“Hablemos de la vida”. Entrevista a Cándido Cambiella Valdés realizada por Tina Villar
Cándido Cambiella y Tina Villar a la entrada del teatro Riera
La memoria popular es un bien cultural que hay que preservar a toda costa. No solo conserva las huellas que dejaron en el camino quienes nos precedieron, también encontramos en ella las raíces de quienes somos y cómo hemos llegado hasta aquí.
Esta serie de “memorias”, que llevan por título genérico “Hablemos de la vida”, nacen con la pretensión de ser un homenaje y un reconocimiento a esos hombres y mujeres que con su buen hacer, su tesón y un enorme esfuerzo, mantenido a lo largo de los años, han contribuido a que esta Villa y sus parroquias sean hoy un referente dentro de Asturias.
El objeto de estas entrevistas es dar cuenta de cómo se vivía en Villaviciosa, desde la posguerra hasta nuestros días, de la mano de los recuerdos de personas que, por su edad, conservan información que es un verdadero tesoro.
La memoria popular es un bien cultural que hay que preservar a toda costa. No solo conserva las huellas que dejaron en el camino quienes nos precedieron, también encontramos en ella las raíces de quienes somos y cómo hemos llegado hasta aquí.
Esta serie de “memorias”, que llevan por título genérico “Hablemos de la vida”, nacen con la pretensión de ser un homenaje y un reconocimiento a esos hombres y mujeres que con su buen hacer, su tesón y un enorme esfuerzo, mantenido a lo largo de los años, han contribuido a que esta Villa y sus parroquias sean hoy un referente dentro de Asturias.
El objeto de estas entrevistas es dar cuenta de cómo se vivía en Villaviciosa, desde la posguerra hasta nuestros días, de la mano de los recuerdos de personas que, por su edad, conservan información que es un verdadero tesoro.
Cándido, preséntese a los lectores
Mi nombre es Cándido Cambiella Valdés y nací el día 18 de Julio del 33, en la calle Mercado de esta Villa, donde mis padres tenían una Sidrería y Fonda llamada El Furacu.
Me casé en el año 57 con Carmen Acevedo y tuvimos tres hijos: Carmen, Luisa y Cándido.
También tenemos tres nietas preciosas: Isabel, Violeta y Paula, que a su abuela y a mí nos llenan de orgullo.
¿Conoció a sus abuelos?
Sólo conocí a mi abuelo paterno, Vicente. Era un aldeano que, como la inmensa mayoría de la gente en esa época, vivía de un puñado de vaques y de trabajar la tierra.
Entonces se practicaba la agricultura de subsistencia y era tradición, igual que hoy, venir los miércoles al mercado a vender el sobrante o intercambiarlo por otros alimentos que no se encontraban en la aldea. Esa era su vida.
¿Recuerda algún detalle de los tres años que duró la guerra?
Durante el verano, estando en Miravalles, en casa del abuelo, recuerdo correr cogido de su mano, que me llevaba casi arrastras, hasta una cueva que hacía las veces de refugio antiaéreo. Cada vez que oíamos un avión todos los vecinos se apresuraban, muertos de miedo, para ponerse a cubierto lo antes posible.
Durante la época estival, que no había escuela, mis padres solían llevarme a casa del abuelo Vicente, especialmente después de nacer mi segundo hermano.
Al parecer yo era bastante travieso y para mis padres ya era bastante tarea atender el negocio y un a un guaje recién nacido. Los pobres no daban abasto.
Siempre me gustó Miravalles. Tenía un palacio precioso que en esa época era propiedad de un señor adinerado. Fue él quien instaló el primer teléfono que hubo en La Villa.
¿Cómo era la casa del abuelo?
Tendría que estrujar mucho la memoria. Si sé que era una casa típica de aldea, sin agua y sin luz, por supuesto. A mí me parecía enorme, con toda seguridad a causa de que yo era muy pequeño…
La acometida de los servicios de agua y luz se inició durante La República, pero quedó en suspenso a causa de la contienda civil. Fue el gobierno de Franco el que la continuó y finalmente la llevó a cabo en su totalidad cuando las circunstancias lo permitieron.
¿Sufrió su familia problemas de escasez de alimentos?
Recuerdo que no había pan. No había, como sucede hoy, cualquier cosa que uno quisiera, pero hambre no pasamos. Mis padres continuaron vinculados con el medio rural y eso garantizaba el flujo de provisiones.
Quienes tienen contacto con la tierra quizá no tienen todo lo que desean, pero sí lo necesario para vivir.
Estaba, además, la Sidrería, y procuraban abastecerla con lo mínimo para servir a la clientela. Supongo que no fue fácil, pero se las ingeniaron para que no faltara lo esencial.
Me viene a la memoria el olor y el sabor de los bollos que horneaba para su familia un panadero que vivía cerca de casa que se llamaba Amable.
Cuando se presentaba gente a comer con la que no contábamos, mi madre me enviaba a por pan. Como recompensa me permitía comprar un bollo que me sabía a gloria. El exceso de levadura que enmascaraba la escasez de harina lo convertía en un bocado esponjoso y delicioso.
Hay olores, sabores y texturas que se quedan en la memoria de manera permanente.
¿Qué quiere contarnos sobre sus padres?
Mi padre, Cándido Cambiella, era un asturiano natural de Priesca, que emigró a Cuba. Después de pasar diez años trabajando como cantinero regresó a su tierra.
Mi madre, Aurora Valdés, trabajaba durante el verano como cocinera para una familia madrileña.
Dadas las ocupaciones que habían tenido de solteros, cuando se casaron decidieron que lo más juicioso era montar un negocio donde pudieran desempeñar las habilidades que habían adquirido en su juventud.
Alquilaron un local en la calle Mercado (se trata de ese solar vacío a pie de calle que hace esquina con Manuel Cortina) y montaron una Sidrería y Fonda llamada “El Furacu”.
Solo los más mayores recordarán que el negocio con ese nombre, que hoy está ubicado en la Plaza del Ayuntamiento, originalmente estuvo frente a una de las puertas de acceso al Mercado de Abastos.
Tuvieron que mudarse porque el propietario del edificio les dijo que tenía intención de construir. Lo curioso es que a día de hoy, casi ochenta años después, el solar continúa baldío sin que se haya edificado nada.
Se dice que no hay mal que por bien no venga. Al verse obligados a marcharse compraron un local con cuadra (después se verá la importancia que esto tenía) y trasladaron la Sidrería a la ubicación donde está hoy. En esa época justo enfrente del negocio de mis padres estaba el mercado de ganado.
A juicio de mis padres comprar ese local fue lo mejor que hicieron. Los clientes del mercado de ganado tenían más perres que los que iban a vender a la Plaza Cubierta y su negocio fue en auge paralelamente a la recuperación que se iba observando en el país.
¿Cuándo era niño, además de ir a la escuela, ayudaba con alguna tarea?
Sí, claro. Entonces el trabajo no tenía edad. Cuando los aldeanos bajaban a La Villa con sus burros cargados de víveres para venderlos en La Plaza, no se trataba de diez o doce burros, el número podría alcanzar el centenar.
En esa época no existía el trazado de carreteras que tenemos hoy y no había servicio de transporte público hasta las aldeas. El burro era el principal medio para trasladar víveres y personas, e igual que hoy hay espacios habilitados para dejar los coches, entonces los había para alojar burros.
Los chavales nos ganábamos unes perres llevándolos a las distintas cuadras que había repartidas por La Villa, una de las cuales era propiedad de mi familia. Mi hermano y yo íbamos a la calle Mercado a por los burros de quienes hasta hacía poco habían sido nuestros clientes cuando El Furacu estaba situado Frente al Mercado, para traerlos a la nuestra.
Es importante enseñar a los niños el valor del esfuerzo. Que sepan que uno consigue aquello que se ha ganado. Mis padres nos lo enseñaron desde muy pequeños.
Esa no era mi única tarea. También llevaba comida a un lugar más allá del cementerio, a una fábrica de sidra que dependía de El Gaitero llamada La Tierrina y a la cárcel.
Aquí hubo una cárcel. El local que hoy ocupa el Museo de Semana Santa, junto a la Iglesia de Santa María, era entonces una cárcel donde permanecían los detenidos que habían cometido delitos no muy graves. Normalmente permanecían ahí unos días hasta que eran conducidos ante el Juez.
¿Cuéntenos alguna anécdota de esa época?
Un domingo al salir de misa los críos de La Villa corrimos hasta donde ahora está Mercadona. En ese momento el edificio albergaba a un batallón de soldados que quedaron después de la guerra, dedicados a la cría de caballos percherones, pero originalmente fue una Industria Azucarera que funcionó desde su apertura en 1898 hasta su cierre en 1923.
Éramos muchos los congregados para ver cómo derribaban la altísima chimenea que había sido construida con varias capas concéntricas de ladrillo.
Fueron sustituyendo muchos de los ladrillos por tacos de madera. Después rociaron gasolina y le prendieron fuego. Eran unos artistas porque cuando la chimenea se venció lo hizo en la dirección que se pretendía.
Lo más sorprendente es que no se convirtió en escombro inservible, la madera y los ladrillos fueron vendidos baratos, por ser material de demolición, a muchos paisanos que aprovecharon para realizar reformas por poco dinero.
¿Cómo fue su etapa escolar?
Los tres primeros cursos asistí a las escuelas que hay frente a la iglesia de La Oliva. Después pasé al colegio San Francisco donde las clases eran impartidas por curas ya que pertenecía al Obispado.
Los niños de La Villa tenemos mal recuerdo de esa etapa. La disciplina era terrible. Fueron muchas las ocasiones en que fuimos castigados sin razón por estos individuos, que no tenían reparo en descargar sobre nosotros, que apenas levantábamos dos palmos del suelo, toda su frustración y su malestar. Por fortuna empecé a trabajar muy pronto y pude perderlos de vista.
¿Cuándo empezó a trabajar usted?
Era el año 47 y yo tenía 14 años, cuando se dio la circunstancia de que Luis García Riera, sobrino de Don Laureano Riera, que ese momento era propietario del cine, se alojaba en la Fonda de mis padres.
Un día en que yo me entretenía dibujando, cosa que hacía habitualmente y de manera autodidacta, se acercó a mí y quedó sorprendido de mi habilidad para el dibujo.
Resultó que andaban buscando una persona que pintara esos grandes carteles publicitarios que colgaban de la fachada principal y de los balcones anunciando la película en cartelera y que también se ocupara de subir y bajar el telón durante los descansos.
Mi madre, que estaba presente, permitió que yo mismo tomara la decisión acerca de la oferta que acababan de hacerme.
No tenía mucho que pensar. Dibujar, que era lo que más me gustaba hacer, y cine gratis, me sonó a música celestial. Por supuesto que acepté la oferta de trabajo.
¿Desempeñó alguna otra tarea?
Si, varias. Diría que fue una evolución constante. Además de dibujante y telonero fui ayudante de operador, trabajo que consiste en rebobinar la película y dejarla lista para el siguiente pase.
Después pasé a ser ayudante de proyeccionista y a ratos telegrafista, aunque esto no tenía mucho que ve con el cine.
Situada en una esquinina del Riera había una oficina de telégrafos que daba poco que hacer. De cuando en cuando se recibía un telegrama para El Gaitero y poco más.
Dicen por ahí que fui el alma del negocio. Yo no diría tanto, pero lo cierto es que con los años acabé gestionándolo con la misma entrega y dedicación que si fuese mío.
En la medida en que el propietario y yo fuimos conociéndonos, acabó teniendo plena confianza en mí. Da fe de ello lo siguiente.
Un día el director de las escuelas que hay frente a La Oliva me preguntó si podían celebrar en el cine un acto cultural, cuya finalidad era recaudar fondos para realizar un viaje de fin de curso.
Cuando llamé al propietario para pedirle permiso, su respuesta fue que dado que vivíamos de la gente de Villaviciosa, si a mí me parecía bien ceder el local para ese tipo de actividades, no era necesario que volviera a llamarle, que él confiaba en que tomaría la decisión acertada.
Desde ese día el cine se cedió, libre de coste, para infinidad de actos que llevaron a cabo tanto los Institutos como el Ayuntamiento.
Huelga decir que el Cine Riera fue durante muchos años el soporte financiero de mi familia.
Le expliqué a la directiva de la empresa que tenía una hija con problemas de salud, pero que esto no impedía que hiciera de taquillera, y en cualquier caso, si un día estaba indispuesta, la sustituiría la madre de modo que el servicio quedaría siempre cubierto. Dijeron que no había problema.
Y así fue como Carmen hija primero y Carmen madre después, hicieron de taquilleras. Me siento agradecido porque por razón del contrato laboral que la empresa le hizo a Carmen hija, hoy dispone de una pensión de jubilación.
También mi hijo Cándido hizo trabajos de iluminación.
Mi vinculación con El Palacio del Cine, que era el nombre por el que se le conocía, fue permanente hasta que se cerró en 2002.
Después de algunos años sin actividad lo compró el Ayuntamiento por ochenta millones de pesetas, reconvirtiéndolo en el Teatro Riera que hoy conocemos.
Siempre me ha parecido un edificio precioso que no sólo cuenta con la zona dedicada al ocio, como puede apreciarse, en la última planta se construyó un piso para que sirviera de residencia a los propietarios.
Cándido Cambiella en el despacho del Riera. Año, 58
¿Quiere contarnos algo más sobre El Riera?
Proyectado por el arquitecto Fernando Cavanilles, El Riera era sin lugar a duda superior en comodidad e infraestructura a sus dos competidores: El cine Imperial, situado donde hoy está el Ateneo y el Cine Europa, que estaba en la calle Cabanilles.
Inicialmente era propiedad de Laureano Riera, pero después lo arrendó Feliz Margollex.
Se le conocía como El Palacio del Cine. Se inauguró en Noviembre del 45, con una actuación de la compañía teatral de José Alba. Una semana más tarde se proyectó la primera película, “La Tragedia de la Bounty”, que narraba las peripecias de un motín a bordo de un barco. La historia estaba basada en hechos reales, pero el director se tomó más de una licencia artística hasta convertirla en una completa ficción.
Primera película que se proyectó en El Riera el 21.11.1945
Había cine los lunes, miércoles y domingos. Tres pases al día: A las 15:00h, a las 19:30h y a las 22:30h.
La taquilla se abría de 12.30h a 14:00h. En sus buenos tiempos era habitual ver grandes colas para comprar entradas que se agotaban en muchas ocasiones.
El descanso era el momento para la publicidad. Aún recuerdo una crema de color rosa que se llamaba Visnú. Todas las mujeres andaban detrás de ella.
¿Cómo publicitaban la película en cartelera?
El despliegue publicitarlo era abundante. No sólo colgaban de la fachada del teatro y los balcones los carteles pintados por mí. Se imprimían pasquines con la cartelera que eran enviados a todos los bares en un sobre que contenía, además, entrada gratis para el dueño del establecimiento.
Se procuraba que los sobres llegaran a tantos lugares como fuese posible, como Lastres, Colunga, la Isla, Cabranes, etc. Y si la película que se proyectaba era de renombre, se fletaban autocares de ida y vuelta.
Unos cuantos chavales, que se les pagaba con cine gratis, se encargaban de repartir folletos a los parroquianos al salir de misa con toda la información referente a la cartelera.
Entonces el entretenimiento de los más jóvenes consistía en ir al cine o pasear desde el Roxu hasta el Ancho, ida y vuelta, unas cuantas veces. La juventud de entonces éramos más inocentes y más respetuosos. Sólo se propasaban aquellos individuos que eran unos cretinos y que no habían recibido educación.
Recuerdo pasar horas discurriendo qué hacer que resultara impactante.
En una ocasión se me ocurrió, como reclamo publicitario, escribir un telegrama falso, como si lo hubiese enviado Sara Montiel, para anunciar la proyección de “La Violetera”, película de la cual ella era protagonista.
Telegrama publicitario inventado por Cándido Cambiella. Año 58
¿Qué propició la caída del cine Riera en La Villa?
La aparición de la televisión y del Seat 600, fueron decisivos y responsables de su decadencia.
Los españoles fuimos haciéndonos con una Tele, trasladando así el punto de reunión de las gentes, que en su día se daban cita en los centros culturales como el cine, el teatro o las salas de conciertos, al hogar de cada uno.
Haciendo una comparativa, es similar a lo que pasa con los chavales y el uso del móvil. Siempre se ha tratado de captar la atención del individuo, como podemos ver por la feroz competición entre las cadenas de TV y por la enorme oferta de entretenimiento que existe hoy.
Antes la pantalla era colectiva, cosa que propiciaba el encuentro y la celebración colectiva. Ahora es individual, dando lugar al ostracismo en que viven aunque estén juntos.
No entiendo mucho del tema, pero dicen que la gente feliz no compra apenas de nada porque no lo necesita. Sin embargo, si se siente infeliz compensa el malestar comprando o comiendo.
Y la responsabilidad del 600 fue que propició un desplazamiento más fácil, al no tener que depender de medios de transporte público. Los Maliayos empezaron a ir a las salas de Gijón u Oviedo, donde se proyectaban varias películas a la vez, proporcionando así entretenimiento para toda la familia.
Algún actor de renombre vino a promocionar su película?
Sí, una vez vino Ana Mariscal. Ella misma dirigía y protagonizaba una película titulada “Segundo López, aventurero urbano”, en la que había invertido sus propios ahorros, según decían.
Ana hacía una presentación antes de cada pase. Hablaba de la película, del mensaje, etc.
Me contaron que a pesar de que fue bien vista por la crítica de la época, que consideró un mérito que una mujer hiciera de directora, no tuvo mucho éxito de taquilla.
Respecto a mi faceta de cartelista, se me olvida decir que no solo pintaba carteles para el Cine, también tuve encargos para pintar matrículas de Vespa y de coches. Incluso El Gaitero me encargó algún que otro trabajo.
Como no paraba de hacer trabajos aquí y allá cuando marché a la mili tenía ahorradas 40.000 pesetas, que entonces era un montón de dinero.
¿Dónde hizo usted la mili?
Fui destinado a la Jefatura Regional de Automovilismo, en Valladolid, pero sólo permanecí allí tres meses. A unos cuantos nos mandaron de vuelta a casa por razón de excedente de cupo.
Tuve la suerte de que en el sorteo para ver quienes quedaban exentos y volvían a casa tocó la C.
Debo decir que mientras duró fue una buena experiencia de la que disfruté mucho.
¿Cómo conoció a Carmina?
Ah, Carmina era muy guapa. Todavía lo es. Ella es de San Pedro de Ambas y venía a ayudar a una tía que tenía una tienda enfrente de La Más Barata.
Yo andaba por ahí, escalera a cuestas, con mis trabajos de pintura. Cuando la vi por primera vez me pareció una mujer preciosa. Me acerqué a ella y empezamos a hablar. Otro día fue al cine. Otro nos vimos en el paseo. Y así poco a poco nos hicimos novios.
Éramos muy jóvenes. Después de unos cuantos años de noviazgo nos casamos. Ella tenía 20 años y yo 24.
De boda. Carmina y Cándido
Foto de boda de Cándido Cambiella y Carmen Acevedo. Junio del 57
Alguna anécdota del cine
Hubo un tiempo en que la gente dejaba les madreñes a la entrada. Siempre me he asombrado de que en todos los años en que yo estuve en el Riera, nadie se confundió. Al salir cada uno se calzaba las suyas.
Recuerdo otra bien simpática.
Había una rivalidad sana entre las salas de cine. Un día cuando salí de trabajar. Serían ya las doce y media. Encontré escrito en el suelo con cal el título de la película “Siguiendo mi Camino”, seguí las pintadas en el suelo y vi que conducían al cine Europa. Allí se proyectaba una película con ese título. Yo cogí cal y escribí al lado en el suelo en dirección al Riera: siguiendo su camino se encontró con “El Ladrón de Bagdad”, que era la que proyectábamos nosotros.
Tuve compañeros de trabajo entrañables, como José Obaya y Arsenio Moris, el electricista. Pero con la llegada de la televisión a los hogares de la gente el cine fue perdiendo fuelle y la empresa fue reduciendo personal, además, dejaron de contratar a más gente, a pesar de que yo invertí tanto esfuerzo cómo pude en publicidad. De hecho la empresa tenía cines en otras ciudades y el último en cerrar fue el de La Villa.
¿Un cinéfilo tiene películas favoritas, cuáles son las suyas?
Tengo muchas, pero si debo elegir alguna que me fascina elegiría “Cinema Paradiso”.
El final de la película me recuerda a las que se proyectaban en la sala de cine del colegio San Francisco. Si los actores se daban un beso lo que se veía era la mano del cura tapando la imagen.
¿Cómo se convirtió en taxista?
En los años 50 los Taxis de La Villa no tenían una parada centralizada como ahora. Si mal no recuerdo, uno tenía parada en el Café Avenida, otro en El Manquín y otro en El Congreso.
Uno de los taxistas, llamado El Nin, era un individuo con mucha labia. Tenía simpatía y don de gentes. Yo le conocía de dejarle entrar al cine gratis. Y un día se me ocurrió hacerle una propuesta.
Si compro un taxi, trabajarías para mí? – le pregunté. Y él Aceptó.
Yo tenía dinero ahorrado, pero no suficiente. Le pedí un préstamo a mi padre y compré un coche.
Al año ya le había devuelto todo el dinero que me había prestado.
El Nin hacía viajes a Coruña o a Bilbao, que era donde estaban las distribuidoras de las películas para traer las cintas con los títulos que le encargábamos.
También solía ir a Madrid a buscar a los miembros de una familia de La Villa que emigró a Santo Domingo. El tipo tenía mucha vista, en lugar de traerles directos a La Villa, primero los llevaba a Segovia, a comer a casa Cándido.
Con tesón, paciencia y mucho trabajo, prosperamos. Compré otro taxi y apliqué la misma estrategia, pero no tuve tanta suerte con el conductor y le despedí.
Puesto que no había cine todos los días, tomé la decisión de no contratar a nadie y hacer yo mismo de chofer. Solo tenía que programar los viajes de modo que fueran compatibles con mi trabajo en El Riera.
Para mi consternación, descubrí que me gustaba trabajar en el taxi. Solía llevar a los clientes hasta los hospitales de Gijón y Oviedo o llevaba a los paisanos hasta las aldeas.
Nunca tuve parada, eran los clientes quienes me buscaban a mí.
Cuando compré el segundo taxi fuimos a estrenarlo a la capital y estuvimos comiendo en las cuevas de Luis candelas. Recuerdo que me gustaba como vestía la gente en Madrid.
El Nin y Cándido Cambiella, empezando por la izquierda, disfrutando de la noche madrileña en el Rte Las Cuevas de Luis Candelas. Año 60
¿Qué hizo cuando se jubiló?
La jubilación fue un trauma para mí. Un buen día me desperté por la mañana y me di cuenta de que no tenía nada que hacer. Esto me descolocó un poco y acabé visitando al médico.
Cándido - me dijo el doctor - tienes que encontrar un hobby. Busca algo en lo que invertir tu tiempo y tu creatividad o acabarás pasando el día mirando a la pared.
Hice una reflexión y me di cuenta de que siempre me había llamado mucho la atención la mar. Ese día fui a una tienda donde vendían trastes de pesca y con la ayuda del dependiente y sus explicaciones me fui a pescar, con la buena suerte del principiante, porque pesqué un lenguado de kilo y pico.
No me ha vuelto a pasar nunca más.
Desde entonces, a excepción del domingo, cada día al atardecer me voy al puerto de Lastres a echar la caña.
Yo necesito estar activo. De no hacer algo así estaría en un bar o en una residencia. Eso no es para mí.
¿Qué cambios ha ido viendo en este pueblo?
Soy más de prestar atención a los cambios urbanísticos. Hay que reconocer que de aspecto ha cambiado mucho.
Lo que ahora se llama El Pelambre entonces eran praos y más allá de los praos sólo estaba La Ría.
Donde ahora está la parada de taxis estaba la ganadería de Busto. Allí Teresina Alonso tenía un despacho de leche que abastecía a toda La Villa. Esa ganadería era importante. Y creo recordar que tenían otra en El Pedroso.
Detrás del ayuntamiento estaba el mercado de ganado, que también ha desaparecido. Y lo que hoy es una fuente haciendo esquina, que tiene un par de gansos y un par de tortugas, era el urinario público.
También había una fábrica de sidra achampanada, perteneciente al grupo El Gaitero, en el local donde hoy está la pescadería Morenín.
La salida del Alsa estaba en El Ancho en el local al que se mudaron hace poco la asociación Raitana.
Estábamos muy bien conectados con Gijón, supongo que por proximidad. Había servicio cada dos horas. Y a Oviedo iba dos veces.
¿Cándido, hablamos de política?
Yo crecí en una época en que no se hablaba de política. Ni siquiera en el bar charlando con los paisanos se atrevía nadie a decir nada. Ya se sabe. Cuando en una contienda entre dos gana uno, el otro sufre las consecuencias.
Entonces eso de tener ideología política podía costarte caro. Bastaba con que alguien te denunciara, incluso de manera anónima, para que te llevaran al cuartelillo. Se oía que más de uno no lo contó.
Venían los paisanos contando historias acerca de haber tenido encuentros con todos aquellos que después de la guerra se echaron al monte. A veces asaltaban y asesinaban a pobres individuos que transportaban comida solo por robarles.
¿Cómo vivió usted el cambio de la dictadura a la democracia?
Mi vida ha consistido en trabajar, con la buena suerte de que siempre he realizado tareas que me gustaban. Y no me he preocupado de mucho más.
No puedo comparar mi trabajo con el esfuerzo que suponía, según contaba mi madre, levantarse antes de amanecer para vender cuatro copas de anís a los barrenderos. O trabajar la tierra o catar les vaques.
Qué duda cabe que con la democracia vinieron cambios que trajeron mejoras. Aunque voy viendo que los buenos tiempos se van acabando.
Yo solo quería que mis hijos estuvieran bien. Y teniendo unas pocas perres, fruto de mí esfuerzo, que me asegurasen el futuro, en lo único en que pensaba era a qué lugar me iría de vacaciones cuando tuviese tiempo libre.
Me he preocupado más de disfrutar de lo que tengo que de quejarme de lo que no.
No he querido saber nada de la política ni de los políticos. Ninguno va a venir a cumplir con mis obligaciones en mi lugar.
Cambios que le hayan sorprendido
Los que nacimos aquí y llevamos toda nuestra vida aquí hemos observado que hará unos cinco años o así empezó a llegar a La Villa gente que, como tú, se compró un piso y se vino a vivir, aunque no tenía familiares ni vinculación previa alguna con La Villa.
Eso me ha resultado sorprendente porque a mí me costaría mucho dejar mi pueblo, mi vida, mi familia y mis raíces y marcharme a vivir a un lugar, por bonito que sea, donde no tengo vinculación con nadie.
No sé bien a qué achacar ese comportamiento. Supongo que se debe al cambio de mentalidad que se está operando en la gente desde la pandemia.
¿Qué opina usted del feminismo?
También ha cambiado mucho la cosa, sí. Antes las mujeres la mayoría eran amas de casa y madres. No se planteaban realizar ninguna otra actividad fuera de ese rol. Y ahora resulta que hace poco fueron nada menos que campeonas del mundo de futbol. Que despunten en un deporte como el futbol es significativo.
Y sin embargo, se ha dado mucha más importancia al beso de Rubiales, quitándoles a ellas todo el protagonismo.
No entiendo mucho del asunto pero creo que las políticas feministas que se hacen ahora van en contra del feminismo, no a favor.
Hay un concepto que se maneja hoy en día y que va en contra de lo que se pretende. Es la idea de igualdad. La idea de igualdad a secas se presta a error.
Del mismo modo que sería ridículo que un hombre quiera ser igual que una mujer porque la naturaleza no le ha equipado con las mismas características, pretender que una mujer sea igual a un hombre es también una idiotez.
Una cosa es que no exista discriminación ante la ley. Que no haya esa guerra entre los sexos acerca de quién manda y quien obedece, porque si la pareja es mentalmente y sana y normal luego los dos tienen que hacer frente codo con codo a lo que venga.
Pero la idea de igualdad y lo que yo veo que se dice en los medios acerca de eso en realidad está perjudicando al movimiento y creando animadversión por parte de los grupos políticos que están en la oposición. Y conste que hablo de oídas.
Como hombre debo decir que si voy al médico prefiero a una médica que un médico. Cuando uno se hace mayor siempre prefiere el trato de una mujer al de un hombre. Las mujeres sois más suaves, más cariñosas y ahora no me importa decirlo, más competentes en muchas cosas.
Aunque vamos de gallitos, en realidad los hombres somos más vulnerables y vosotras lo sabéis. Con la excusa de que nos tenéis afecto, nos mimáis por pura compasión.
¿Qué sabe acerca de Internet?
Eso para mí es nuevo y bastante desconocido, aunque soy consciente de que es una especie de almacén donde está absolutamente todo lo que uno pueda buscar.
Sé que el trabajo, muy importante por cierto, que estáis haciendo Vicente y tú, al recopilar y publicar la vida de los más mayores, porque si no todo esto que le cuento se perdería, después aparecerá online, como dicen, y todo el mundo podrá leer lo que le estoy contando.
Mi nieta Isabel, que es diseñadora gráfica, también hizo un trabajo parecido al que estás haciendo tú, pero no sé si eso está en Internet.
Como trabajo de fin de curso escribió algo que llamó “Biografía de mi Abuelo”.
¿Está a favor o en contra de la inmigración?
Bueno, hay mucha gente que está en contra, pero no todos los inmigrantes son iguales. Depende de la procedencia y de la intención con la que vienen.
Pero si usted pregunta en cualquiera de los restaurantes de La Villa, no todos, pero si la mayoría de los empresarios tienen contratado personal que vino de fuera. Y no se trata de que les paguen menos, como dicen por ahí, es que son los que están dispuestos a trabajar. Son individuos jóvenes la mayoría pero curtidos, que han venido buscando mejores condiciones de vida y están acostumbrados al esfuerzo.
Un detalle avala lo que digo. El concurso de escanciadores hace años que no lo gana ningún asturiano sino gente que ha venido de Colombia o lugares así. Eso solo se consigue a base de trabajo.
Esa pensión de 400€ que regala el gobierno, con la única intención de conseguir votos, en realidad va en contra de los jóvenes que la perciben. En realidad les perjudica más que les beneficia. Eso es, como dice el refrán, pan para hoy y hambre para mañana.
De continuar con estas políticas en pocos años la sociedad habrá cambiado a mucho peor. Esa gente que no tiene oficio ni beneficio y que no quiere trabajar, tampoco será capaz de formar una familia. Qué vamos a hacer cuando desaparezca la célula base que crea el tejido social.
Con toda seguridad, como ya se está viendo, vendrán gentes de otros lugares que no solo la mantiene sino que la fomentan teniendo un montón de hijos. Y a estos que ahora cobran 400€, que les da para sus gastos y que no quieren responsabilidades, se los comerán por los pies.
Que se puede esperar de un individuo que pasa en el bar desde las cinco de la tarde hasta la una de la mañana.
¿Cómo ve la lenta recuperación que se va viendo del trabajo del campo?
No es significativa. Además de que al entrar en la unión europea las negociaciones perjudicaron mucho al campo en España, aquí se dio otra situación que también influyó en el abandono que sufre hoy.
Estoy hablando de las industrias del metal. Vinieron gentes de muchos lugares además de emplear a mucha gente de aquí. Las parroquias de alrededor de las industrias se fueron vaciando. Solo quedaba gente mayor.
La gente busca el dinero rápido y no piensa en el futuro de las generaciones que vendrán después.
Sin cultivo no hay comida. No siempre habrá la posibilidad de traerla de la otra punta del mundo. Cuando esto de la globalización falle, que acabará fallando, entonces vendrá de nuevo el hambre.
Todos los miércoles voy a la plaza a hacer la compra, yo quiero huevos de pitas camperas. Somos cuatro los que compramos ahí comparado con la gente que llena la cesta en las grandes superficies con alimentos que vienen de cualquier sitio. Eso no tiene lógica. Cuando el pequeño comercio desaparezca y el entramado de traer comida de otros lugares se venga abajo nos veremos en serios problemas. Yo no lo veré, pero lo siento por la gente joven que no tiene ni idea de a qué se enfrenta.
¿Qué cambios haría si usted mandase?
No repartiría dinero sin más, lo invertiría para que creciese y distribuiría solo el rédito. Y crearía puestos de trabajo en lugar de eliminarlos.
Ahora mismo los ancianos nos encontramos con un problema al que han llamado, la brecha informática.
Si no sabes manejarte con las nuevas tecnologías no solo eres un analfabeto funcional, es que te ves impedido para hacer algo tan simple como sacar del banco dinero, que para colmo es tuyo.
¿Qué otras aficiones tiene además de pescar?
También me ha gustado viajar. Conozco Yuste. Me hizo gracia la anécdota de que a Carlos I le ponían peces en un aljibe para que pescara, porque le gustaba mucho la pesca.
También he viajado a París y a Roma. He visitado varios pueblos de Cantabria como Laredo, Isla y muchos otros lugares. Cuando era Semana Santa, que el cine estaba cerrado, aprovechaba para coger vacaciones.
Hablando de Semana Santa ¿es usted cofrade?
Por supuesto. Aquí todos los somos cofrades porque nos inscriben al nacer. La semana santa es muy importante para La Villa.
Don Alfredo, uno de los curas que hubo en La Villa, estaba en contra de La Cofradía. ¡Qué error por su parte! Aquí somos cofrades por tradición. Recuerdo que entonces el Mayordomo era Hevia y se tuvo que enfrentar a él más de una vez.
¿Qué cosas le dan caché a este pueblo?
La Cofradía Jesús Nazareno. Las fiestas del Portal. El club lealtad, aunque yo soy acérrimo del Madrid, la asociación Raitana. También está El Ateneo, que tiene una gran oferta de actividades para todas las edades. Y no podemos olvidar La Biblioteca o la fiesta del Desembarco o la Coral Capilla de la Torre y la Banda de Música.
Cándido, sé de buena tinta que quien le conoce bien, le estima. Voy a reproducir aquí un artículo que sobre usted escribió su amigo Gonzalo Álvarez Sierra con motivo del homenaje que recibió usted de Cubera en agosto del 95
…”Entrañable y fraternal amigo, por razones de salud que espero no tengan mayor trascendencia y sean pasajeras, no puedo estar hoy ahí contigo en el momento en que recibes el galardón del que te has hecho merecedor después de más de cuarenta años de trabajo con un altruismo y desinterés que te honra. Créeme que lo siento en el alma.
A mi memoria acuden recuerdos inolvidables de nuestros viajes a Madrid con tan entrañable amigo como es Sergio Álvarez Requejo, para grabar programas de televisión que luego llevarían el nombre de nuestra Villa por toda España. Algunos de ellos en plena noche con odiseas que sería largo relatar.
Trabajaste con nosotros hombro con hombre sin importarte avatares y fatigas. Por eso, hoy, que te compensan, siento no estar a tu lado.
Los festivales de la manzana y las fiestas de Nuestra Señora del Portal reconocen tus méritos y por ello el merecido galardón te lo entrega el presidente del festival y los festejos
Que puedas disfrutarlos muchos años y ten la seguridad de mi inmensa satisfacción porque pocos lo merecen como tú.
Como bien dijo el poeta: Haces por hacer el bien de entregarte a los demás a pesar de que haya quien no lo entenderá jamás. Como han podido comprender en ti es cosa comprobada”…
Villaviciosa, 9 de septiembre 95.
Gonzalo Álvarez Sierra
Cubera homenajea a Cándido Cambiella 25.08.95
¿Cómo lleva lo de ser tan popular?
Podría ser que exageren un poco. Todas las personas tenemos luces, pero también sombras y yo no soy una excepción.
También el Ayuntamiento ha reconocido mi colaboración en los Festivales de la Manzana y en las fiestas de Nuestra Señora del Portal, como dice Álvarez Sierra. Por supuesto no olvido el reconocimiento que me otorgó la ONCE.
Me siento orgulloso. En 2020 me hicieron un homenaje por mis años de dedicación al Cine. Como puede apreciarse en la foto, con motivo del 75 aniversario del Riera.
Todas esas fotos son testimonio de mi paso por el cine y constituyen una recopilación de mi andadura desde 1945 hasta 2020. Se imprimieron y publicaron a modo de portfolio, como puede apreciarse en la foto inferior en que aparecemos Evaristo Arce y yo en El Furacu.
Cándido Cambiella y Evaristo Arce en El Furacu. Año 2020