La Abadesa de las Clarisas, María Luisa Picado, celebró sus 50 años en Villaviciosa
La celebración tuvo lugar este miércoles con una emotiva misa a las 12 horas en el Monasterio de las Clarisas, oficiada por el párroco local, Jorge Cabal. La Madre Abadesa, estuvo acompañada y fue felicitada por numerosos amigos y feligreses, así como por varios párrocos de Villaviciosa y otros lugares de Asturias
Así nos cuenta Mª Luisa Picado Amandi estas “Bodas de Oro”:
El tiempo se desliza como lanzadera de tejedor y sin saber cómo, han pasado ¡¡¡cincuenta años!!!, desde que correteaba por las calles de la Villa, en aquellas tardes de otoño, en que el mejor regalo era pasear desde el Ancho, calle del Sol, hasta la Cerona. El guarda de tráfico que estaba en la curva de las Regaderas-Café Colón, quedaba boquiabierto al vernos, porque casi siempre lo llevábamos por delante con nuestras risas y bromas. Además íbamos en plan de “atropar la calle que no pase nadie”. Las tardes de los domingos guardábamos fila detrás del colegio San Francisco para ver alguna película tolerada, que nos proyectaba D. Antonio Baizán, y de paso echar un ojo a los muchachos guapos del cole.
Una tarde de octubre fui con mi amiga a conocer a las Clarisas. Me impactó poderosamente la alegría de las monjas. Al poco tiempo entendí que Dios me llamaba a esa vida, para entregarme exclusivamente a Él. Y en aquellas Navidades les comuniqué a mis padres que yo quería ser monja en las Clarisas.
Pusieron el grito en el cielo, y me dijeron que ni hablar. Que primero tendría que demostrar eso con mi vida. Puse todo mi empreño en hacerlo, y al cabo de dos años –como me había prometido-, me dieron su beneplácito. Tenía entonces 18 años.
El 22 de abril de1962, alas cuatro de la tarde de un Domingo de Resurrección, entré en el Monasterio de la Purísima Concepción, con la cabeza llena de pájaros, tan contenta y feliz como si fuera a un guateque con las amigas. En el Monasterio encontré una verdadera familia. Las monjas, todas, tuvieron infinita paciencia conmigo; me enseñaron a vivir día a día según la forma de vida de Sta. Clara. Yo me esforzaba por corresponder a su cariño, siendo dócil a la formación que ellas me daban según la espiritualidad de San Francisco y Sta. Clara. Viví feliz, alegre, contenta, queriendo florecer allí donde Dios me había plantado. Dediqué tiempo al estudio, la oración, el trabajo de encuadernación. También en hacer alguna travesura, estudiar obras de teatro, zarzuelas, poesías ¡¡Cuántos sainetes cómicos de Galería Salesiana preparé para mis monjas…!! ¡¡¡Incontables!!!.
Llena de ilusión por ser Clarisa, profesé el 21 de noviembre de 1963. ¿Qué? ¡No; me confundí! ¡No es posible! ¡Pues ahí está el calendario que me lo dice sin inmutarse! Y así, con el calendario a la vista, os invito a acompañarme en la Eucaristía del día 18 de este mes, miércoles, a las doce de la mañana, a todos los amigos, familiares, conocidos, bienhechores, desconocidos que quieran venir. Os ofrezco lo mejor que tengo: el sacrificio de Jesús: la misa. Con ella daré gracias a Dios por el regalo que me hizo de la vocación; por haberme ayudado a superar crisis, desánimos, y dificultades. Es una sugerencia a alegraros conmigo, a darle gracias por el don de la vida, de la llamada a su seguimiento. Celebrar las Bodas de Oro, ya sea en el matrimonio o en la vida consagrada, como es mi caso, es un canto a la fidelidad, a la constancia, a la coherencia… a la Vida con mayúscula, a Dios. Con la invitación va incluida una promesa: siempre os tendrá presentes en mi oración de Clarisa, que por eso lo soy, para interceder por vosotros ante el Señor. Que Él os bendiga. Yo también lo hago de todo corazón. ¡PAZ Y BIEN!.
Mª Luisa Picado Amandi,
Abadesa de las Monjas Clarisas de Villaviciosa
EN LA IMAGEN LA ABADESA EN EL MONASTERIO ANTES DE LA CELEBRACION