NAVIDAD 2015 Las Clarisas de Villaviciosa invitan a visitar su precioso y mágico Belén
María Luisa Picado, Madre abadesa de las monjas Clarisas, nos cuenta desde cuándo ponen el Belén en el monasterio, y cuando se puso el primer Belén de la historia. Podéis ver un avance del Belén en estas 15 fotos
Al Belén de “Les Clarises” se puede entrar a visitar a cualquier hora del día, con sólo empujar la puerta de entrada al monasterio, desde este sábado 5 de diciembre hasta después de Reyes.
Este Belén destaca por su tamaño con 2,66 m. de fondo por 2,55 de ancho y gran ambientación. Con las clásicas escenas del nacimiento, cuenta con numerosas figuras de pasta de madera y algunas de barro, todas ellas policromadas, y con figuras que tienen movimiento, como un alfarero. También el efecto de luces con el amanecer y anochecer. La novedad de este año es un mágico río natural y una cascada.
En este tradicional Belén se nota el trabajo y esfuerzo a la hora de montarlo, siendo realizado por la clarisa, Sor María Nieves Montes, con la colaboración de Cilinia de la Hoz “Cili”, miembro de la Orden Franciscana Seglar, quienes nos recuerdan que fue San Francisco quien en 1223 dio comienzo a esta tradición con una recreación de la llegada al mundo de Jesús.
Un precioso Belén que nos trae la magia de la Navidad y del que podéis ver un avance en este video que os dejamos más abajo
FOTO GALERIA DE 15 IMÁGENES
https://goo.gl/photos/PdRWBV2AKpsF29SG7
María Luisa Picado, Madre abadesa de las monjas Clarisas, nos cuenta desde cuándo ponen el Belén en el monasterio, remontándose a la historia de la Orden de las Clarisas.
Y nos desvela que en la actualidad cuentan con una colección de 25 belenes de diferentes estilos y nacionalidades, hechos con diversos materiales como barro policromado, madera, resina, cerámica o cristal
EL BELEN DE LAS MONJAS CLARISAS DE VILLAVICIOSA
María Luisa Picado, Madre abadesa
En el año 1228, un fraile llamado Tomás de Celano, escribe la Vida primera de San Francisco. Hacía tan solo dos años que se había muerto el santo. Es su primer biógrafo y una de las fuentes más autorizadas que tiene la Orden Franciscana. Pues bien: él nos narra cómo celebró Francisco la Navidad del año 1223. Más adelante San Buenaventura se basará en ese escrito para narrarnos él también esta feliz celebración de aquella Navidad.
Según nos cuenta Celano, San Fracisco, tres años antes de morir, quiso representar la Natividad del Señor con gozo desbordante y llamó a un amigo suyo, Juan Vellita, y le dijo: - Messer Juan, quiero celebrar la Nochebuena de una manera diferente. Prepárame lo mejor posible, todo lo concerniente al nacimiento del Salvador, en el bosque. Y Juan preparó en un lugar llamado Greccio, un altar junto a un pesebre, con un asno y un buey, procurando representar al vivo el establo de Belén.
Y Francisco avisó a muchos frailes que vinieran de distintas partes a celebrar con él aquella misa, que sería la primera Misa de Gallo de la historia. Y también invitó a mucha gente de los alrededores para que vinieran a la celebración con grandes antorchas y teas encendidas, porque quería representar que Jesús era la luz del mundo. De modo que el bosque quedó iluminado con una gran luz, por la cantidad de gente que se les unió a aquella singular liturgia. Francisco revestido con la blanca dalmática del diácono, oficiaba como tal en la Misa, cantando el Evangelio con voz emocionada. Cuando cantó las palabras de dicen: “… Y María dio a luz a su Hijo primogénito…”, un grito de admiración se elevó de la garganta de todos los circunstantes: el Niño Jesús, resplandeciente de gracia y de hermosura sonreía a todos desde los brazos de Francisco.
He querido remontarme ala historia de nuestra Orden, para poder dar una respuesta lógica a la pregunta que a veces nos hacemos: ¿desde cuándo, las monjas Clarisas, instalamos el Belén en nuestro monasterio? Los documentos históricos tienen, a veces, lagunas, perfectamente disculpables, que hay que suplir con conclusiones lógicas que sin distorsionar los entornos culturales y tradiciones de la época nos puedan llevar a una justa interpretación de los hechos. No es atrevido pensar que la Comunidad, desde sus inicios –año 1694- haya contado con un belén primoroso que las Hermanas instalarían en el tiempo litúrgico de la Navidad. Con toda seguridad sabemos que antes de la guerra civil española, las Clarisas ya tenían su belén. Porque aún viven personas que recuerdan las artísticas figuras hechas a mano, con papel y telas, que las mismas Hermanas hacían con maestría. Y nos hemos preguntado, incluso, dónde había ido a parar todo aquello que, realmente, poseía un valor artístico indudable y formaba parte del patrimonio del monasterio. Aún más: Sor María, la Hermana más veterana de la casa, conoció a la artista que hacía tales primores en sus tiempos libres. Pero cosa curiosa, nunca supo cómo desapareció todo aquello ni dónde pudo haber ido a parar. El caso es que cuando llegó al monasterio la que suscribe, no había ni una figura de ningún tipo en el monasterio.
Las primeras Navidades que pasé aquí –año 1963- les pedí a mis padres, para reyes, un “misterio” de barro. Me lo vino a traer mi madre con toda ilusión. Al año siguiente me volvieron a traer más figuras. Al cabo de cinco años ya teníamos pastores, rebaños, señoras en sus faenas domésticas, el leñador, el pescador… Era un pequeño pueblo en miniatura, con figuras muy pequeñas. A los cinco años, ingresó Sor Mª Nieves y traía un belén simpatiquísimo: todo eran muñequitos traviesos y gracioso, y entonces empezamos a poner ése dentro del monasterio y el de barro en el coro de la iglesia. A partir de aquí, la Comunidad fue comprando, poco a poco, más figuras.
Y contamos también con donaciones de personas que saben cómo nos apasiona el tema de los nacimientos o belenes. Hoy tenemos una colección de veinticinco belenes, de diferentes estilos y nacionalidades. Unos más artísticos que otros, por supuesto. Los hay de barro policromado, de madera, resina, pasta, plástico, cerámica, cristal, porcelana… Tenemos de todos los tamaños: grandes, pequeños, medianos… Existen representaciones italianas, mexicanas, peruanas, de Tierra Santa, portuguesas… Uno que gusta mucho a los niños es el de Ferrándiz, por su fantasía y humor, su ternura. Realmente han conseguido muy bien imitar sus postales navideñas.
Actualmente, en estas fechas de la Navidad ponemos en la iglesia un belén, que no es muy grande, nos falta espacio… ¡es la pena! Tiene2,66 m. de fondo por 2,55 de ancho. Algunas figuras tienen movimiento. También el efecto de día-noche es curioso; las figuras son de pasta de madera y algunas de barro, todas ellas policromadas. Dentro, en el monasterio, también solemos seguir instalando alguno; aquí los espacios son más abiertos y entonces hay menos limitación. Lo que nos limita es el tiempo, porque esto es muy entretenido; para hacerlo bien lleva tiempo, cosa de la que no solemos disponer demasiado las monjas. Por eso buscamos personas amigas que nos echen una mano. El primero que nos ha prestado ayuda, hace ya un montón de años, fue Iván Balbín; un muchacho servicial y entusiasta por arte en cualquiera de sus manifestaciones. Así hace ya dos años que viene a colaborar Cili de la Hoz, amiga y vecina del monasterio, que siempre tenemos a mano para prestarnos su valiosa ayuda; ella sacrifica su tiempo en pro de la causa belenística de la Comunidad. El tablero nos lo instala Enrique Suárez, nuestro carpintero y amigo. No podemos olvidar a Nicolás Rodríguez que en años anteriores dejó su impronta en la instalación eléctrica del cielo, montañas, y otros detalles, además.
Y si nos remontamos unos años atrás, hasta Juan Jurado lo instaló en alguna ocasión. Pero el alma del belén de la iglesia es, sin lugar a dudas, Sor Mª Nieves; ella es muy dispuesta y tiene mucho gusto y afición. Se podría decir que está vocacionada para este arte, pues la ves disfrutarlo minuto a minuto. Es un don especial el que tiene para estas cosas. Ella va preparando durante el año casas, cuevas, detalles en miniatura que le dan un toque muy personal.
Toda la Comunidad le agradece ese arte que ella tiene y que pone, con tanta generosidad, al servicio de la casa.