Cuentame un cuento - “Un 4 de Abril, hace eones de tiempo” - T. Villar
Cova y Pelayo eran dos niños que vivían a las afueras de su pequeña aldea. La casita encalada era la de Cova, y enfrente, al otro lado del arroyo, estaba la casa de piedra de Pelayo.
Ella era flacucha, de trenzas largas, y todos los vestidos le quedaban grandes. Él era menudo, de ojos grises y pelo oscuro y tieso, que le daba un divertido aspecto de brocha despeinada.
Cada mañana, Pelayo esperaba a que Cova cruzara el puente de palo y juntos corrían como el viento hasta llegar a la escuela, donde compartían pupitre, porque las clases eran mixtas hasta los diez años
Era la mañana del 4 de Abril.
¿Se habrá dormido Pelayo, que no está ahí esperando? – pensó Cova
Aceleró el paso para alcanzar a su madre, que iba al mercado, y aprovechó para preguntar por qué no podía ir a jugar al salir de clase, como hacían sus hermanos
Las niñas tienen más obligaciones que los niños. Tienes muchas cosas que aprender porque un día tendrás que ser una esposa buena y obediente – dijo su mamá
Perdida en fantasías acerca de cómo sería eso de ser obediente; materia en la cual, hasta el momento, tenía muy mala nota, vio venir a Pelayo cogido de la mano de su padre, el cual a su vez, arrastraba una desvencijada maleta y una bolsa de tela gris de las de guardar la merienda.
- - Date prisa, Pelayo, o llegarás tarde – dijo Cova
- - Ya no iré más a la escuela. Me voy a Oviedo – contestó él con excitación. Dice mi tía Juana que podemos irnos a vivir con ella.
Atónita, sintiendo cómo un nudo le atenazaba la garganta, preguntó – Y cuando vuelves?
- - No volveré - Dijo Pelayo – Mis padres también se irán después de la pumarada
Se quedó allí, parada, viendo cómo se alejaba Pelayo. Tan absorta, que apenas sintió la bofetada que le propinó su madre, apostillada con la frase: “toma, para que llores con motivos”.
Ese 4 de Abril dejó de ser primavera para Cova. Un intenso frío fue abriéndose paso hasta lo más profundo, helándole hasta los huesos.
¡Qué poco saben los adultos sobre el alma infantil!. Quien dijo que una niña de diez años no puede vivir muriendo de amor?
Agustina Villar