El Rincón del Poeta Maliayés: Rosa Amado Quirós
Los ríos de mi vida
Un río camina siempre hacia el mar, una ría es un trocito de mar en busca de río. Recién instalada a orillas de la RÍA DE VILLAVICIOSA, caigo en la cuenta de que siempre he vivido cerca de un río. Sí, siempre he vivido cerca de un río:
al principio,
después,
más lejos
y ahora.
AL PRINCIPIO, lo hice en aquella casuca donde nací con ojos asustados, según decía mi tía Gelita, de lo mucho que gritó mi madre durante el parto. Era 1949, en Mieres. El río San Juan creció y, cuando sus aguas llegaron a la cuna, a mis padres no les quedó otra que empezar un peregrinaje de casa en casa de algún familiar que nos acogiera.
DESPUÉS de unos años, ya tenía siete, nos instalamos en un barrio, al lado del mismo río que me vio nacer, unos kilómetros más abajo, ya cerca de su desembocadura, en el río Caudal.
El frío y la humedad del lugar se me metieron muy a dentro y, con ellos, la tos y el “San Benito” de niña enferma.
Con la pubertad me fortalecí y comencé a estudiar en el Instituto que estaba en el otro extremo y después en la Escuela de Magisterio en Oviedo.
El mismo río San Juan y al lado de la iglesia del mismo nombre, en la Pasera, me acoge durante los siete años que estuve casada. Es una etapa de grandes logros: un hijo, unas oposiciones, el primer trabajo, el carnet de conducir y el primer coche. No sólo hubo grandes cambios a nivel personal: era el momento de la Transición y de percatarnos, sobretodo las mujeres, de que teníamos voz y algo que decir, aunque no supiéramos como hacerlo.
Dejo este río de toda una vida y, con treinta años, escapo con mi hijo bastante MÁS LEJOS, a Catalunya, cerca del río Ripoll, a su paso por Sabadell, donde no conocíamos a nadie, ni teníamos a ningún familiar como me reprochaba el niño. Aprendimos a comunicarnos en otra lengua, otras costumbres, otras gentes y a conocernos a nosotros mismos. Aquel río que representaba todos los colores del arco iris, según el tinte de moda de las fábricas textiles, era bien diferente del río San Juan teñido del carbón.
El primero en regresar fue Guillermo, a su mayoría de edad dijo que aquello no era para él.
Una serie de hechos, me zarandearon y me situaron en mi sitio, unos años más tarde, al ladito de la Ría de Villaviciosa, lugar al que me condujeron, sin duda, los otros ríos.
AHORA, un trocito de mar me da la mano dos veces al día con cada marea.
Rosa Amado Quirós