Pilar Tuero. “Hora de vacunarse y unas gallinas”
Estoy haciendo la compra y siento una atracción fatal por los huevos de gallinas criadas en libertad. Ya se que tienen exactamente las mismas propiedades que los otros, los de las gallinas que viven hacinadas y posiblemente medio desplumadas y con altos indices de estrés, pero lejos de sentirme empática con las pobres gallinas prisioneras, siento una malsana envidia por las gallinas felices y eso hace que, paradójicamente, me decida por sus huevos, más caros pero igual de nutritivos.
A lo mejor ahora nos identificamos con animales que ni siquiera nos son simpáticos, verbigracia, esas gallinas de mirada fija y aviesa que enseguida nos rehuyen con igual displicencia que pavor.
Si bien al principio de la pandemia hubo gente que pensó que de esta saldríamos mejores, creo que, au contraire, que aprendimos poco y mal y de aquella manera, como dicen los gallegos.
Nos reíamos de la Sputnik, pero ahora mataríamos por conseguirla y para que hablar de la China... a propósito ¿en China ya no hay contagios ni afectados por las vacunas?¿Allí es todo agua pasada y están como en Gibraltar? ¿O es que no me entero al ignorar las noticias porque me inmunizan contra el optimismo? Prefiero soñar que soy un ave corretona que sólo piensa en picotear maíz y no en las farmacéuticas y su elixir milagroso
¿Si los trombos solo dan a las mujeres, por qué no vacunan a los hombres? ¿Hay vacunas de primera y de segunda como el tren?
Ahora resulta que la panacea de nuestros males es como un coche, puedes ir en Seat o en Porsche.
¿A ti que vacuna te van a poner, la del adenovirus del chimpacé o la de Cocó Chanel?
¿Dentro de unos años tendremos orejas de soplillo como los bonobobos?
Algún día todo esto será historia.
Cuando las gallinas hagan la revolución y salgan de las jaulas.
Que ganas de que siga la vida