Fotos. La ría de Villaviciosa paraíso para el Ruiseñor pechiazul con varios ejemplares
Del tamaño y forma que recuerda al conocido Petirrojo o Raitan, el Ruiseñor pechiazul es sin duda una de las aves más vistosas y difíciles de observar. Su nombre se debe a que es un pájaro que como el Ruiseñor común con el que está emparentado, tiene un canto muy rico en matices, pero además el Pechiazul luce un hermoso plumaje en el pecho con un collar azul y rojo. Este pequeño pájaro que además de ser escaso tiene costumbres muy discretas, generalmente pasa muy desapercibido.
En la primavera unas pocas parejas anidan en los puertos de montaña de la Cordillera Cantábrica, mientras que en el invierno algunos Pechiazules se mudan de la montaña a la costa. En las marismas de la ría de Villaviciosa donde era normal observar algún ave en el paso migratorio de otoño, en los últimos años los ornitólogos están constatando que cada vez es más frecuente que un pequeño número de Pechiazules se queden aquí durante todo el invierno.
“El humedal del Cierrón y El Salin, en las inmediaciones de la zona urbana de Villaviciosa es quizás el mejor lugar de Asturias para observar el Ruiseñor pechiazul.
En esta zona, este invierno se han llegado a observar una media docena de estas aves”, explica Gonzalo Gil, biólogo y ornitólogo maliayés que ha podido fotografíar varios ejemplares de esta pequeña especie de ave paseriforme de la familia Muscicapidae en estas charcas naturales adyacentes al estuario maliayés
Ornitólogos y observadores de nuestra región y otras partes de España se acercan a Villaviciosa para disfrutar de este pájaro que genera gran expectación. “Su descubrimiento requiere de mucha paciencia, ya que el ave tiene un comportamiento muy tímido pasando la mayor parte del tiempo oculto entre la vegetación palustre de la marisma. Se alimentan de pequeños invertebrados que capturan en el barro del borde de las charcas y en alguna ocasión se posan sobre una estaca o rama para cantar, tan solo durante apenas uno o dos minutos”, afirma Gil. Es el esperado momento en que los más pacientes y afortunados fotógrafos logran sacar alguna instantánea.
El autor de las fotos es Gonzalo Gil.