíos” eran los más populares entre la gente y solían ir al inicio de los desfiles, formando como otra procesión de ambiente desenfadado, dada la imagen grotesca de estos pasos.
Que le Semana Santa de Villaviciosa dejó huella desde tiempos inmemoriales en propios y extraños, no cabe ninguna duda.
Así nos lo confirma en 1964 una de las primeras plumas nacionales del siglo veinte, Alejandro Casona:
…Yo fui niño ahí en esos años decisivos, desde los cinco a los nueve, en que el alma recién despierta clava sus raíces en una tierra, aferrándose a un paisaje…
…¿Cuántos recuerdos despierta en mí la sola palabra Villaviciosa tan entrañablemente unida a mi niñez? Quiero sólo destacar uno entre todos ellos: el día en que, por fin, pude tener el dinerillo suficiente para comprarme una capucha y una túnica moradas y un cordón de borlas amarillo para formar como Nazareno en la procesión de Semana Santa. No podré olvidar nunca la emoción de aquel día porque yo temblaba, pero no acierto a precisar nada ordenadamente. Recuerdo como en una bruma confusa que la ceremonia se desarrollaba en dos lugares: en lo alto de la cuesta, en la iglesia vecina a la escuela, y en la plaza en que está la casa solariega de largo balconaje de madera donde pernoctó el Emperador. En uno de estos dos lugares, no sé en cual, se celebraba el pasaje litúrgico que más profundamente me impresionó: el Descendimiento. La gran imagen de Cristo era desclavada de la Cruz, descendida en la Sábana, recogida por los Discípulos y llevada amorosamente al Sepulcro por unos Nazarenos cálidos de humanidad y devoción, que manejaban los Símbolos sagrados de la tenaza y la escalera, los clavos y el martillo como figuras animadas de Van der Weyden. Aquella insólita mezcla de verdad humana y de teatro litúrgico, de carne popular y tallas de madera, me impresionó como el más prodigioso de los retablos. Nunca volví a sentir el patetismo del Descendimiento con tanta fuerza de sugestión; ni cuando lo vi. realizado totalmente en vivo en la murciana Semana Santa de Lorca, ni cuando lo vi desgarradoramente interpretado en México por los indios de Ixtapalapa en la calzada de Hernán Cortés…
… Si considero la Pasión como el más patético y Hermoso Drama del Hombre, la razón habría que buscarla en aquel pequeño corazón que temblaba bajo su túnica de nazareno en una lejana Semana Santa de Villaviciosa.