Entrevista de Tina Villar a Marisol Cayado. La última “Chica del Cable” en Villaviciosa
"HABLEMOS DE LA VIDA"
La memoria popular es un bien cultural que hay que preservar a toda costa. No solo conserva las huellas que dejaron en el camino quienes nos precedieron, también encontramos en ella las raíces de quienes somos y cómo hemos llegado hasta aquí.
Esta serie de “memorias”, que llevan por título genérico “Hablemos de la vida”, nacen con la pretensión de ser un homenaje y un reconocimiento a esos hombres y mujeres que con su buen hacer, su tesón y un enorme esfuerzo, mantenido a lo largo de los años, han contribuido a que esta Villa y sus parroquias sean hoy un referente dentro de Asturias.
Entrevista de Tina Villar a Marisol Cayado. La última “Chica del Cable” en Villaviciosa
FOTO PORTADA: Marisol Cayado y Tina Villar frente al Pórtico de la Iglesia de la Oliva en Villaviciosa
Me llamo Marisol Cayado y nací en Villaviciosa, el 26 de diciembre del 44. Me casé con Carlos González, que nació en Santa Eulalia de Cabranes y tuvimos dos hijas: Marisol e Inmaculada (Macu)
Tenía un hermano algo menor que yo que se llamaba Víctor Manuel. Bueno, lo sigo teniendo en otro sitio. Falleció de infarto hace doce años. Lo nombro porque para mí era muy importante y perderlo fue un duro golpe.
Dado que aquí muchos me conocen, no me voy a extender en datos privados, que tampoco creo que sean de interés para nadie. Me centraré en mi vida laboral que es lo único reseñable al menos para aquellos que vivieron esa época.
¿Qué quiere contarnos de sus padres?
Mi padre se llama Manuel Cayado y mi madre María Argentina. El nombre de mi madre se debe a que mi abuela materna había nacido en Argentina.
Tanto mi marido como yo, somos nietos de indianos, que es el nombre que reciben los emigrantes que regresaron después de pasar un periodo de sus vidas en algún país de América. Nuestros padres nacieron aquí.
Los bisabuelos maternos emigraron a Argentina y los abuelos paternos a Cuba. El hecho de que mis padres fueran hijos de personas que habían conocido más mundo influyó para que tuvieran una mentalidad más abierta. Así nos lo transmitieron a nosotros y nosotros a su vez se lo hemos transmitido a nuestras hijas, que llevan toda la vida oyéndonos decir que el mundo no se acababa en El Puentón ni en el Puente Guetes, sino que hay mucho mundo más allá.
Recuerdo oír a mi padre hablar de La Habana. ¿La conoces? – le pregunté un día. No, no la conozco – respondió, pero me la han descrito al detalle. Para la mente no hay fronteras.
Ir más allá del mundo conocido enriquece considerablemente. Uno cuenta con más elementos de juicio y la vida se ve de otra manera. Entiendes que las sociedades son plurales, que no todas están organizadas del modo que tú conoces y no por ello son peores. Normalmente cada sistema obedece a estructuras que permitan a los individuos vivir en paz, armonía y prosperidad dentro de normas comunitarias basadas en el respeto y los valores morales.
De mi madre puedo decir que era una mujer que solía decirnos: hay que aprender de todo porque ahora vivimos de un modo determinado, pero la vida da muchas vueltas y nunca se sabe lo que está por venir.
Ella hablaba mucho con nosotros y nos explicaba el porqué de las cosas con razonamientos adecuados a nuestra edad. Mi padre también lo hacía, pero su tono era más serio. Esa forma de proceder o sistema educativo la reproduje después con mis propias hijas. Los niños aprenden por mimetismo.
¿Cómo cree que la ven sus hijas?
Pues no lo sé, pero nosotros somos católicos practicantes y creemos en la familia y en el sentimiento de amparo y cohesión que supone para sus miembros. Hemos educado a nuestras hijas en valores morales y visión de futuro, tal y como fuimos educados nosotros.
En la vida iremos enfrentando lo que vaya viniendo, lógicamente, pero si uno cuenta con una buena base y apoyo familiar, se siente arropado.
¿Qué recuerda de la escuela?
Fui al colegio de Las Carmelitas y también al público. Me hubiese gustado estudiar, pero fue mi hermano quien optó a dicho privilegio. En aquella época la formación superior estaba destinada al varón por razón de sus obligaciones futuras como padre de familia con el deber de procurar su manutención.
A pesar de ello, debo admitir que mi padre fue un hombre de mente abierta para su época, que no tuvo inconveniente en que yo trabajara. Él contaba con la adecuada formación, incluso, opositó a telegrafista. Por desgracia la guerra civil mando todo al traste y fue mi hermano quien años más tarde terminó el curso de correos y telégrafos.
Dada su mentalidad, no me relegó a las tareas del hogar por ser mujer. De hecho, en La Villa éramos no más de cinco o seis mujeres quienes teníamos un trabajo remunerado.
Respecto de la formación que recibíamos, las niñas éramos instruidas en aquellas materias relacionadas con el papel que desempeñaríamos en el futuro como madres y esposas. Esto no quiere decir que no recibiéramos la suficiente cultura. Recuerdo haber realizado lectura en alto para mis compañeras durante las clases de labores y el libro en cuestión no era una novela rosa, se trataba de El Quijote en castellano antiguo.
Eran tiempos en que se educaba con otra disciplina, si no te portabas bien recibías la correspondiente amonestación o un cachetón si se terciaba, pero nunca sentí exceso de autoridad. En principio porque yo era una niña comedida y normal.
He oído a hablar de alumnos que fueron víctimas de disciplina severa, pero no fue mi caso.
Lo más excesivo que vi fue que te impidieran escribir con la mano izquierda. Más tarde supe que es una conducta que tiene que ver con la asimetría en los hemisferios cerebrales y no con problemas de conducta.
Sí fomentaban la competitividad. Aquellas alumnas que trabajaban más duro ocupaban en clase los primeros puestos como premio al esfuerzo.
¿Qué opina de los cambios en los sistemas educativos?
Nos hemos ido al otro extremo y así nos luce el pelo. Ahora los docentes no pueden ejercer autoridad. Esto repercute de manera importante en su labor, que se ve disminuida en todos los aspectos. La sobreprotección de los alumnos y la ausencia de límites por parte de padres y educadores impiden que los niños se desarrollen plenamente. Como consecuencia, en el futuro serán individuos infantilizados con poca o nula resistencia al aburrimiento, que es la fuente de la creatividad, y ningún sentido de responsabilidad sobre sí mismos.
Muchos padres evitan el enfrentamiento en aras de la paz familiar del momento sin prever las consecuencias negativas a largo plazo.
¿Qué recuerda de la posguerra?
Recuerdo vagamente que mi madre tenía que llevar la Cartilla de Racionamiento a un comercio que había cerca de casa. Allí le estampaban un sello cuando compraba las viandas que le correspondían.
Me consta que hubo personas que lo pasaron mal, pero no fue mi caso. Yo tuve una infancia feliz. Mis padres eran propietarios de una finca con casa, que, sin hacer dispendios, nos daba para lo esencial. Teníamos, además, familiares que vivían en el medio rural.
Si recuerdo que no se disponía de cualquier cosa que uno quisiera, como sucede ahora. Imagina que querías unos patines. Tenías que pedírselo a los Reyes Magos, que podían traértelo, o no. Este comportamiento de los padres tenía más que ver con un sistema educativo más austero que con la carencia de medios. Eran otros tiempos.
¿Cómo conoció a Carlos?
Nos conocimos por amigos comunes. En aquella época era así. Te casabas con los jóvenes de la pandilla. Coincidías en un baile, empezabas a hablar y todo venía rodado.
Estuvimos tres años y pico de novios y finalmente nos casamos en Covadonga, en la Cueva. Celebramos el banquete en un hotel de Cangas de Onis.
Una prima quedó al cargo de la Centralita, porque cada pocos días había que hacer balance. Así fue como pudimos irnos de luna de miel a recorrer Galicia. Recuerdo que aterrizamos en Santiago de Compostela en un avión de hélices.
Nos gusta viajar. Siempre hemos disfrutado mucho de viajar en familia. Hemos realizado viajes culturales que Carlos panificaba previamente. Este año iremos a León, a Zamora o a Palencia- decía.
Curiosamente una de mis hijas siempre preguntaba si ese año pasaríamos por Mérida. Ella tenía ya en el ADN el amor por la historia, que fue lo que estudió finalmente. Y parece que es hereditario porque uno de sus hijos estudia arqueología. De hecho ahora mismo participa en una excavación en Aragón. Nuestras hijas, ambas, estudiaron humanidades.
Lo que uno vive desde pequeño deja un poso que te marca en el futuro. En eso consiste el trabajo de los padres, ya que de niños no tenemos capacidad de razonamiento lógico sino de imitación. Solo copiamos lo que vemos. Por esa razón debiera haber escuela de padres.
De hecho siempre nos estamos formando, pero hay normas básicas que hay que enseñar desde el principio. Es importante enseñarles a comportarse en la mesa y en la vida, a hablar correctamente, a pensar. Además de procurarles cuidados y darles amor, es indispensable que los padres sepan encauzar a los hijos.
¿Nos cuenta su experiencia como chica del cable?
Fui la última en Villaviciosa. Las primeras fueron dos hermanas solteras que se apellidaban Prieto Puerta, hijas de militar. Porque era el Estado quien adjudicaba la concesión de estancos o centralitas de telefónica, entre otros, a aquellos que consideraba merecedores, como viudas de guerra, etc. Las hermanas Prieto estuvieron a cargo de la Central de Villaviciosa hasta los años 60. Yo las sustituí. Aún estamos en contacto familiar con los descendientes, los Valdés Prieto.
Con los años se suavizaron los requisitos. Cuando yo entré bastaba con ser recomendada por alguien de la compañía que te conociera y diera fe de que eras responsable.
A mí me conocía Mariano Fernández, padre de Rosa Fernández, que fue mi jefe en Oviedo. Lo tengo en mis oraciones porque además de un montañero excepcional y amante de la naturaleza, era una gran persona que me enseñó mucho.
El trabajo no lo realizaba yo sola. Te permitían “colocar” a familiares. La Compañía Telefónica Nacional de España, en Villaviciosa era conocida como “Centro Telefónico Familiar”. Fui la encargada durante doce años. Este era un puesto de responsabilidad que llevaba aparejado una jornada laboral, en mi caso, de veinticuatro horas. El resto del personal contratado tenía una jornada de 8 horas.
¿Dónde se ubicaba?
Se ubicaba en el primer piso del edificio blasonado que hay junto al Hotel Carlos I, frente a la tienda La Más Barata. Y estaba señalizada a pie de calle con una de aquellas chapas esmaltadas de fondo azul y letras blancas donde se leía “Teléfono Público.
Las dependencias constaban de una sala de espera y una oficina con dormitorio anexo, ya que se atendían llamadas durante la noche y una vivienda.
¿Cómo era el proceso de las llamadas?
Quienes no tenían teléfono, no era automático, como ahora. El proceso era mucho más lento porque había que avisar a la persona con quien se pretendía hablar. Con cada llamada se cubría un impreso con los datos de ambos interlocutores y la hora en que debía estar en la Central la persona con la que querían hablar.
Si aceptaba, porque podía ser rechazada si era a cobro revertido, acudían a la Central a la hora que figuraba en el impreso de aviso en espera de recibir la llamada.
¿Cómo funcionaba la centralita manual?
Cada par de clavijas formaba parte de un circuito con un interruptor que le permitía a la operadora participar en la llamada. Cada clavija tenía una luz indicadora en la parte superior que se encendía cuando el auricular del teléfono era levantado para realizar una llamada. El sistema registraba también la duración de la llamada para que pudiera ser facturarla.
Quien quería realizar una llamada se comunicaba conmigo en la oficina central y yo conectaba un cable al circuito adecuado que a su vez conectaba la llamada al número con quien querían la conferencia.
A pesar de que podía escuchar el contenido de la conversación, porque el sistema nos permitía tener control absoluto, la ética profesional y mi propia conciencia me lo impedían.
Cuéntenos alguna anécdota curiosa
En aquella época había unas 600 personas que tuvieran teléfono. Y Centralita tampoco había en todas partes. Que recuerde, contaban con Central: Venta las Ranas, Santa Eulalia de Cabranes y Tazones.
Había teléfono en algún bar y en alguna casa particular, donde acudían los vecinos para hacer o recibir llamadas.
Los miércoles siempre fue día de mercado en Villaviciosa. Venía mucha gente de los pueblos para hacer acopio de viandas y de todo lo necesario y era habitual que tuvieran que hacer alguna llamada.
La centralita tenía una gran sala de espera y una cabina. Recuerdo un señor que me dio un buen rato de risa. Él quería hablar con alguien. Cuando yo ya estaba al habla con el interlocutor, le dije que pasara a la cabina, que ya podía hablar con él, pero el pobre hombre no tenía idea de cómo funcionaba un teléfono y sin coger siquiera el aparato empezó a hablar a voz en grito. Al minuto se asomó y dijo, no me oye porque no me contesta. Tuve que levantarme del “cuadro”, que era como le llamábamos a la Centralita y explicarle: Mire, hay que descolgar el aparato y colocarlo de este modo. Hable ahora, verá que si le responde.
El trabajo no era tan fácil como parece. Las conexiones entonces eran por hilo y no se oía muy bien.
Fui testigo de muchas transacciones comerciales con otras zonas. Por teléfono la gente vendía y compraba: trigo, manzanas, aceite, pero se ponían nerviosos y había que echarles un cable.
En la Central disponíamos de un nomenclátor con todas las líneas que había en el país.
También hubo ocasiones en que alguna situación me colmó la paciencia. Tenía un timbre junto a la cama que me avisaba de las llamadas entrantes durante la noche. Se supone que las llamadas nocturnas se producían sólo en caso de urgencia, pero esto era solo la teoría. Siempre estaba el enamorado de turno que tenía que llamar a su amiguita o alguno que no dormía y se le ocurría llamar a alguien para entretenerse. Me daban ganas de darle un cachetón.
Recuerdo otra ocasión en que un señor me dijo que quería llamar a la Diputación Provincial. Cuando le dije que ya teníamos conexión, cogió el aparato y dijo: Hablo con la señora diputación? El pobre no sabía que se trataba de un organismo gubernamental.
Era habitual que te llamaran y te dijeran que querían hablar con fulano o mengano, incluso usaban el mote y tú tenías que saber de quien se trataba para poder hacer la conexión o para avisarle. Rara vez te decían, póngame con tal o cual número. O te llamaba alguien que te decía, póngame con mis padres y tenías que saber quién llamaba para avisar a la familia. A veces había que recurrir a aquellos tochos que eran las páginas azules, la guía de teléfono, como se conocía entonces, donde figuraba el hombre de todo el mundo, para poder encontrar a la persona con la que querían hablar.
En la administración de lotería que hay junto a La Sibarita estaba Luis Miravalles. Fue él quien recopiló los nombres de Villaviciosa que figuraban en la guía. Hizo una labor increíble.
¿Qué le parecen los avances en las comunicaciones?
Debo decir que mi vida laboral no solo fue un privilegio, también fue un placer. Me gusta comunicarme. No obstante, cuando comparo el sistema de clavijas y cordones que se usaba entonces, que implicaba, además, tener que avisar para que se personaran en la Central y poder recibir una llamada, con la comunicación vía satélite, por ejemplo, tomo conciencia del enorme avance que se ha producido en ese campo. Siempre hay gente con talento que da pie a la innovación.
¿Hablemos de los hijos talentosos de La Villa?
Los hay, sin lugar a duda. Aquí ha habido gente con talento y continúa habiéndola. Seguramente me pille los dedos. Podría citar muchos, pero esta es mi labor ni es de mi incumbencia.
¿Había movimiento cultural?
Sin duda. Por ejemplo, en esta Villa hubo una actividad que llamábamos Cine Fórum. Muchos jóvenes asistíamos a ver alguna película en torno a la cual se debatía. Para mí fue una época en que estuve muy comprometida.
El Cine Fórum era una actividad realmente interesante. Cada cual, de acuerdo con su formación, veía algo diferente en los personajes y el intercambio de los puntos de vista resultaba realmente enriquecedor. Se aprendía mucho de la gente que teníamos al lado.
Dentro de esa corriente cultural éramos los jóvenes quienes participamos de manera más activa. La parroquia organizaba actividades que tuvieron gran impacto en nuestra formación de cara al futuro.
No podemos olvidar el amor que hay por la música. Siempre hemos contado con Banda de Música. Banda de Gaitas. La Coral, que nos tienen acostumbrados a sus preciosas voces y muchos otros grupos ya desaparecidos.
¿A su juicio, qué le falta a la sociedad actual?
Le faltan valores. Por ejemplo, se ha perdido el altruismo. Uno puede invertir el tiempo libre sentado en el sofá viendo la televisión, que no sirve de mucho dado el contenido de la programación, o hacer algo que resulte edificante para uno mismo y útil para los demás, como prestar servicio social para alguna de las asociaciones que existen.
En un pueblo influye mucho la alcaldía, los cargos políticos, la parroquia, el colegio. Todas las instituciones encargadas de organizar el ocio también debieran estar a cargo de crear inquietudes, especialmente entre los más jóvenes. Cuando somos adolescentes somos muy curiosos y una buena guía es imprescindible.
Tener las ideas claras es esencial para caminar con buen pie porque uno se relaciona con muchas personas y hay que saber filtrar las influencias
¿Cómo ve a la juventud de hoy?
La enseñanza que uno ha recibido se ve en la actitud, en la forma de vivir hoy.
Yo no quiero hablar muy alto porque uno es dueño de sus silencios, pero esclavo de sus palabras, o como decía mi madre, siempre hay que llamar a la señora prudencia antes de hablar, y si es necesario morderse la lengua, porque por encima de todo está el respeto. Nadie sabe lo que otro está sufriendo en su anterior para que lo juzguen, pero está claro que los jóvenes de hoy necesitan dirección. No obstante hay jóvenes que son responsables. Quizá estos sean menos visibles. Nosotros estamos realmente orgullosos de nuestros siete nietos.
¿Hablamos de feminismo?
Si hablamos del feminismo politizado que se practica hoy en día y que sirve para obtener subvenciones que ya quisieran para sí muchos departamentos de investigación y para que en el Congreso se insulten, de ese no quiero saber nada.
Que la mujer debe ser respetada por ser mujer teniendo en cuenta sus diferencias, que no tiene que estar sometida al hombre y que deber tener los mismos derechos ante la ley, ese es el feminismo en el que yo creo.
Esta sociedad está tan ocupada en demostrar que la mujer puede hacer todo lo que hace un hombre, que la mujer está perdiendo sus cualidades únicas. Está perdiendo la femineidad dada por Dios y la forma única en que nuestro creador nos diseñó. Creo que la mujer no fue hecha para hacer lo mismo que un hombre sino para hacer todo lo que un hombre no puede hacer. El mundo necesita de mujeres amables, compasivas, tiernas, sin que se confunda la mansedumbre con debilidad.
¿Cómo vivió los cambios que trajo El Concilio Vaticano II?
Como he dicho, soy católica practicante, por tanto, estoy completamente involucrada en La Iglesia como Institución y el problema de los cambios, en cualquier ámbito, es que no sean claros y se presten a interpretación, porque eso supone una rendija por la cual se pueden colar situaciones donde los encargados de transmitir la doctrina confunden el grado y el tono de libertad.
¿Es usted Cofrade?
En La Villa uno nace cofrade si tu familia también lo es. Mis padres eran cofrades. Mi marido es cofrade. Nuestras hijas, nuestros yernos y nuestros nietos también lo son. Es algo que uno vive, que se siente y para nosotros es algo especial.
¿Es usted amante de las tradiciones?
Claro que sí. Aquello que tiene arraigo merece la pena fomentarlo y procurar que se perpetúe. Aparte de La Cofradía, antes había fiestas regionales que daban lugar a romerías donde disfrutábamos de una bonita convivencia. Esto se ha ido perdiendo.
Los jóvenes ya no lo sienten y no van a esas cosas. Cada vez somos menos quienes apoyamos este tipo de eventos.
Por supuesto, la llegada de Carlos I, es una tradición que debiera pervivir. Espero que no nos falte.
Yo aproveché la pandemia para coser los trajes de asturiana de mis hijas. Hay que conservar las tradiciones porque eso es cultura. Fue María José, la hija de Hevia, quien realizó un estudio acerca de cómo era el traje regional
¿Cómo influye la llegada de gente nueva que venimos de distintos lugares?
Pues depende de la gente. Tengo unos amigos que cuando llegaron, lo primero que hicieron fue ir a la parroquia a presentarse al párroco y también al médico. Es una forma de decir, queremos formar parte de esta comunidad. Nosotros también queremos estar.
Normalmente enriquece. Traéis vuestras vivencias y vuestras propias costumbres, pero lo lógico es que os suméis a lo que hay aquí. No os integráis si no participáis de lo que ya es costumbre y tradición.
¿Por qué no hay tren en Villaviciosa?
Yo a ciencia cierta no lo sé, pero a nadie se le escapa que en los pueblos no hay aquello que no es de interés, por la razón que sea, para quienes manejan la economía.
Uno de mis sobrinos es ingeniero y tiene un proyecto antiguo acerca de la construcción de la estación y de lo que hubiese supuesto para Villaviciosa la llegada del tren.
¿Qué opina de oficializar la lengua asturiana?
Conservar la lengua original de cada lugar está bien, pero somos España. Tampoco vamos a tener cuarenta lenguas y que cada uno hable lo que le dé la gana. Así no nos entenderíamos. El español es muy bonito. Si seguimos con esa tontería de obligar a los niños a que estudien la lengua local en detrimento de la lengua oficial del país, dentro de poco no podrán salir a la provincia de al lado. Conservar sí, pero obligar no.
¿Hablamos de política?
Ya no hay política. Ahora se trata de ponerse zancadillas y pelearse y mentir a los votantes. Ya no se hace política. El Congreso es un circo donde van a discutir más que a velar por nuestros intereses.
¿Qué cambiaría si usted mandara?
Nunca se me pasó por la cabeza que eso fuera posible. No soy tan importante ni creo que tenga capacidad. Pero empezaría por valorar al ser humano como algo más allá que simple materia. Procuraría que tuviera cubiertas las necesidades físicas básicas, pero también alimentar su interior.
Yo dirijo mi casa. Y esta es la base. Enseñaría valores. Cuando se pierden los valores una sociedad se va al garete.
Me ocuparía de la economía. No necesitamos ni la tercer parte de los políticos que tenemos. Tantos gobiernos son muchos a alimentar.
¿Qué opina de Internet?
Cualquier avance tecnológico que sirva como ayuda a las personas es bienvenido. El problema es la falta de control, las lagunas legales por las que se cuelan los desaprensivos que engañan. Es indispensable proteger a la gente que usa las tecnologías de buena fe.
Debería estar prohibido la facilidad y la manera en que se meten en tu vida y en tu casa mediante el uso de técnicas que ni conocemos.
Debería estar penalizado que las compañías tengan acceso a tus datos. Es increíble, que entres en google buscando un producto y a los pocos segundos no ves otra cosa. Ya no existe la privacidad.
¿Hablamos de inmigración?
Bueno, no podemos olvidar que nosotros también fuimos inmigrantes. Pero una cosa es comprar un pasaje e irte a otro país en busca de oportunidades y otra es eso que está pasando en Canarias, por ejemplo, sin control alguno.
Y no quiero hablar del tema porque no quiero hablar de política. Entrar a un país sin permiso, sin documentación, eso cuando se ha visto?
¿Cuál es su perspectiva de futuro?
Por los años que tengo soy consciente de que me iré. De momento, lo único que quiero es que mi familia esté bien. Aún me gusta aprender y miro la vida con alegría y optimismo. Yo creo en el otro mundo.
¿Cuáles son sus aficiones?
Muchas. Siempre me gustó dibujar. Me gusta leer. Leo biografías noveladas. Leo formación espiritual. También me entretengo mucho haciendo crucigramas. Competimos mi marido y yo a ver quién responde primero. Esto fomenta la agilidad mental, que a nuestra edad es muy importante. Realizo labores. Cocino.
Por supuesto viajar. Es algo que interrumpimos durante un tiempo por razones de fuerza mayor, pero lo hemos retomado. No solo hemos viajado por España, también conocemos, Paris y Roma. Fuimos a Méjico y la República Dominicana y algo de Estados Unidos.
Viajar, conocer, aprender, e incluso si estás mucho tiempo, hacer alguna amistad y participar de lo que hacen ellos.
Este año cayó San Juan cuando estábamos por la zona de Murcia. Unos amigos nos invitaron a pasar la noche en la playa en una zona de calas muy bonita. Por supuesto probamos la comida típica del lugar donde vayamos. Conocer la gastronomía también es cultura.
¿Algo que le haya quedado en el tintero?
En general era eso. El trabajo en la Central. Cuando llegó la automatización no dieron la opción de quedarnos a trabajar para telefónica, pero yo ya tenía a mis hijas y opte por ocuparme de mi familia.
Por supuesto eché de menos hablar con las compañeras, las que conocía personalmente y las que no. Cuando viajabas a un lugar que tenía centralita las visitabas y te presentabas.
Si te casas y tienes hijos es tu responsabilidad ocuparte de tu familia. Para mí la familia es muy importante. Si la familia está bien estructurada un país sale adelante. Es una lástima que ahora no se le de valor.
De hecho, desde que la familia empezó a desestructurarse, enfrentamos un problema del que no se habla. Los jóvenes de hoy tienen problemas de autoestima, de falta de dirección y de afecto. No tienen perspectiva de futuro.
¿Qué consejo daría usted a la gente?
Yo no soy de dar consejos. Si acaso alguien me pide uno de manera privada y tiene que tratarse de una persona que yo conozca bien. Pero si pienso en alto yo diría: Vivan con esperanza. Preocúpense de su interior, no solo de su cuerpo, que su cuerpo es el templo del alma. Que lean buena literatura, de la que te eleva.
Ser creativo. Crecer por dentro. Estar en constante formación. Suelo reunirme con unas amigas a charlar, pero nuestra tertulia no versa sobre la revista Hola. Se propone un tema y cada una procura documentarse porque se trata de desarrollarlo de modo que aprendamos y nos beneficiemos de los conocimientos y sus puntos de vista del resto.
Por supuesto valoro el ocio. Uno también debe saber entretenerse, relajarse y descansar. Salir a tomar una cerveza, ir a la piscina o bañarse en el mar tiene su utilidad.
Me preocupan algunas cosas. Por ejemplo, la soledad que vive mucha gente, especialmente los mayores, que se sienten terriblemente desconectados de todo.
Los ves en las residencias solos mirando al techo. Apartados, como si fueran muebles viejos. Ellos necesitan sentirse acompañados, queridos, necesitan hablar. Esa es una labor social que está quedando en desuso.
También habría que hacer algo con lo que se ha dado en llamar “la brecha informática”…Creo que con lo dicho hasta ahora ya está bien.
Marisol Cayado y Tina Villar, frente al edificio que alojó la Centralita de La Compañía Telefónica Nacional en Villaviciosa