Juan Jurado pregonó la Semana Santa 2014 de Villaviciosa - Pregón completo Ver…
En la tarde de este viernes se inauguró oficialmente la Semana Santa de Villaviciosa con el pregón de Juan Jurado en el Teatro Riera, la entrega de premios de pintura infantil y se proyectó el cortometraje La Semana Santa de Villaviciosa en 1926.
PREGÓN SEMANA SANTA 2014
a cargo de Juan Jurado
Señor Mayordomo de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Miembros de su Junta Directiva.
Reverendo Párroco de Villaviciosa
Sr. Alcalde-Presidente del Ilmo. Ayuntamiento y demás Autoridades.
Hermanos Cofrades y amigos todos:
He querido comenzar este Pregón con el montaje audio-visual que acabamos de contemplar y con ello introducirnos en el tema que nos ocupa esta noche: Los Misterios de la Pasión y muerte de Jesucristo.
Un Hombre cuya vida ha traspasado todas las fronteras y sigue de plena y perpetua actualidad a través de los siglos.
Este hecho, por sí solo, ya es suficiente para hacer reflexionar, incluso a los más incrédulos, que en la propia naturaleza de este Hombre, aunque parezca una contradicción, hay algo de sobrenatural. Los creyentes lo tenemos más fácil, sabemos que es el hijo de Dios. De ese Dios con el que el ser humano sintió siempre la inquietud de relacionarse.
En la vida de este Hombre-Dios hay dos pasajes que se vienen conmemorando de forma muy especial: su Nacimiento y su Muerte de Cruz.
Junto a su Iglesia, ha sido el arte quien ha venido inmortalizando estos acontecimientos con magistrales obras escultóricas, pictóricas, arquitectónicas, literarias y musicales. El cine y el teatro también han puesto su granito de arena.
Pero sobre todo ha sido el pueblo el que ha tomado partido con sus Belenes y sus reuniones familiares, celebrando La Navidad, y a través de sus cofradías de Jesús Nazareno, participando en Las Procesiones de Semana Santa.
El Evangelio es pueblo hasta las entrañas, nos dice Alejandro Casona, afirmación que comparto totalmente, pues tras los dramas religiosos de la edad media, han sido los pueblos quienes a través de sus Cofradías de la Pasión, han salido a las calles para expresar sus sentimientos religiosos en las procesiones y en diversas representaciones sacras durante la Semana Santa.
Villaviciosa, porque así lo han querido nuestros padres, nuestros abuelos y nuestros antepasados, viene siendo desde hace más de tres siglos el buque-insignia de las Semanas Santas del norte de España.
En el año 1668, según consta en el Libro de la Cofradía, se funda en nuestra Villa la “Cofradía del Santo nombre de Jesús Nazareno”, con un claro proyecto: conmemorar los Misterios de la Pasión y Muerte de Cristo con la participación directa del pueblo.
En 1696 ya hay constancia de desfiles procesionales con dos pasos “Jesús atado a la columna” y “Jesús con la cruz a cuestas”.
Durante el siglo dieciocho se va aumentando el patrimonio imaginero y aparecen las dos Representaciones Sacras que caracterizan e individualizan a nuestra Semana Santa, “El Encuentro” y “El Descendimiento”, dos escenificaciones de la Pasión, que con tres siglos a sus espaldas, han llegado hasta hoy, celebrándose en los mismos lugares y en los mismos días de la semana.
Comienza el siglo XX con un acervo ya importante de pasos, “Jesús Nazareno”, “La Dolorosa”, “San Juan”, “La Verónica”, “Jesús Niño”, Jesús Resucitado... y los conocidos popularmente como los “Xudíos”.
En 1902, Dª Aurora Felisa Martínez de Suardíaz enriquece a la Cofradía donando la joya de plata y cristal que es el “Santo Sepulcro” y que desde entonces viene siendo el impresionante refugio del Cristo Yaciente.
Los pasos de los “Xudios eran los más populares entre la gente, causaban a la vez respeto y temor y eran mofa de los más pequeños. Solían ir al inicio de los desfiles, formando como otra procesión de ambiente desenfadado, dada la imagen grotesca de unos pasos, que Carlos de la Concha nos describe así:
Vamos a ver los xudíos,
que en los ya remotos tiempos
se ponían en el Cabildo
de nuestro gótico templo.
(fondo musical de piano)
El primero de los pasos
era aquel del “Prendimiento”:
Malco, soldado romano,
tenía al Señor sujeto
con una mano, la otra
la levantaba hacía el cielo
en ademán de defensa,
pues en frente está San Pedro
con gesto amenazador,
desenvainado el acero
con el que cortó la oreja
que, al decir de San Mateo,
se la pegó Jesucristo
en aquel mismo momento.
Judas está al otro lado
con la bolsa del dinero,
y otro soldado romano,
que más parece un sereno,
pues lleva chuzo y farol,
muy propio de aquellos tiempos.
Había un segundo “paso”
no menos trágico y serio:
en él se muestra a Jesús
sentado en un tosco asiento,
con la corona de espinas,
la débil caña por cetro
y una capa de damasco
de color ajado y viejo.
Detrás el judío mayor,
un descomunal guerrero
de coraza y calzón corto,
brillantes botas de cuero
y un gran casco en la cabeza
con un airón dado al viento.
Detrás está el Ñárigón
con la rodilla en el suelo
y en la otra puesto el casco
como si fuera un perchero.
Es chato y muy cabezudo
y extremadamente feo
y le hace muecas de burla
al Señor con cuatro dedos.
Después la “Flagelación”,
donde estaban dos muñecos
azotando al Redentor
con unos zorros de cuero.
Y había el último “paso”:
Longinos, un caballero
sobre un redondo caballo
lustroso, menudo y negro,
tan diminutos los dos,
especialmente el jumento,
que tal una cucaracha
parecía aquel bichejo.
De forma parecida, pero sin chascarrillo, los recordaba el jesuita villaviciosino José Manuel Alonso Busto cuando escribía en 1963 que...”Los “Xudios” antiguos no favorecían nada nuestro Viernes Santo. Ponían, sí, una nota de tipismo y de colorido, pero un tipismo que me atrevo a juzgar de muy profano, ridículo e inoportuno. Escenas tan emotivas como el prendimiento o tan trascendentales como la Lanzada, quedaban relegadas a la condición de simples y hasta despreciables títeres. Lo santo de aquellos pasos permanecía invisible prácticamente, en una irreflexiva penumbra. La atención se concentraba exclusivamente en los odiados personajes. Y allá estaban en el Pórtico, expuestos a la burla de niños y aldeanos, prestos a morir al golpe de las matracas. (“Vamos a matar a los “Xudíos”!)”.
El presbítero José Álvarez Vallín prefiere ignorarlos cuando describe, hacia 1930, nuestra Semana Santa en su hermoso poema “Túnicas Moradas”:
(Fondo musical chelo)
¡ Túnicas moradas que flotáis al viento
en los dulces días de Semana Santa,
mientras en silencio luce el “Monumento”
y solemne y grave, don Alonso canta !...
Como en las jornadas de mis ilusiones,
otra vez os veo, vestes nazarenas,
matizando el cuadro de las procesiones
con el simbolismo de las mansas penas.
¿ Qué tendrán los cielos esta dulce tarde ?
¿ Qué tendrán las notas de la sinfonía ?
¿ Qué tendrá la llama que en los cirios arde,
y lo tiñen todo de melancolía ?
Suenan las campanas de la Iglesia antigua
con la voz cansina de los muchos años.
¡ Bronces familiares ! Su voz atestigua
un amor que dura sobre los engaños...
En el aire tibio de la primavera,
como si los años la legaran rota,
sobre el canto hodierno, tenue y plañidera
la voz consagrada de Pereda flota.
Y con ella vienen, tal vez evocadas
por los bronces viejos de Santa María,
todas las figuras -¡ todas, ay, pasadas !-
de las buenas horas de la infancia mía.
¡ Túnicas moradas que flotáis al viento
en los dulces días de las Santas Horas !
¡ Lento “Misserere” que, en tu ritmo lento
todas las tristezas de la vida lloras !
¡ Oh, el pueril revuelo del estandartillo,
como suelto pétalo de una flor morada
-la corona, el gallo, el martillo-,
en la clara noche, por dolor callada !
¡ Oh, la augusta imagen de la Dolorosa
con la faz surcada por brillantes perlas,
que la luz de plata de la luna hermosa
ilumina, ansiosa por querer beberlas !
Van las velas verdes en dos filas largas.
San Juanín señala con su blanco dedo.
Lanza don Alonso sus quejas amargas,
y por las esquinas suena el aire, quedo.
La pía Verónica de la toca blanca
muestra reverente la faz redentora...
Notas plañideras la música arranca...
Desde sus balcones un enfermo llora...
¡ Oh, el dolor sublime del buen Nazareno,
con la soga al cuelo, y al hombro la cruz !
Cuando el paso avanza, de ternura lleno,
todo el pueblo adora al mártir Jesús.
¡ Cómo en mí alma surgen, tal vez evocadas
por los bronces viejos de Santa María,
todas las figuras -¡ todas, ay, pasadas !-
de las buenas horas de la infancia mía !
En el año 1964, o sea, hace ahora exactamente 50 años, nos recordaba Alejandro Casona, con esa prosa poética y esa fina sensibilidad que le caracterizan, sus vivencias de niño Nazareno en nuestra Semana Santa de hace un siglo. Comenzaba diciendo:
...Yo fui niño ahí en esos años decisivos, desde los cinco a los nueve, en que el alma recién despierta clava sus raíces en una tierra, aferrándose a un paisaje.
Tras un entrañable recorrido por nuestro pueblo, sus costumbres y sus caminos vecinales, continuaba así:
...¡Cuantos recuerdos despierta en mí la sola palabra Villaviciosa tan entrañablemente unida a mí niñez! Quiero solo destacar uno entre todos ellos: el día en que, por fin, pude tener el dinerillo suficiente para comprarme una capucha y una túnica moradas y un cordón de borlas amarillo para formar como Nazareno en la procesión de Semana Santa.
Pero lo que más profundamente le impresionó fue el pasaje litúrgico del Descendimiento y así nos lo describe:
La gran imagen de Cristo era desclavada de la Cruz, descendida en la Sábana, recogida por los Discípulos y llevada amorosamente al Sepulcro por unos Nazarenos cálidos de humanidad y devoción, que manejaban los Símbolos sagrados de la tenaza y la escalera, los clavos y el martillo como figuras animadas de Van der Weyden. Aquella insólita mezcla de verdad humana y de teatro litúrgico, de carne popular y tallas de madera, me impresionó como el más prodigioso de los retablos.
Continúa diciendo:
...En esos años cruciales, de los cinco a los nueve, la vida de un hombre queda prefigurada ya para siempre.
Y termina con esta reflexión:
...Y si considero la Pasión como el más patético y Hermoso Drama del Hombre, la razón habría que buscarla en aquel pequeño corazón que temblaba bajo su túnica de nazareno en una lejana Semana Santa de Villaviciosa.
Algo tendrían aquellas Semanas Santas de nuestros mayores para dejar huella indeleble en uno de los más grandes valores literarios y humanos del siglo XX en nuestro País, conocedor profundo y amoroso de los valores del pueblo y que por ser uno de mis referentes en la vida he querido recordar ahora aquí.
Coincidiendo con la llegada al seminario de Valdedios del presbítero villaviciosino D. Alfonso Rivero, alrededor de 1920, y hasta el traslado del seminario menor a Covadonga, en 1951, unos doscientos seminaristas se hacen habituales en la Procesión del Viernes Santo. Los “Curinos de Valdedios”, como eran conocidos popularmente, daban esplendor y solemnidad al Santo Entierro. ,
Y voy a cerrar lo que yo llamaría “primera etapa” de nuestra Semana Santa del siglo XX, con la proyección de un reportaje de extraordinario valor documental, que ha llegado recientemente al archivo de la Cofradía.
Se trata de una película de nueve minutos de duración que data de 1926, firmada por D. José Alonso Badriñana, con D. Julio Peinado como operador.
(Proyección película)
La barbarie de la guerra incivil trajo consigo, entre tantos desastres, la primera crisis de nuestra Cofradía, con la destrucción de su patrimonio artístico y material. Pero Villaviciosa se resistió a renunciar a la tradición de sus manifestaciones públicas de sentimiento espiritual y cultura religiosa, heredada de sus mayores.
En 1940 ya se empezó a reponer el patrimonio escultórico con tres nuevas imágenes: El Cristo de brazos articulados para El Descendimiento, obra del valenciano Juan Bernet Serra y Jesús Nazareno y La Dolorosa, encargadas al taller del escultor compostelano Maximino Magariños.
San Juan llegó a Villaviciosa en 1942, obra de José Gutiérrez de Madrid.
Con estas imágenes y El Santo sepulcro, único paso que se libró ¿milagrosamente?de la quema, y nunca mejor dicho, ya se pudo recuperar, como hoy lo conocemos, el pasaje litúrgico del Descendimiento y la Procesión del Santo entierro.
La Dolorosa pasó a ser La Verónica en 1943, cuando D. Juan Valdés Suardíaz, Marques del Real Transporte, regaló a la Cofradía La Virgen Dolorosa que todos conocemos, obra de Julio Beobide, policromada por Ignacio Zuloaga.
En 1945 y 1950, respectivamente, la Cofradía adquirió dos imágenes de fabricación en serie: Jesús Resucitado y Jesús entrando en Jerusalén.
Pero es en 1947 y 1948 cuando nuestro acervo imaginero se engrandece con dos impresionantes grupos escultóricos: La Coronación de Espinas y La Flagelación del Señor. Son obra del prolífico imaginero Enrique Galarza Moreno, al igual que la imagen de Jesús Niño, adquirida en 1953.
Con todo este patrimonio imaginero y dadas las condiciones socio-políticas de entonces, los años 50 y 60 contaron con nuestras más solemnes Semanas Santas del siglo XX.
La Procesiones comenzaban el Domingo de Ramos y librando el Lunes Santo, terminaban el Lunes de Pascua con la Procesión del Rosario.
Pero las cosas no se hacen solas, y detrás de todo hecho hay siempre un promotor o promotores, que en este caso fueron: Valentín Alonso Ortiz, Mayordomo de la Cofradía de1940 a1942, su hermano, el inolvidable Manuel Alonso Ortiz, Mayordomo desde 1943 hasta 1957, año en que falleció y fue sustituido por su yerno y fiel mano derecha, Manuel Busto García.
El empuje y el entusiasmo del entonces párroco de Villaviciosa, D. Pedro de la Fuente Junco, el incansable trabajo, ilusión e imaginación de José García Figaredo, Pepe el sacristán, la aportación de buenos colaboradores y la participación de todo un pueblo, pusieron el resto.
Precisamente esta época coincide con mis años de infancia y de juventud. Y es en estas fechas cuando aparecen año tras año nuestros recuerdos, esos paraísos de los cuales no podemos ser expulsados. Esos recuerdos, entre comillas, “tan entrañablemente unidos a nuestra niñez” y que cada Semana Santa sacamos de nuestro baúl personal.
Recuerdo cuando iba con mí madre al parque a buscar la palma que nos proporcionaba “Tino el jardineru” y que tras llevarla a bendecir con nuestra ropa de estreno, el Día de Ramos, iría a parar al balcón de nuestros padrinos a cambio del “Bollu de Pascua”.
Tengo algunos testimonios de cuando iba a las procesiones de la mano de mis progenitores. En la Procesión de Ramos y en la del Rosario, el Lunes de Pascua.
Recuerdo cuando fui con mi madre al comercio de Manolín Eugenio a comprar la tela para confeccionar mi primera túnica de Nazareno y que ya no quedaba de color morado. La compró amarilla, cuando estudié la técnica del color entendí porque, y me parece estar viéndola removiendo la tela con un palo en la pota con el tinte sobre la cocina de carbón.
Recuerdo el Miércoles Santo recorriendo veinte veces las calles de la Villa con la cruz verde de los gobernadores y el cestín en la mano: ¿Da algo pa Jesús Nazareno?.
Recuerdo las peleas por los estandartillos en la Capilla de Ánimas, hasta que llegaba Pepe el Sacristán a imponer orden.
Recuerdo el día que se cumplió mi primera gran ilusión: Llevar el Niño Jesús.
Y también recuerdo, ¿como no?, nuestra pequeña Semana Santa particular.
La verdad es que eramos verdaderos monos de imitación, pues ante cualquier acontecimiento que veíamos, nos faltaba tiempo para desarrollar el nuestro. A parte de otros espectáculos en recinto cerrado, la calle Cervantes, la Cerona y el Parque, eran escenarios de nuestra Cabalgata de Reyes, que en nuestro caso se reducía a Caminata de Reyes, ya que como se puede suponer íbamos a pie, pero eso sí, disfrazados muy dignamente con trajes confeccionados por nosotros mismos, escamoteando a veces, en casa y a hurtadillas, colchas y otras lencerías.
Con mí amigo Pedro García también organizábamos nuestras procesiones de Semana Santa. Para estas fechas yo tenía montada en casa una capilla con los pasos del Cristo y de La Verónica. Al Cristo, que era la imagen de un crucifijo de unos treinta centímetros que había en casa, le corté los brazos a la altura de los hombros y los uní con esparadrapos para hacerlos articulados de cara al Descendimiento. Pero mí invento no dio buen resultado, pues los esparadrapos se despegaban y los brazos se caían. Finalmente mí padre los volvió a su posición original mediante unos tirafondos ocultos.
Mí Verónica también tiene su historia. Hacía tiempo que venía contemplando una imagen de la Milagrosa, de unos veinte centímetros, que tenían en la tienda de les Regaderes, y que por la posición de las manos me venía muy bien para transformarla en Verónica, pegándole un pequeño paño con la cara de Cristo pintada. El único y no menor problema, era que costaba 10 pesetas, un auténtico dineral para un niño como yo en aquellos tiempos. Pero en este caso la suerte se puso de mí parte y un buen día encontré un duro en la calle, lo cogí y lo guardé en el bolsillo con un único pensamiento: Ya tengo media Verónica. La otra media la conseguí dándoles la vara a mi padre y a mi tío Pepe en la relojería. Con las 10 pesetas y la mayor ilusión del mundo me dirigí a les Regaderes a comprar la imagen de la Milagrosa, mi Verónica. Por cierto, esta imagen aún existe, restaurada por Pedro, en su domicilio.
Pedro también tenía su capilla y sus imágenes. Un Nazareno y una Dolorosa de fabricación propia. Los pasos también eran confeccionados por nosotros, utilizando banquetas con palos de escoba como varas y eran portados por niños más pequeños.
Hay una anécdota que no quiero dejar atrás y que nos ocurrió un día cuando todo estaba listo para la Procesión y el Sermón del Encuentro. Las ventanas y balcones de la calle Cervantes ya estaban ocupadas por muchos curiosos, más bien curiosas, que esperaban el acontecimiento, pero ese día se quedaron con las ganas: Yo era el encargado de predicar el sermón. Pedro quería que lo hiciese desde un poyo del parque y la verdad, a mí me daba mucho corte, dada la expectación y decidí hacerlo desde la entrada al portal de mí casa. No hubo acuerdo y al final suspendimos el acto. En este caso no fue a causa de la lluvia, aunque sí cayó alguna que otra lágrima. “Coses de ñeños”.
Ya en mi juventud, durante varios años llevé el paso de San Juan y en alguna ocasión la Entrada en Jerusalén y la Virgen del Rosario. Solo en una ocasión me cogí a las varas de La Dolorosa, por falta de personal y fue una experiencia para no repetir. Con Fernando Rodriguez, Paco Arce y Guillermo Trivín, Arí, sin relevos y dada la desigualdad de alturas, Fernando y yo sufrimos un verdadero “calvario”. Nunca se me olvidará.
Con mi trabajo a turnos terminó mi etapa de portador, pero seguí colaborando con nuestra Semana Santa en posteriores ocasiones.
Desde el año 1941 tengo constancia de la publicación anual de un porfolio con el programa de actos y en mayor o menor medida, distintas aportaciones literarias, que resumen de alguna manera la historia de nuestra Semana Santa, en ocasiones reflejada en bellos poemas,como este de Luís Cortés:
(Fondo musical chlelo)
Una rosa de pasión
ha florecido en el alma.
Villaviciosa se viste
con la túnica morada
desde el escudo al arado,
desde el mar a la montaña.
(Antorchas de nazareno
la contemplaron muy pálida).
Las canciones se posaron
sobre las cuerdas del arpa,
y rosas de primavera
quedaron estupefactas
al llegar las golondrinas
con un mensaje en las alas:
la balanza de una Cruz
clavada en una montaña,
puesto Dios en un platillo
y en el otro nuestra infamia.
Cilicios de penitente
hieren la carne mundana,
y por un mar de pesares
olas coléricas braman,
golpeando el corazón
para deshacerlo en lagrimas.
¡Cómo lloran los silencios
en las solitarias plazas!
¡Cómo florecen los labios
con encendidas plegarias!
¡Cómo pasa el Nazareno
por las calles angustiadas
con el peso del pecado,
triste azucena tronchada!
Y la Virgen Dolorosa,
¡qué soledad tan amarga
cuando se oculta la Vida
por quien fue llena de gracia!
¡Cómo despiertan los ecos!
¡Cómo callan las campanas!
¡Cómo iluminan las sombras!
¡Cómo las luces se apagan!
¡Como se acercan los muertos,
Semana, Semana Santa,
cuando mi Villa se viste
con la túnica morada!
También Luís David nos la dejó reflejada en este entrañable soneto:
Quizá no haya nada tan evocador
ni que llene el alma de ternura tanta
como nuestros días de Semana Santa
llenos de recuerdo, respeto y fervor.
Añora el anciano tras el mirador;
el robusto joven la imagen levanta;
filas de mujeres, lentas adelantan,
y los niños, ponen nota de candor.
Y yo estoy seguro, de que allá en el cielo,
se embargan las almas de dulce emoción
a la vez que sienten inmenso consuelo.
¡ La Semana Santa...! ¡ máxima expresión
a través de hijos, de padres y abuelos,
del bello tesoro de la tradición !
En la plaza que lleva su nombre, resguardado en una hornacina, se encuentra un busto del Hecce Homo, con la siguiente inscripción:
Tú que pasas,mírame,
contempla todas mis llagas
y verás cual mal me pagas
la Sangre que derramé...
Y Luís David Le responde con uno, para mí, de sus mejores sonetos:
Pálida tez, doliente la figura
y esa corona vil, que te lacera,
te transforman, Señor, de tal manera
que eres la imagen fiel de la amargura.
Tú que hiciste la flor, la fuente pura,
el árbol, la canción, la primavera
y adornaste, genial, la tierra entera,
al sembrar, a raudales Tu hermosura.
¿Quién ha de ser, pensé, que te maltrate,
y así te quiera herir, solo el embate
de un odio que te arrastra hasta la muerte?
Levantando la Faz, me respondiste:
“¡Ay tú cuán ciego estás! ¿Odio dijiste?:
¡fue el amor quién me ha herido de esta suerte!”.
El soneto es también la rima que Gonzalo Álvarez-Sierra eligió para llevarnos De Navidad a Viernes Santo:
Ya no arde la llama entre la leña
que en Belén calentaba a los pastores,
ni se oye el rabel que hizo primores
de armonía, la noche navideña.
El aire ya no mece aquel sonoro
cantar, que arrulló la noche aquella,
ni riela en las alturas una estrella,
ni el Mago ofrece mirra, incienso y oro.
Del cansino pisar del dromedario
del Rey, nada queda; ni a la luz
de la estrella reverbera el áureo manto,
solo queda...¡ la cima del Calvario !
¡ un cuerpo que pende de una cruz,
y el silencio y el dolor, de Viernes Santo !.
(Canto del Viernes Santo con piano)
Si la primera crisis de nuestra Cofradía vino, como ya comenté anteriormente, con la destrucción de su patrimonio artístico y material, los años 70 trajeron consigo una segunda crisis, en esta ocasión del patrimonio espiritual y religioso heredado.
Fueron tiempos confusos, de opiniones extremistas y posturas encontradas, incluso dentro de la propia Iglesia.
Lo religioso en general y las Procesiones de Semana Santa en particular, no solo llegaron a estar mal vistas por algunos sectores sociales, sino que hasta sufrieron duros ataques por quienes, en nombre de lo que llamaban libertad, eran incapaces de respetarla.
Con un río de aguas tan revueltas, en 1970 se reducen las Procesiones y su recorrido, quedando la del Domingo de Ramos y las del Miércoles, Jueves y Viernes Santos: Encuentro, Calvario y Santo Entierro. En 1972 también se suspendió la del Calvario, aunque se recuperó al año siguiente.
Superado por la situación, Manuel Busto García, Mayordomo desde 1958, deja el cargo y es Luís David Solares quién asume la responsabilidad en tan difícil situación. Le acompaña Luís Miravalles con un grupo de colaboradores.
Luís David aguanta en el cargo hasta 1976, y la Cofradía pasa entonces por su momento más crítico, estando a punto de desaparecer. In extremis se forma una Gestora, presidida por Carmina Caso, siendo su primera gestión visitar a D. José Cardín Fernández, benefactor siempre y último recurso en situaciones difíciles, solicitándole ayuda económica para la restauración del Santo Sepulcro, cuyo deterioro lo hacía prácticamente inutilizable. La solicitud fue atendida y la restauración llevada a cabo.
En 1977 es nombrado Mayordomo de la Cofradía , Angel Hevia Noriega, que con Carlos González Llames, como secretario y otros directivos, asumen el reto y el compromiso de mantener y salvaguardar un patrimonio que es de todos y unas Procesiones que tenían sus mayores enemigos en quienes pretendían dictar la moda, desterrando tradiciones que, en el caso de nuestra Villa, ya superaban los tres siglos. Pero como la moda, inevitablemente se pasa de moda, poco a poco las aguas fueron volviendo a su cauce y en la actualidad nuestra Semana Santa es el acontecimiento periódico más importante de Villaviciosa.
Y como es de bien nacidos ser agradecidos, he querido recordar hoy a unas personas que merecen nuestro reconocimiento y nuestro agradecimiento por saber dar la cara en los peores momentos y mantenerse firmes ante la crítica ideológica y la ignorancia activa, que tanto daño hacen, y con ello dar continuidad a la participación del pueblo en la devoción de sus mayores.
Y puestos a recordar y a agradecer, hagámoslo también al Coro Parroquial, por su continuada y desinteresada aportación a la solemnidad de nuestra Semana Santa.
Personalmente, mi interés por la Pasión como tema dramático, siempre me interesó, y fue en 1981 cuando llevé a este escenario mi primer gran montaje teatral: “Judas”, original de Franco Fochi. La Pasión de Cristo a través del drama del traidor, que tuvo lugar el día 14 de abril, Martes Santo, dentro de la programación de la Semana santa. En 2010 adapté esta obra para una sola voz y cerré con ese montaje el acto del Pregón.
Y en 1984, Radio Villaviciosa, aquella emisora local de tan corta trayectoria, programó el Jueves y Viernes Santos la adaptación radiofónica de “El herrero de Betsaida”, drama de Manuel Muñoz Hidalgo sobre la Crucifisión,que dramaticé con el entonces Grupo de Teatro del Ateneo. Estas han sido, junto al espectáculo literario-musical, con Maliayo Teatro, “Semana Santa en el Tiempo”, en 2004 y 2008, mis aportaciones dramáticas a nuestra Semana Santa.
Tras más de 25 años al frente de la Cofradía, Ángel Hevia deja el cargo, promoviendo el relevo generacional y dando paso a nuevos y más jóvenes valores, con nuevas ideas y nuevas ilusiones.
En la Asamblea General de la Cofradía celebrada el 13 de Junio de 2003 se elige nueva Junta Directiva con Nicolás Rodríguez Martín como Mayordomo, quien va a tener su principal valedor en Faustino Martínez Medio, como Vicepresidente, junto a otros directivos.
La nueva Junta Directiva en su afán por devolver a nuestra Semana Santa el realce y solemnidad de tiempos pretéritos, empieza a sacar del “baúl de los recuerdos” Procesiones un tanto olvidadas, pero nunca perdidas y a complementar esta tradición nuestra con nuevas actividades.
En 2004, 2005 y 2006, respectivamente, se recuperan las Procesiones de La Soledad, del Encuentro de Jesús Resucitado con María y del Silencio. Tres desfiles procesionales, que son sin duda los menos turísticos, pero seguramente los más entrañables e íntimos, por ser vividos en “familia”.
La Procesión de La Soledad ha vuelto a nuestras calles el Sábado Santo al “rayar el alba”, como era en tiempos inmemoriales, perdidos en nuestra historia particular. En la Plaza del Cruceru, la Coral Capìlla de la Torre, espera a la Madre Dolorosa y al discípulo Juan para entonar el Satbat Mater...
(Canto del Stabat Mater con piano)
Paralelamente a la recuperación del programa antiguo, los rectores de la cofradía, plenos de optimismo e ilusión, fueron capaces de resolver no pocos problemas y superar algunos obstáculos, para que finalmente un antiguo proyecto, calificado ya como de “imperiosa necesidad”, sea una hermosa realidad desde el año 2006.
Efectivamente, el 27 de mayo de ese año se inaugura la Sala Museo de la Semana Santa de Villaviciosa, el primer museo en Asturias de estas características. Con ello se abre una nueva etapa en la historia de nuestra Cofradía, pues se recoge y se expone con la dignidad y el respeto que se merece, un patrimonio artístico, histórico, cultural y evidentemente, religioso, de nuestra comunidad.
En 2007 llega a Villaviciosa, patrocinado por el Ayuntamiento, un nuevo Paso procesional, que viene a completar el retablo de los Misterios Dolorosos: La Oración de Jesús en el Huerto de los Olivos, obra del escultor sevillano Manuel Ramos Corona.
Todo ello, junto a la adquisición de nuevas andas para La Coronación de Espinas y para La Flagelación y las que este año estrena La Virgen Dolorosa, diversas restauraciones y el mantenimiento y mejora de complementos, mantos, candelabros, estandartes, faroles, etc... por una parte y por otra, actos culturales como el que hoy nos reúne aquí, conferencias, exposiciones, espectáculos literarios o conciertos, van haciendo que nuestra Semana Santa caracterice e individualice cada vez más, en estas fechas, a Villaviciosa,
Tanto es así, que durante estos días, en Villaviciosa se crea un ambiente distinto al resto del año, un clima que nos invita a desconectar de la rutina diaria. Deberíamos aprovecharlo para la reflexión y así poder apartarnos un poco, que buena falta nos hace, de la avalancha de pragmatismo que cada día ocupa más espacio en nuestras vidas, llenándolas de preocupaciones y angustias.
Esto lo digo porque la revolución tecnológica está llevando a la sociedad a niveles insospechados de riqueza material, pero la persona, el ser humano en concreto, se encuentra esclavizado por la propia tecnología, quedando indefenso, pues nada depende directamente de él.
La intoxicación continuada a la que estamos sometidos por un sistema socio-político que anula cada vez más el propio pensamiento, nos va a llevar, si es que no lo ha hecho ya, a una esclavitud de cadenas invisibles al servicio del propio sistema.
En una carrera desenfrenada hacia ninguna parte, llevamos tal velocidad que hasta el ocio y las distracciones están prefabricadas. Televisión a todo pasto, con una publicidad engañosa y contaminante que nos empuja a consumir de todo en el menor tiempo posible.
Pero las reservas interiores del ser humano tienen un límite, rebasado el cual se desemboca fatalmente en estados de ánimo depresivos, consecuencia ineludible del mal de la prisa y que la medicina moderna no podrá evitar sin el concurso decidido de nuestra voluntad.
Actualmente ya estamos pagando con la tan cacareada crisis económica, a la que culpamos de todos los males, las consecuencias de nuestros propios errores. Pero la crisis económica no es la causa de nada, es la consecuencia de otra crisis mucho más grave: la crisis moral.
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El pueblo de Israel, tras ser liberado por Dios de la esclavitud de Egipto, adoró al becerro de oro. Nuestra sociedad materialista ha dado un paso más adorando el oro del becerro y haciendo así su dios, ya no del símbolo, sino de la propia materia.
Y cuando el fin es llegar al dios-oro o dios-dinero, que es lo mismo, el camino más rápido es la corrupción y el saqueo de los público, eso que al ser de todos, no es de nadie. Y así nos va.
A pesar de todo, creo que siempre estamos a tiempo, de buscar ese equilibrio entre necesidades y posibilidades, a escala individual, prescindiendo de ambiciones superfluas, de imitación a todo sin saborear nada y así poder sentir la satisfacción intima de sacar de pequeños detalles ese perfume sutil que aroma la vida.
Aprovechemos estos días y todo lo que conmemoran, para mirar a quien vino a darnos ejemplo de vida, a quien revolucionó el mundo naciendo en el pesebre de un establo, o sea, en “el comederu de una cuadra”, y murió clavado en una Cruz.
Ese Cristo que Luis Cortés tan fielmente retrató con los pinceles de la poesía:
(Fondo musical chelo)
Es el Cristo social, el Cristo obrero
que pasó por la vida haciendo el bien
desde el mísero establo de Belén
al injusto suplicio del madero.
Es el único jefe y compañero
que jamás se ha subido a ningún tren,
y dejado -indefenso- en el andén
a quien quiso seguir su derrotero.
Nunca puso la púrpura brillante
con que viste su orgullo el poderoso,
ni buscó las prebendas ni el honor.
Siempre fue de los suyos por delante
a escoger lo más duro y más penoso:
y no tuvo otras armas que el amor.
Ese Cristo, hecho imagen en nuestro Jesús Nazareno, Símbolo y Titular de nuestra Cofradía, al que Mª Luisa Picado, Abadesa de las Clarisas, desde su retiro monástico, también Le dedicó unos hermosos versos:
¡Ojos negros
de mi dulce Nazareno!
¡Tu mirada, ya cansada,
da la vida,
caminando tristemente
por las sombras de los muertos!
¡Muertos somos,
pero vivos
para dar muerte a la vida!
¡Somos ciegos...
pero vemos
para hacerte a ti en heridas!
¡Ojos negros
de mí dulce Nazareno!
Qué cargados de dolor
camináis por el sendero,
en la inmensa oscuridad
del solitario madero.
¿Donde están tus conocidos?
¿donde los pobres y enfermos?
¿donde están aquellos niños
que con canciones y rezos
hace poco te aclamaban:
¡Hosanna a nuestro Maestro!?
¡Ojos negros
de mi dulce Nazareno!
Los únicos ojos limpios
que pueden mirar al cielo;
los únicos ojos grandes
que abarcan el universo.
¡Todo el crimen
de los hombres
ha dejado
la hermosura
marchita,
en todo tu cuerpo!
¡Ojos negros
de mi dulce Nazareno!
No quisiera yo en mí
otra mirada.
No busque yo
otra luz en el sendero,
que la luz
de tus ojos
en los míos,
que la luz
de tus ojos
¡Oh dulce NAZARENO!
Quiero destacar ahora, y con ello dar paso a la entrega de premios de este año, una de las iniciativas de esta Junta Directiva que tuvo su primera edición en 2009: El Concurso de Dibujo Infantil Cofradía Jesús Nazareno de Villaviciosa.
El hecho de involucrar a nuestros pequeños, a través del arte del dibujo y la pintura, es una manera noble de hacerlos partícipes de los preparativos de nuestra Semana Santa y un estímulo añadido a su participación cofrade, garantía de futuro para la más secular de nuestras tradiciones.
Los éxitos de participación en este concurso, que llega a su sexta edición, se suceden año tras año, lo que unido a la calidad y la imaginación plasmada en muchos de los trabajos, deja patente la identificación de nuestros pequeños, junto a la de sus padres, con nuestra Semana Santa.
El jurado encargado de valorar los dibujos estuvo formado por nuestros pintores Humberto Alonso, José Cuadra Sanchez y Guillermo Simón, para los que no ha resultado nada fácil, fue su comentario, decidir los premios al tener que descartar trabajos que valoraban muy positivamente.
Vamos a proceder ahora a la entrega de diplomas y material escolar a los ganadores en cada una de las cuatro categorías. Para ello solicito la presencia en el escenario de los señores Humberto Alonso, Jorge Caval y Nicolás Rodriguez, pintor representante del Jurado Calificador, Párroco de Villaviciosa y Mayordomo de la Cofradía.
Categoría A (2º y 3º de Educación Infantil)
2º Premio : KIARA JUNCO FERNÁNDEZ
1º Premio : ADRIANA GIL AGÚERA
Categoría B (1º y 2º de Primaria)
2º Premio : CLARA CIFUENTES CANDÁS
1º Premio : RAMÓN VIÑES SEOANE
Categoría C (3º y 4º de Primaria)
2º Premio : LAURA FERNÁNDEZ PUERTA
1º Premio : SOFÍA LÓPEZ BENGOA
Categoría D (5º Y 6º de Primaría)
2º Premio : ELENA IGLESIAS SÁNCHEZ
1º Premio : CRISTINA SOLARES FERNÁNDEZ
Como reflexión, solo comentar que de los ocho premios, las niñas han conseguido siete y los niños uno. Menuda goleada, y no es la primera.
Los dibujos que obtuvieron los premios serán publicados en el porfolio de la Semana Santa 2015.
Decía al principio de este Pregón que en la vida de Jesucristo hay dos pasajes que se vienen conmemorando, a través de los siglos, de forma muy especial: su Nacimiento y su muerte de Cruz.
Curiosamente, las dos celebraciones más importantes, que por tradición y por participación caracterizan a Villaviciosa, conmemoran estos dos acontecimientos: Las Fiestas en honor de la Virgen del Portal de Belén y la Semana Santa.
Y curiosamente también, en la actualidad, el principal artífice local en la conmemoración de estos acontecimientos tiene nombre y apellidos: Nicolás Rodríguez Martín, como reconocido Belenista y como Mayordomo de la Cofradía de Jesús Nazareno.
En base a todo esto y dado que ahora se cumplen, como ya comenté, los cincuenta años del artículo que Alejandro Casona remitió a nuestra Cofradía, que reproduce de nuevo el Porfolio de este año, quiero rematar mi Pregón con una bella narración apócrifa en recuerdo de nuestro universal dramaturgo, dedicándosela a nuestro Mayordomo:
Villancico y Pasión
Aquella noche de diciembre no era una noche como las demás. El viento de hielo que hacia temblar los olivos de Jerusalén a Nazaret, sí era el mismo; la nieve que tendía sobre el praderío sus manteles agujereados de charcos, sí era la misma; y también los carámbanos que colgaban sus barbas de enano en los tejados de las chozas. Y, sin embargo, bien claro se veía que no era una noche como las demás; porque en su blancura silenciosa había una íntima tensión, un jadeo impaciente de músicas nunca oídas, un remoto latir de raíces anunciadoras de no se sabe que tremendo y dulcísimo milagro.
Tan distinta de las otras era aquella noche, que el cielo mismo se consideró obligado a condecorarla con una estrella más. Los pastores, buenos sabedores de estrellas, no podían engañarse: era una estrella viajera que venía de Oriente, de las tierras morenas del camello y las especias, donde los reyes, al celebrar sus bodas y nacimientos, se hacen entre sí las ofrendas tradicionales del oro, el incienso y la mirra.
¿Que mensaje de cataclismo o maravilla traería aquel lucero errante?
De pronto rasgó los aires el clarín angélico y todos los pastores se miraron estremecidos. Cuando los pobres escuchan las trompetas nunca esperan nada bueno. Ellos aguardaban algo tan terrible que quizá no fueran capaces de soportarlo, o tan grande, que quizá no fueran capaces de comprenderlo. Pero las sencillas palabras de la Anunciación los tranquilizaron. ¡Era solamente que iba a nacer un niño pobre!
Entonces cayeron de rodillas y cantaron un aleluya de aliviado gozo. Porque un misterio tan dulce y tan pequeño cabía entero dentro de su corazón.
En el establo de barro y de paja, como los nidos de las golondrinas, dormía el recién nacido entre la mula y el buey. María le rezaba con una de aquellas canciones lentas que llenaban sus largos silencios de costurera. Todavía no habían llegado los Reyes ni los pastores.
De repente la puerta se abrió violentamente, y otro hombre y otra mujer entraron en el refugio con otro niño. La barba aborrascada del hombre y el largo cuchillo que llevaba cruzado en el cinturón de soga atemorizaron a María, recordándole viejas historias de ladrones.
-No temáis -dijo el hombre-; los soldados me persiguen, pero nunca he hecho otro mal que el necesario para defender nuestras vidas. Sólo pido refugio y un poco de fuego para mi mujer y mi hijo.
-Acercate -dijo María a la mujer-. Tus ropas están heladas. Dame a tu hijo, que lo duerma en mi regazo.
Y tendió las manos, pero la mujer la rechazó con un grito:
-¡No! ¡Nadie puede tocarlo más que yo! El tuyo es hermoso y sano. Guarda tus manos para él.
María la miró con extrañeza, sin comprender, y la vio llorar en silencio, besando aquella carne de su carne para calentarla, como una vaca a su nacido.
Cuando fijó sus ojos en el cuerpo del niño comprendió por fin. Unas pústulas rosadas se abrían en sus rodillas, y redondas escamas de plata le salpicaban el pecho como la tiña del musgo blanco en el tronco del abedul.
José no pudo sofocar una exclamación de espanto:
-¡Lepra!...
-No tengáis miedo -repitió el hombre del cuchillo-; no lo acercaremos al vuestro. Ya estamos acostumbrados a andar siempre al borde de los caminos, a no pisar los molinos ni las viñas, a pedir el pan desde lejos y no dirigir la palabra a nadie si no es con la boca contra el viento. Pero la noche está helada, y el pequeño no podría resistirla. Sólo pedimos un poco de fuego en un rincón.
María se sintió conmovida en las entrañas. Tranquilizó a José con una mirada, dejó a su Niño en el pesebre, al aliento manso de la mula y el buey, y tomando resueltamente al enfermo entre sus brazos lo tendió en el cuenco todavía caliente de las rodillas donde había dormido a su Hijo. Y apretándolo contra el pecho siguió cantando en voz baja para el pequeño leproso.
Al amanecer, cuando los pastores caminaban hacia el establo entre flautas y rabeles, portando sus aguinaldos y recentales y quesos montaraces, todas las huellas del “mal blanco” habían desaparecido milagrosamente. El niño leproso reía feliz, con todo su cuerpo sano y limpio. Solamente en el hombro derecho le había quedado en recuerdo una marca de plata pequeña y blanca como una flor de lis.
…...............
Treinta y tres años más tarde ardía Palestina en rebeliones de doctrina contra la Roma pagana y de independencia contra la Roma imperial. Los mártires de una y otra eran llevados al suplicio infamante del madero acusados de falsos profetas o de ladrones.
A la cárdena luz de la tarde el dulce Jesús de Galilea agonizaba en su cruz. A su diestra, un fuerte montañés de barba aborrascada se retorcía entre los cordeles de la suya con un lamento largo más semejante a una queja que a una protesta.
-¿Por qué me acusan de vivir fuera de la ley si nunca me han dejado vivir dentro? De niño solo conocí el borde de los caminos; ni el lagar de las uvas ni el umbral de los molinos me permitían pisar, ni pedir mi pan si no era con la boca contra el viento. Nací, como los míos, marcado por el mal y la miseria. De mi padre solo heredé un cuchillo y el instinto animal de las montañas. ¿De qué pueden acusarme ahora los que me acosaron siempre como a un perro sarnoso? Solamente una dulce mujer me cantó una noche de nieve sobre sus rodillas, y a ella le debo la vida tanto como a mi propia madre. Si hice algún mal inútil, yo te pido perdón por su recuerdo...
El Rabí le miró profundamente, y vio que en el hombro derecho tenía una marca de plata, pequeña y blanca como una flor de lis.
Entonces le sonrió con las palabras del perdón:
– “En verdad te digo que esta misma noche entrarás conmigo en Casa de mi Padre.