‘Hablemos de la vida’. Entrevista a Ángel Hevia Noriega realizada por Tina Villar. Fotos recuerdos
Foto portada: Ángel Hevia Noriega y Tina Villar frente a la glesia Parroquial de Villaviciosa
La memoria popular es un bien cultural que hay que preservar a toda costa. No solo conserva las huellas que dejaron en el camino quienes nos precedieron, también encontramos en ella las raíces de quienes somos y cómo hemos llegado hasta aquí.
Esta serie de “memorias”, que llevan por título genérico “Hablemos de la vida”, nacen con la pretensión de ser un homenaje y un reconocimiento a esos hombres y mujeres que con su buen hacer, su tesón y un enorme esfuerzo, mantenido a lo largo de los años, han contribuido a que esta Villa y sus parroquias sean hoy un referente dentro de Asturias.
El objeto de estas entrevistas es dar cuenta de cómo se vivía en Villaviciosa, desde la posguerra hasta nuestros días, de la mano de los recuerdos de personas que, por su edad, conservan información que es un verdadero tesoro.
Ángel, preséntese a los lectores
Me llamo Ángel Custodio Hevia Noriega. Tengo 86 años y soy el cuarto de cinco hermanos. Estoy casado con María Josefa (Chelo), que es natural de Santa Olaya de Cabranes. Tuvimos dos hijos, José Ángel y María José. Y tengo además dos nietas que son la alegría de mi casa.
Nací el 5 de agosto del 37 en Moriyón, pero no me registraron hasta el 2 de noviembre del 39.
Con mi padre en El Frente y mi madre convaleciente de parto, fue la tía Pacita la encargada de comunicar mi nacimiento. Se dio la circunstancia de que el empleado del ayuntamiento, que en ese momento estaba en un bar, perdió el papel donde tomó nota de los datos.
Cuando mi padre volvió de la guerra y fue al Ayuntamiento a cerciorarse de que todo estaba en orden, tomó conciencia de que yo no existía a efectos legales, a pesar de que todos creían que sí.
Qué duda cabe que celebro mi cumpleaños el 5 de agosto, que fue el día en que me dio a luz mi madre.
¿Querría contarnos algo sobres sus padres?
Mi padre, Andrés, fue toda su vida policía municipal del Ayuntamiento de esta Villa. Se jubiló siendo Sargento. Era un hombre serio de carácter muy recto.
Mi madre, Ángeles, tenía un carácter más suave. Dedicó todo su tiempo a cuidar de la casa y de sus cinco hijos. Con eso ya tenía suficiente.
Nos sacaron adelante a base de trabajar bien duro. Cuando mi padre terminaba su jornada en el Ayuntamiento de La Villa, subía a Moriyón, donde además de atender a un puñado de vaques, cultivaba fabes, patates y maíz. A buen seguro tuvieron que hacer malabares para alimentar a cinco hijos.
Mi madre ayudaba en lo que fuese necesario además de ocuparse de la casa y de una familia numerosa. Entonces las jornadas eran de sol a sol.
Con toda seguridad ellos pasaron necesidad por darnos a nosotros lo poco que había.
Foto de los hnos Hevia colocados por orden de edad. Ángel es el 4º (7 años)
¿Qué recuerda de los primeros años de posguerra?
Yo “fame” no pasé, pero ganas de comer sí.
Los años cuarenta fueron terribles. Quienes vivían en el campo aún contaban con algún recurso, aunque fuese escaso, pero muchos no lo tenían. Esos murieron de hambre y de miseria.
La posibilidad que existe hoy de poder elegir qué comer entonces era impensable. Se comía lo que había. Podíamos cenar castañas acompañadas de leche y torta de maíz cocida en la chapa de la cocina de carbón durante tres meses seguidos, y estábamos agradecidos.
Voy a ilustrar la situación de carestía que sufríamos con el dato siguiente: Cuando alguno de nosotros enfermaba, ya fuera de gripe, de resfriado o de lo que fuese, a ese le daban un huevo, por aquello de que la proteína ayudaba a fortalecerle, pero había que comerlo a escondidas del resto. Si los demás se percataban, solo nos daban la mitad y la otra mitad se repartía.
Hubo ocasiones, incluso, en que los pocos recursos con que se contaba eran requisados para alimentar a los combatientes.
Contaba mi madre que un día pasaron por Moriyón los republicanos y quisieron llevarle el ternero que había parido la única vaca que tenía. Finalmente no lo hicieron. Uno de ellos lo impidió al comprender que esos animales eran nuestro único recurso.
Después de tres años con los campos de labor en obligado barbecho, el final de la guerra no supuso el final de la escasez. El Gobierno de Franco creó El Racionamiento sirviéndose de lo poco que se producía más lo que se recibía desde EE.UU y Argentina.
¿Cómo funcionaba la cartilla de racionamiento?
La prensa era la encargada de anunciar la ración diaria de cada producto y el lugar donde podía obtenerse. Había cartillas de primera, segunda y tercera, de acuerdo con el nivel social y la posición en la familia.
Solo los hombres podían acceder al cien por cien de los productos de primera necesidad, cuyo lote semanal incluía jabón y tabaco. Las mujeres optaban al ochenta por ciento y los niños al sesenta.
La falta de muchos alimentos, que afectaba especialmente a las clases menos favorecidas, dio lugar a la aparición del mercado negro, conocido en nuestro país como “estraperlo”.
Los productores empezaron a reservar una parte para venderla de manera clandestina. Este mercado acabó infiltrándose en todas las capas sociales dado que ahí podías encontrar productos que no estaban incluidos en los lotes estipulados por El Estado.
La cartilla dejó de funcionar en el año 52, cuando se consideró que ya no era necesaria, pero durante los trece años que estuvo activa, se calcula que mucha gente murió de hambre o de enfermedades derivadas de la mala alimentación.
Qué recuerda de su época escolar?
Los primeros tres años estudié en el colegio de las Hermanas Carmelitas que había en la calle Nicolás Rivero. Allí nos daban clase la hermana Victoria y la hermana Benita.
Después pasé al colegio San Francisco. No tengo muy buenos recuerdos de esa etapa. La disciplina era de campo de concentración.
Si te desmandabas, te subían el mandilón, te colocaban con el culo pitón sobre el pupitre y te atizaban sin mucho miramiento.
Se ensañaban con todos, pero de manera especial con aquellos que venían del medio rural, a quienes usaban como fámulos cuando era necesario.
Entonces la obligatoriedad de la enseñanza no era como ahora, si tu padre te necesitaba para que le ayudases en las tareas agrícolas o con los animales estaba justificado que faltaras.
¿Qué pasó después de la escuela?
Mi familia era muy católica. Mi padre tenía hermanos que eran curas y mi madre tenía hermanas que eran monjas. Decidieron que uno de nosotros debía ingresar en el seminario y me eligieron a mí.
Cuando tenía doce años me enviaron a Valdedios, donde estuve apenas unos meses. Al parecer mantener ese seminario era muy costoso para el Arzobispado y enseguida nos enviaron a Covadonga donde sólo pasé dos años. Yo no había nacido para cura.
Ir al seminario en esa época era una decisión que tomaban por ti, por tanto, fuimos muchos los que entramos, pero el seminario no entró en todos.
Como anécdota divertida, siempre recordaré al bueno de Don Gervasio, cura de Lugas, quien, a pesar de haberse ordenado sacerdote, se diría que resultó impermeable a las enseñanzas teológicas.
Cuando la moza que pretendía confesarse estaba de buen ver se las ingeniaba para aproximarse a ella tanto como podía.
También se convirtió en el terror de los paisanos de la zona. La gente vivía del campo y tenía que cuidar de los animales, darles de comer, ordeñar les vaques, etc; que esos no tienen días de fiesta.
El bueno de Don Gervasio instaló unos altavoces en la torre de la iglesia, desde donde tenía una perfecta visión de los campos. Si no acudían a misa les amonestaba. Era habitual oírle decir por megafonía: Fulanito, deja les vaques y ven a misa.
Y veías al pobre paisano guardar a los animales a toda prisa y correr para la iglesia.
¿A qué se dedicó cuando dejó el seminario?
A los 14 años empecé a trabajar en una farmacia como mancebo (ayudante sin título). Esta ocupación desapareció a causa de la exigencia de la correspondiente titulación.
Después trabajé en un bar, el Bar Colón, que era propiedad de mi padre, aunque lo escrituró a nombre de mi hermano Gonzalo a causa de la incompatibilidad con su trabajo como funcionario del Ayuntamiento.
Estaba situado en el local donde hasta hace poco se encontraba el Banco Popular en la calle Balle Vallina y Fernández.
Café Colón. Demolido en 1972. Esquina calle Balle Vallina y Fernández.
Mi padre también fue propietario del Bar Peñafiel, situado en la Plaza del Ayuntamiento donde hoy están los helados Los Valencianos. El Peñafiel, al ser más clásico, era frecuentado por personas de poder adquisitivo.
Después de casarme empecé a trabajar en la fábrica Nestle, donde todos mis hermanos, incluido Gonzalo, que había traspasado el bar a Alfonso, el camarero, formaban ya parte de la plantilla.
Mi puesto dentro de la industria láctea estaba en el laboratorio de productos terminados. Trabajé para Nestle hasta que me jubilé treinta y seis años después un poco antes de que se trasladara a Sevares.
¿Cómo se desplazaban ustedes en esa época?
La compañía Alsa tenía un autobús con dos pisos que iba a Gijón y a Oviedo. Salía a las 8 de la mañana y volvía a las 8 de la tarde.
En La Villa había no más de cinco o seis coches particulares. El del Sr. Cardín, el del Doctor Pedrayes y algún que otro médico que también disponía de automóvil y ahora no recuerdo.
Sí había unos cuantos taxistas. Estaba Ramón el Coxu, Tivo, Manolín el Chiripu y Manolo el gordo. Creo.
Entonces todos teníamos mote. A mí me llamaban Perón.
La broma se debe a que mi salida del seminario coincidió con el momento en que el dictador argentino, Juan Perón, se enemistó y dejó sin trabajo a todos aquellos sacerdotes de su país que no comulgaban con su dictadura. A algún gracioso se le ocurrió decir que a mí también me había echado Perón, y con ese apodo me quedé.
¿A pesar de la dureza de la época, hay algo que recuerde con nostalgia?
Recuerdo el aroma de la media onza de chocolate y el trozo de torta que nos daban para merendar, cuando había.
Entonces se tenía un enorme aprecio por cosas a las que hoy no le damos importancia. En Nochebuena, por ejemplo, mi madre mataba una gallina o un conejo, que comíamos con torta, porque ya no había pan.
Las ocasiones de disfrutar eran tan escasas que cuando se presentaban nos sentíamos realmente agradecíamos.
También estaban buenísimos los cocidos que preparaba mi madre con las dos pesetas de recortes que le traía yo de la carnicería. Me mandaba a mí porque a ella le daba apuro. Los acompañábamos con sopa de fideos que se elaboraban con la harina que nos daba una tía que tenía un molino en La Parra.
Naturalmente hizo usted la mili
Naturalmente. Fui enviado a Valladolid. Una vez finalizados los tres meses de instrucción pasé a capitanía, con la suerte de que el capitán general era franquista y muy católico. Acudía todos los días a la misa que un cura castrense oficiaba en la capilla de las dependencias militares.
Me ofrecí voluntario como monaguillo y viví tan bien como él.
Ángel Hevia con 20 años
¿Cómo conoció usted a su mujer?
Chelo, mi mujer, venía desde Santa Olaya de Cabranes para ayudar a una tía que tenía un bar en el local donde hoy está El Roxu. En esa época yo andaba mucho en bicicleta y solía parar por ahí. Nos echamos el ojo y nos hicimos novios.
El noviazgo duró apenas dos años. Nos casamos en el 66, en la Iglesia de Cabranes y celebramos el banquete en el restaurante El Congreso, aquí en La Villa.
Alrededor de las seis de la tarde, cuando se acabó la fiesta, cogimos un taxi hasta Pola de Siero, donde vivía una hermana mía. Allí yo tenía escondida la moto, una Vespa. La cargamos con un sinfín de maletas y e iniciamos nuestro viaje de novios.
Cuando llegamos a Pajares había niebla cerrada y dudábamos si continuar o no, con la suerte de que un camionero no se amedrentó y nos sirvió de guía hasta León. Desde León fuimos a Madrid, donde pasamos dos o tres días. Y desde Madrid a Alicante. Allí una tía monja nos presentó al párroco, que nos llevó en su coche a visitar algunos pueblos.
A la vuelta vinimos por el interior para conocer lugares como, Soria, Teruel, Burgos, etc. Lo que nos iba cayendo de paso.
¿Háblenos de las personas que influenciaron su manera de ver la vida?
Don Pedro de La Fuente
Fue el párroco titular de La Villa durante cuarenta años.
El comedor social que creó Don Pedro en los bajos de su vivienda, dio de comer en este pueblo, con la ayuda de las Hermanas Clarisas, que se ocupaban de la cocina, a una horda de niños hambrientos.
Fue injustamente criticado por frecuentar la compañía de las personas adineradas. Pero, como él mismo decía, ¿de dónde iban a salir, si no, los cuartos para mantener el comedor? Le tocó vivir en una época muy difícil y aun así, hizo lo que pudo.
Siendo yo monaguillo, durante una procesión que subía por La Mariñana, se le acercó el apoderado de El Gaitero y le dio un sobre que contenía mil pesetas. Le oímos exclamar, ¡válgame Dios!, con este dinero me han salvado el año entero.
Recuerdo, ya con menos ilusión, que durante la Cuaresma organizaba ejercicios espirituales, obligatorios, que eran dirigidos por unos jesuitas que se desplazaban hasta La Villa a tal fin.
¡Calla, calla! Solo hablaban del demonio, del mundo y de la carne. Y había que ir, si no, quedabas marcado porque te señalaban con el dedo.
Era un buen hombre. Le robábamos los recortes de las hostias y el vino para revenderlos. Y él lo sabía. Así conseguíamos alguna “perrona” (moneda de diez céntimos).
Este pueblo está en deuda con él y no me gustaría irme de este mundo sin que las autoridades reconozcan su labor mediante algún tipo de homenaje.
Don Pedro de la Fuente, párroco de Villaviciosa
Yo nunca tuve que ir al comedor social, pero sí me serví de alguna prenda de ropa de las que le entregaban en donación.
Imagina si escaseaba el dinero en efectivo que alguno pagó las alpargatas que vendía Jaime Robledo, que era buena persona pero un poco abusón, a base de encajar unos cuantos alpargatazos en el culo. Mientras él ajustaba las alpargatas, primero en el trasero del beneficiario, Eusebio, dueño de la imprenta que había enfrente, se partía de la risa.
Don Pedro fue único. Aquí hubo un bandolero que se llamaba Bernabé. Ambos eran del mismo pueblo de la zona de Llanes. Si me apuras, incluso vecinos.
Bernabé se hizo bandolero porque estando en Astorga haciendo la mili, se lio a tortas con un sargento. Para evitar ir al calabozo tiró el cetme por ahí y se echó al monte.
Como muchos otros bandidos robaba a la gente que tenía posibles para dárselo a quienes no tenían. Supongo que era una argucia para contar con el auxilio de aquellos a quienes ayudaba.
La parte simpática es que cuando llamaban a la guardia civil con el chivatazo de que habían visto a Bernabé, los guardias, temerosos de sus propias vidas, se dirigían a buscarlo en dirección contraria.
Contaba Don Pedro que más de una vez tuvo que amparar a Bernabé, bajo amenaza, para evitar que el bandolero se vengara de él de algún modo.
Sor Puy
Sor Josefina, Sor Emilia, Sor Puy y Sor Remedios. Villaviciosa, Septiembre de 1982
Antonia Salvatierra Etayo, más conocida como Sor Puy, era natural de Lodosa (Navarra). Fue una franciscana que llegó a La Villa en el año 48, junto a otras cuatro hermanas, para hacerse cargo del entonces Hospital Municipal.
También se dedicó a cubrir, dentro de sus posibilidades, cuantas necesidades externas llegaban a su conocimiento, sofocando hambres, velando enfermos en las casas para que las familias descansaran, siendo consejera o paño de lágrimas de muchos. Fue una verdadera institución en Villaviciosa.
Tampoco recibió el reconocimiento que merecía. Cuando se marchó de La Villa para convertirse en Madre Superiora en Pravia, llevaba mucha pena.
La siguiente anécdota ilustrará el carácter que tenía.
Hubo un perito agrónomo que trabajaba en lo que hoy se conoce como el Serida. El buen hombre conducía su moto con unas cuantas copas de más. Se cayó y se hirió en el bajo vientre.
Cuando llegó al hospital las hermanas intentaban mirarle pero él las echaba para atrás. Hermanas, no me anden con “la documentación” – les decía.
Sor Puy le oyó y dijo, esperen hermanas. Agarro unas tijeras, cortó los pantalones y les dijo, ahora pueden mirar cuanto quieran.
En un momento dejó al pobre hombre con “la documentación” al aire.
También tenía una gran habilidad para sacarle los cuartos a todo el mundo. El hospital estaba prácticamente en ruinas cuando ella llegó y no solo recaudó para ir haciendo apaños aquí y allá, junto a un puñado de hermanas fue capaz de sacarlo adelante.
El Sr. Cardín
Si bien es cierto que era de gente pudiente, muchas familias de este pueblo se alimentaron y sobrevivieron gracias al puesto de trabajo que tenían en El Gaitero. Es de justicia reconocérselo.
¿Qué levantó a este pueblo después de la guerra?
Había una economía mixta basada en la agricultura y en la ganadería. Cuando terminó la contienda civil las gentes volvieron a cultivar los campos. Buena parte de la arboleda que hoy se ve, en su día fue tierra cultivada.
Cada cual vivía de lo que producía la tierra y procuraba vender lo que le sobraba. Cada miércoles, igual que ahora, los aldeanos venían a la plaza con los burros cargados de los productos fruto de su trabajo.
Por supuesto en La Villa existían espacios habilitados para guardar los burros, igual que hoy aparcamos los coches, y personas que vivían de ello.
Casi todo el mundo tenía un puñado de vacas cuya producción de leche se vendía a las industrias lecheras, que entonces eran tres.
Con los años fue emergiendo en Villaviciosa un tejido industrial mucho más importante del que existe hoy.
Había diez familias que vivían de fabricar y vender chocolate. Tres industrias lecheras; una en Grases y dos en Villaviciosa, y bodegas de sidra, además de El Gaitero.
Aunque hubo una época en que los agricultores al llegar final de septiembre o primeros de octubre, después de haber trabajado muy duro, pagaban la contribución con la cosecha, que iba a parar a Abastos desde donde se distribuía como a las autoridades les venía en gana, hasta que llegó un alcalde que eliminó esa obligación.
¿Por qué volvió a caer la economía de La Villa?
Cuando, por motivos políticos y económicos, permitieron que nos invadieran las multinacionales, todos estos negocios se fueron al traste al no poder competir ni en variedad ni en precios. Poco a poco fueron cerrando uno detrás de otro.
Pero sin duda el mayor mazazo se le dio la entrada en el mercado común. Esto perjudicó mucho a los agricultores y a los ganaderos que se vieron obligados a dejar de trabajar sus tierras y marcharse a la ciudad en busca de trabajo.
No me cabe en la cabeza que uno pierda su independencia y se vea obligado a abandonar la labranza de sus tierras y el cuidado de sus vacas, que siempre le van a permitir vivir, para ir a trabajar para otro.
Es la tierra la que nos da de comer, la carne que viene de los animales existe porque les damos de comer lo que produce la tierra.
Algunas personas de Villaviciosa se fueron a Gijón. Siempre me produjo una inmensa tristeza verles sentados durante horas en la plazuela de San Miguel. Me pregunto por qué marcharon de su casa y de su tierra, donde tenían la calidad de vida que aportan la tranquilidad, el silencio y el contacto con la naturaleza.
Ahora nuestra economía depende mucho del dinero que inyecta Bruselas, cosa que no debimos permitir.
Soy un acérrimo defensor del consumo de productos locales, o como poco, de productos nacionales. No tiene sentido comprar naranjas de marruecos o de china, eso solo beneficia a los empresarios, no a la gente corriente. Y nosotros debiéramos ayudar primero a los que tenemos más cerca.
¿Qué cambios fue usted viendo en la sociedad?
La Dictadura fue evolucionando. Franco era un político hábil y astuto que le ganó la partida a muchos que estaban considerados más inteligentes que él. De no ser así no se habría perpetuado en el poder durante tanto tiempo.
Su mandato no estaba basado sólo en el apoyo indiscutible del ejército, que se convirtió en la columna vertebral del Estado, encumbró a La Iglesia católica, que le ensalzó como Caudillo de España por la gracia de Dios, y consiguió amalgamar a todas las fuerzas políticas derechistas. La consecuencia fue que en él se concentraron todos los poderes del Estado.
Fueron muchos los aciertos por más que se tratara de una Dictadura, pero también hubo errores.
A mí no me gusta hablar de política pero, en mi opinión, debió frenar la revancha contra los republicanos a manos de los más conservadores. Con los años se ha visto que algunas injusticias abrieron heridas que aún perduran y que dan pie a que este país continúe dividido.
Tampoco podemos olvidar que fruto de la mala praxis en algunas zonas, surgió la banda terrorista ETA, que ha sido, con diferencia, la peor lacra que hemos sufrido.
La política exterior fue otro escoyo. El bloqueo que sufrió España por parte del resto de países donde había una sociedad más avanzada en el uso de las libertades, nos costó un retroceso importante a nivel social y económico.
¿Qué mejoras implantaría si usted mandase?
El abandono del cultivo de la tierra es una trampa que nos costará como sociedad más de lo que imaginamos. Estamos bastante ciegos y permitimos que nos conduzcan, como a los burros, a hacer cosas sin pensar en las consecuencias.
Me pregunto por qué se piensa solo en el beneficio propio y no en las generaciones futuras.
Un día, cuando sólo dispongamos de grandes sumas en el banco, que no son reales siquiera porque no están respaldados por riqueza alguna, son sólo números en manos de una panda de burócratas, descubriremos que no podemos saciar el hambre comiendo papel moneda, pero para entonces será tarde.
Curiosamente las sociedades tribales dejaron de ser nómadas porque de la mano del cultivo de la tierra vinieron los excedentes de producción, que permitieron el asentamiento al asegurar la más básica de las necesidades del ser humano, que no es otra que poder alimentarse.
Todos somos conscientes de las consecuencias de la falta de productos básicos porque hace nada hemos sufrido una pandemia. Y en lugar de aprender, continuamos absortos en distracciones inútiles sin que hagamos nada para prevenir la siguiente, que a buen seguro se producirá.
También dejaría de creer en la fábula de la globalización. Que yo compre anchoas de China o Marruecos es un sinsentido que solo sirve para engrosar la economía de quienes poseen activos en las empresas implicadas. Lo lógico es que las compre a alguien de Candas o Santoña, que son mis vecinos.
¿Qué opina del uso de las tecnologías modernas por parte de los jóvenes?
Usadas como es debido y para el bien y el conocimiento, son bienvenidas, pero creo que se invierte demasiado en ellas cuando hay aspectos que requieren atención más urgente.
De qué sirve la evolución a nivel tecnológico si el ser humano es cada vez más cafre y tiene menos valores. Vivimos en una sociedad que está cada vez más confundida.
Eliminar del sistema educativo asignaturas que nos enseñaban respeto, ética y moral, fue nefasto. En su día la educación empezaba en casa y se reforzaba en la escuela. Se dice que cuando la familia es la primera escuela, la escuela se convierte en el segundo hogar.
Hoy, ni los padres ni los maestros, que son los educadores, tienen autoridad alguna. Este es un claro signo de involución.
Han perdido, por ejemplo, eso que se llamó cultura general. La juventud de hoy conoce la vida y milagros de Belén Esteban, por poner un caso, pero puede que no sepan quiénes fueron los Reyes Católicos.
Al hilo de lo que acabo de decir, voy a relatar una anécdota que me parece divertida: Un día, en clase, el profesor preguntó a un alumno: a ver, fulanito, con qué mataron a Viriato. Cuando los que estaban sentados detrás, que eran dos buenas piezas, se cercioraron de que no tenía la menor idea, se les ocurrió decirle, oye, a Viriato lo mataron con una ametralladora. Y eso fue lo que él pobre le dijo al profesor. Ese día “cobraron” todos.
Ven aquí que te voy a enseñar cómo murió Viriato. Y los de atrás, que se vayan preparando para recibir los tiros – dijo el profesor.
A pesar de que se ha desprestigiado la memorización, yo aún recuerdo íntegra la información que figuraba en mi libro de texto acerca del río Ebro. Y a mis 86 años aún puedo recitarlo.
Creo que el mayor error ha sido educar a los hijos desde la emoción, sin ningún discernimiento ni previsión de futuro por nuestra parte. Al intentar facilitarles la vida les hemos hecho un flaco favor porque no les hemos dotado de armas para enfrentarse a ella.
Y no quiero decir con esto que debamos hacer que nuestros hijos pasen necesidad, pero sí debiéramos enseñarles el valor del esfuerzo.
El conocimiento se deriva de la experiencia. Alguien a quien todo le es dado no tiene la menor idea de lo que significa hacer lo necesario para conseguir lo que necesita o desea.
¿Cuáles son sus principales miedos de cara al futuro?
Dicen a que los cien años más o menos la historia se repite. Ahora estamos viviendo circunstancias similares a cuando se derrocó La República. Aun no sucede nada porque nadie quiere perder el estado de bienestar que tenemos. El problema vendrá cuando se vaya reduciendo de manera importante la cantidad de personas que se beneficien de ese bienestar.
La supervivencia siempre está en la cúspide. Para que emerjan los valores que caracterizan al ser humano la barriga tiene que estar llena.
No quiero ser alarmista, pero tengo fundados miedos.
¿Qué opinión le merecen los políticos de hoy?
Como he dicho, nunca hablo de política y ahora no va a ser diferente. Sí puedo decir que a lo largo de los años que me ha tocado vivir, me consta que ha habido políticos inteligentes y honestos y otros que no.
Es sabido que en esta vida cada cual hace lo que puede de acuerdo con lo que sabe. Y volvemos a problema principal, la educación. O mejor dicho, la falta de ella. Como consecuencia nos aborregamos y nos conducen por donde quieren.
Las autonomías, por ejemplo, sólo sirven para grabar con más impuestos a los ciudadanos. Es de pura lógica que no es lo mismo sostener a un solo gobierno que a varios. Por supuesto de fondo están, como siempre, los intereses económicos.
No obstante, siempre he sentido respeto por Adolfo Suarez y por todos aquellos que hicieron posible la suave transición que vivimos los españoles.
¿Qué opina usted del movimiento feminista?
Qué duda cabe que la mujer debe tener los mismos derechos que el hombre. Es de justicia luchar por ser iguales ante la ley, tener los mismos sueldos ante el mismo número de horas trabajadas y que la mujer opte a puestos de responsabilidad, porque en inteligencia no hay diferencia entre el uno y el otro.
Creo que el mayor problema que enfrentan es el maltrato. Este es un problema educacional, porque el respeto se aprende en casa. Y al que sea un idiota hay que enseñarle.
El hombre que es un hombre jamás se aprovecha de su mayor fuerza física. Eso solo lo hace el que es un cretino y un cobarde.
Sé que muchas aguantan porque a veces la dependencia económica y el miedo al futuro de los hijos hacen que estén con las manos atadas. Por eso es normal que se hayan creado medios para ayudar a estas mujeres.
Pero no creo que los objetivos se consigan con la política feminista que se está llevando a cabo. En mi opinión no sólo no está favoreciendo la consecución de nada. En realidad está perjudicando al movimiento. Algo se está haciendo muy mal, quizá a propósito.
¿Qué opinión le merece Internet?
Los tiempos cambian y las sociedades avanzan, pero como todo, depende del uso que se le dé. Debiera estar más regulado y los legisladores tendrían que crear leyes que cubran las lagunas legales que dan lugar a las estafas, los engaños y las mentiras.
Para los niños y la gente joven es un peligro latente, porque ahora existe eso de las redes sociales que permite estar en contacto con cualquiera, y ahí está la trampa, uno nunca sabe con quién está hablando realmente.
Hace poco supe de una jovencita que insistía a su padre en que la llevara a conocer a una amiga con la cual había intimado mediante conversaciones por Internet. Al parecer esa amiga desconocida dijo que estaría por la zona y planteó que se conocieran en persona.
Acordaron por teléfono un punto de encuentro y cuando se vieron resultó que no era una chica, era un chico bastante mayor que ella que además presentaba un aspecto poco recomendable. Por fortuna la joven iba acompañada de su padre, dato que el otro desconocía.
Esperemos que la experiencia le sirva de lección. Pero habrá quien se aventure y salga mucho peor parada, como ha sucedido en tantos otros casos de los que tenemos noticia, en que gentes sin escrúpulos usan el anonimato de la red para cometer sus fechorías.
¿Qué opina de la inmigración?
Es lícito que el ser humano huya de situaciones como las guerras, el hambre o la pobreza extrema, pero lo que sucede en nuestro país, y no quisiera confundirme, se parece más a una lenta invasión.
Ojalá me equivoque. Si tenemos en cuenta que muchos vienen de África, desde ahí solo pueden venir aquellos que tienen dinero para pagar a las mafias. Ya me dirás con qué intención vienen…A buscar comida no creo. Los que realmente se mueren de hambre y de sufrir atrocidades, esos no pueden emigrar porque no disponen de medios.
El Gobierno tampoco debiera permitir que cuando llegan personas de otras culturas hagan presión para imponer la suya en lugar de integrarse.
Yo les diría: Si es usted el que viene de fuera, que yo no le he invitado, es usted quien debe respetar la cultura del país que le acoge, no al contrario. Y tenga la decencia de no criticar la nuestra.
Cuando no esto no se da, se debe a que, por razones políticas, no se aplican las leyes que ya figuran en nuestros códigos.
¿Qué supone para usted ser el padre de dos hijos que son reconocidos en el mundo como genios de la música?
Mis hijos no solo son genios de la música. José Ángel estudió Filosofía y Letras y María José estudió en la escuela náutica y es piloto de la marina mercante. Pero ambos dejaron sus profesiones y se dedicaron a la música, que era su pasión.
Para su madre y para mí son un orgullo y una enorme satisfacción. Pero también una constante preocupación. Para un padre su hijo siempre es pequeño, y cuando están fuera su madre y yo a veces nos desvelamos si se retrasan en llamar o por alguna razón no lo hacen.
Acompañando a mis hijos he tenido la oportunidad de viajar a algunos países que de otra manera hubiera sido impensable. Por ejemplo, he visitado El Vaticano. Han sido llamados para interpretar su música ante los últimos tres Papas.
Debo decir que me gustó mucho la catedral de San Pedro, pero tanto fasto me dejó un poco frío.
María José y José Angel Hevia
La Cofradía Jesús Nazareno
Después de la guerra, el primer Mayordomo al frente de la Cofradía fue Manolín Eugenio. Era el propietario de una tienda de tejidos, que más tarde amplió a zapatería, situada donde está ahora el Café de Vicente. A su muerte le sucedió un yerno, Manolín Busto.
Aun no entiendo cómo pudieron arreglárselas con los pocos medios de que disponían. Muchos de los elementos necesarios para hacer una procesión fueron quemados o tirados durante la contienda. Y sin embargo salieron adelante.
Al final de los años 60, para evitar que la Cofradía desapareciera, porque nadie quería ocuparse de ella, Don Manuel, que era el cura que sustituyo a Don Pedro, nombró una Gestora. Fue esta Gestora la que me eligió como Mayordomo en el año 70, cargo que ocupé hasta el 2002.
En esa época, los cofrades, que eran unos dos mil, porque es un título que se hereda, pagaban unas 5 pesetas al año.
Es tradición que los padres inscriban a los hijos cuando nacen. Cuando fallece el padre, los hijos se hacen cargo de continuar pagando la cuota que a su vez se perpetuará en sus descendientes. Ahora se pagan 50€.
¿Cómo afectó a La Cofradía los cambios derivados del Concilio Vaticano II?
Debo decir que pasó por momentos de verdadera dificultad, porque uno de los acuerdos del Concilio fue que el señor cura regularía en cada parroquia la celebración de las procesiones.
A Don Pedro le sucedió Don Manuel. Y a Don Manuel le sucedió Don Alfredo, que no estaba a favor ni de La Cofradía ni de las procesiones. Este último párroco nos dio más de un dolor de cabeza.
Cuando llegó, fui a visitarlo en calidad de Mayordomo de La Cofradía para decirle que estaba a su disposición. Y como respuesta obtuve, que él acabaría en un año con esta comedia y esta charlotada. Que la labor de La Iglesia no consistía en hacer procesiones.
Sin alterarme, cosa que me costó bastante, le respondí: Como cura y con poder sobre la Cofradía puede hacer lo que quiera, pero aquí el nuevo es usted mientras que nosotros llevamos trescientos años haciendo procesiones. Es muy probable que se vaya usted antes que las procesiones.
Le aseguré que si hacía falta que la procesión saliera de la bodega de Cortina así sería, pero las procesiones continuarían quisiera él o no.
Le advertí que si suspendía las procesiones, pasaría meses respondiendo y dando explicaciones sobre su decisión a buena parte de sus feligreses, ya que la mitad de los cofrades eran de la villa.
Este hecho, que naturalmente fue muy comentado, levantó revuelo e indignación en muchas personas contra el párroco, que se retractó y permitió que la Cofradía continuara con su labor. Pero nos guardó recelo y antipatía.
En todos los años que fue párroco de La Villa no hizo comentario alguno acerca de las procesiones en ni en una sola de sus homilías.
Por fortuna, a sugerencia del cura anterior, Don Manuel, se crearon los estatutos que regulaban el funcionamiento de La Cofradía, que hasta el año 83 había ido a la deriva. A partir de estar legalmente constituidos y tener responsabilidad civil, el Obispado se ocupaba de sus cosas y nosotros de las nuestras, sin riesgo de que nadie viniera con la intención de barrernos de la faz de la tierra.
Por supuesto teníamos que ponernos de acuerdo con el cura para la celebración de los actos religiosos, pero el cura no podía impedir que La Cofradía celebrara las procesiones.
El Concilio Vaticano II no sólo resultó en detrimento nuestro. La mayoría de los acuerdos han resultado un error y la causa de la constante pérdida para La Iglesia de feligreses y de Fe. Un pastor es un pastor, si no es capaz de dirigir como Dios manda y permite que cada oveja vaya por su cuenta, se queda sin rebaño.
Quiero añadir, para que quede constancia de ello, que hay cinco personas que deberían quedar registradas en los libros de La Cofradía de Jesús Nazareno, unos por su trabajo y otros por su aportación en pro de su continuidad y buen funcionamiento.
Me refiero a: Manolín Eugenio, Manolin Busto, Pedro De La Fuente, Pepe el Sacristan y Don José Cardín
¿De qué otras fuentes se sufragan, aparte de la cuota de los Cofrades?
Recibimos ayuda del Ayuntamiento. Debo decir que no siempre ha habido al frente personas con inteligencia suficiente para dejar de lado su ideología, cuando la situación lo requiere, y hacer una política que beneficie al municipio, como sucede en este momento.
Hay quienes son conscientes de que la Semana Santa es un reclamo turístico que aporta muchos beneficios económicos y con toda lógica la apoyan.
Otros colaboraron bien poco, la verdad. Contaban con una oposición firme en este sentido y siempre decían que no disponían de medios, que las procesiones de Semana Santa debían pagarse con el dinero de los cofrades.
Esto a mí siempre me pareció una forma de escurrir el bulto porque no tenían inconveniente en beneficiarse indirectamente de ella, como de hecho sucedía.
¿Qué supuso para usted que le nombraran cofrade de honor?
Fui distinguido con el título de Cofrade de Honor, a propuesta de la directiva actual, el viernes 31 de Marzo de este año, durante el pregón de la Semana Santa.
Supongo que es el reconocimiento a la dedicación. Siempre me acusaron de que miraba más por La Cofradía que por la propia familia. Ahora soy yo quien le da al nuevo Mayordomo consejos que no supe aplicarme a mí mismo.
Uno a veces se implica de tal modo en el trabajo de aquello que le gusta, que acaba pensando que le pertenece.
En esta villa, donde todos somos muy amigos de saber más de la casa ajena que de la propia, se oía decir que quien permanece mucho tiempo dedicando esfuerzos a algo es porque le interesa. En fin, el tiempo deja a cada cual en su sitio.
¿Cuál es la responsabilidad de un cofrade?
Hacer todas las gestiones necesarias para el buen funcionamiento de las procesiones. Su cuota ayuda al mantenimiento de La Cofradía y de la tradición. En semana santa su trabajo es participar en los actos religiosos de la cofradía.
Los cofrades no tienen nada que hacer durante el tiempo que no es Semana Santa. Sí hay trabajo para la junta directiva y sobre todo para el mayordomo, que lleva todo el peso.
Me gustaría que quedara reflejado aquí que La Cofradía ha tenido mucha suerte de contar con Nicolás como Mayordomo. Ojalá hubiese en La Villa más como él.
¿Existe oposición a La Cofradía?
Hemos sufrido alguna que otra zancadilla. Recuerdo que en el año 94, el martes de Semana Santa apareció una publicación en La Nueva España donde se leía que las procesiones serían presentadas en Oviedo, en el Club de Prensa del diario.
Pregunté al resto de los integrantes de la Junta Directiva y nadie sabía nada. Acordamos redactar un escrito para leerlo durante la presentación y nos fuimos al Club de Prensa.
Cuando el Presidente nos vio llegar en representación de La Cofradía y le expusimos nuestra queja, nos dijo que él creía que estábamos informados, que en su día se había puesto en contacto con el cura y con el Ayuntamiento y le aseguraron que ellos se ocupaban de todo.
La mesa estaba presidida por el Concejal de Cultura, el Presidente de la Sociedad de Hosteleros y el señor cura de Villaviciosa, que nos tenía verdadera inquina.
El Concejal abrió la charla diciendo que el Ayuntamiento de La Villa organizaría una fabada para los mayores y una chocolatada para los niños. Como si la Semana Santa fuese una Fiesta de Prao. Ni una palabra de las procesiones ni de La Cofradía.
El señor cura fue muy convincente sobre la pasión y muerte de Jesucristo pero tampoco se acordó de nosotros, que somos quienes atraemos a la gente a La Villa.
Al finalizar el acto, cuando se abrió un espacio para ruegos y preguntas, pedí la palabra y me la concedieron. Entonces leí el escrito que habíamos elaborado en La Cofradía, que venía a decir que ese acto era ilegal si no estábamos representados nosotros. Que la Semana Santa en La Villa no sería nada sin nuestra labor.
Todos los medios de comunicación que estaban allí vinieron inmediatamente a hablar conmigo y acordaron no publicar ni una palabra del acto que acababa de celebrarse.
Al señor cura volvió a salirle el tiro por la culata.
¿Qué otras tradiciones dan lustre a esta Villa?
La celebración de la llegada de Carlos V, es una de ellas.
El primer Carlos V que se organizó lo puso en marcha un señor de Oles que vivía en Tazones. Pertenecía a una familia que llamaban Los Benditos. Él se llamaba Lelo. Suyo era el molino que hace nada restauraron en Tazones.
Lelo era muy particular.
Cuenta la historia que para que Carlos V no se mojase lo sacaron del barco a “recostín”. Con Lelo hicieron lo mismo, pero la intención era tomarle el pelo porque le soltaron cuando estaban en medio del agua.
A pesar del remojón, él continuó ocupándose del “Desembarco” durante unos cuantos años. Y no sé de donde los sacaba, pero repartía caramelos, que era una forma de garantizar la asistencia de público.
Cuando Lelo lo dejó, tomó el relevo Cristina, que lleva ya muchos años al frente.
Hay tres cosas en esta villa que son esenciales: El Club de Futbol Lealtad. Las Fiestas de Nuestra Señora del Portal y La Cofradía Jesús Nazareno.
¿Háblenos de sus aficiones?
Jugué algo al futbol, pero la ocasión en que realmente le puse esfuerzo fue cuando, a causa de que nadie quería hacerse cargo de El Lealtad, un amigo mío, Manuel Alonso, que era hijo del Alcalde, y yo, nos ocupamos del club. Él era el Presidente y yo el Vicepresidente.
Hicimos lo que pudimos para recaudar fondos, como rifas, etc. No fue gran cosa, pero lo cierto es que logramos sacarla adelante.
Me gustaba el Ciclismo
Corrí con Antonio García Tirador, que era un ciclista famoso que había en Villaviciosa. Ya fallecido en el 2006.
Durante una temporada fui con él, pero correr por mi cuenta muy poco. Lo mío era más afición que otra cosa, como puede apreciarse en la licencia de La Federación de Ciclismo.
Entonces las bicicletas no tenían nada que ver con lo que hay hoy, todo se hacía a base de mucho esfuerzo por parte del corredor.
¿A qué dedica ahora su tiempo?
Ahora vivo en Cabranes. Como aun puedo conducir, ayudo en lo que sea necesario con las tareas que haya que hacer aquí en La Villa. Y también disfruto de ir y venir a donde quiero, como ir a Moriyón.
El Hotel Mirador se construyó en la finca donde estaba situada la casa de mi tía Pacita, la madre de mi prima Amparín. Hace poco mi hijo me llevó hasta allí, a dar una vuelta. Desde ese punto pueden contemplarse las mejores vistas de la Ría. También fuimos a ver la casa donde nací, que ahora está en ruinas.
A pesar de los achaques, que cada día van en aumento, doy gracias a Dios porque aún estoy aquí.
Casa en Moriyón donde nació Ángel